jueves, 26 de agosto de 2010

Amanecer



Hoy he ido a ver amanecer. Desde una zona elevada, contemplé la ciudad envuelta en la luz difusa de la aurora y al sol ascender entre las cúpulas, los andamios y las grúas. Más que la belleza de la escena, que también, lo que impresiona es la mecánica inexorable.




He visto muchas veces salir el sol, claro está. Al final del invierno o en otoño, no es raro encontrarse los arreboles cuando se va a trabajar por las mañanas. Otras veces, se cruza en tu camino cuando viajas en automóvil o en tren o simplemente cuando esperas en un aeropuerto. Lo he visto en barco, navegando por un río. Una vez lo vi justo al llegar a Abusimbel. En fin, que lo he visto muchas veces. Pero creo que es la primera vez que he ido a ver un amanecer.

Lo decidí ayer por la mañana, como si fuera la continuación de una broma privada entre el sol y yo. Es cosa de las últimas semanas: Me levanto y el cielo aún está oscuro. Y cuando vuelvo de la ducha, ya mariposea en las jambas de los balcones de mi cuarto. “¡Parece que jugáramos al pillo pillo! Pues mañana te pillaré yo!

Y lo pillé, eso sí. Fue un visto y no visto. Me hubiera gustado quedarme un poco más y pasear disfrutando la clara luz de esas horas de la mañana. Pero el trabajo esperaba y allá que fui, con los ojos un poco deslumbrados, todo hay que decirlo. Cuando llegué a mi despacho, los rayos ya entraban por el balcón y alcanzaban a la zona de trabajo, pero aún esperé un rato más sin correr las cortinas, porque al cerrar no sólo oculto el sol, sino también la vista de la preciosa plazuela con jardín y fuente de piedra que se ve desde allí.

La sensación de un leve deslumbre ha persistido todo el tiempo. Las huellas de nuestro encuentro en mi retina. Es mucho sol, el sol, aunque sea naciente.

jueves, 15 de julio de 2010

Como pompas de jabón



Le hice una seña desde lejos, pidiéndole permiso para hacer la foto, y ella asintió con la cabeza. “¿Es digital”, me preguntó con una voz parecida a la de niña que quizá aún sea. “Sí”. “¿Pues por qué no me mandas una foto? Mucha gente me hace fotos pero nadie me las manda”. “Sí, si me das tu correo”. Como por arte de magia, apareció entre sus manos un folio perfectamente doblado en dieciseisavos. Escribió una dirección de gmail en la parte superior, cortó cuidadosamente el trozo de papel donde había escrito y me lo entregó. “Mira, mi e-mail empieza por Argos, el nombre de mi perro. Ése es mi perro”, dijo, señalando el lugar donde dormitaban no uno, sino dos perros atados entre sí por un cordel. “¿Argos, como en la Odisea?”. “Sí. Argos”. No pude por menos de fijarme en el manojo de llaves que le colgaba del costado derecho, entre ellas las de un antiguo coche –las llaves de los coches ya no son así- o tal vez de una caravana.

Ahora, que voy a mandarle las fotos, veo su letra armoniosa, sencilla y elegante. Se nota un nivel de instrucción al menos de tipo medio. Su cuerpecillo delgado, su aspecto en general, indican que su vida no es regalada y que no está precisamente de vacaciones. Me pregunto por dónde andará. Quién sabe, vidita, por dónde andará, decía Yupanqui.

Es fácil pensar también en Machado, después de haberla visto a ella casi engullida por una de sus pompas de jabón. "... Todo en la memoria se perdía / como una pompa de jabón al viento".

Me alcanza una sombra de pesar, que alejo recurriendo de nuevo a nuestro poeta. Nunca sabemos nuestro camino antes de recorrerlo. Para qué llamar caminos a los surcos del azar.

Vade retro, paternalismo -maternalismo, más bien- bienintencionado. ¿A qué viene desear para esa desconocida una vida distinta? ¿Quién me dice a mí que en un entorno más convencional iba a ser más feliz o iba a estar más segura esa muchachita? Bien sé yo que el mundo ordenado en el que nos movemos es una pura apariencia.

Pero me quedo con un dato: Las llaves de su vehículo las controla ella. Confío en que controle también las claves de su vida caminante. Y que alguna vez, como aquel otro dueño de un perro llamado Argos, encuentre su casa. La suya, no la de otros ni la que otros prepararon para ella.

sábado, 8 de mayo de 2010

El Gatopardo, again!

Tu vídeo "Il gattopardo 1" se ha hecho popular en YouTube, y puedes solicitar la participación en el Programa para partners de YouTube, que permite obtener ingresos con las reproducciones de tu vídeo.”

Hace más de dos año subí un clip a youtube, para poder ilustrar una entrada en este blog sobre “Il Gattoppardo” de Visconti. Ha recibido más de 23.000 visitas (el video, no la entrada) y por eso ofrecen los del partners.

Si por publicar la obra de otro (en este caso, sólo los títulos de crédito) me ofrecen la pasta a mí, ¡apaga y vámonos!

En todo caso, ha sido una experiencia gratificante recibir bastantes mensajes por youtube o por e-mail sobre la peli en varios idiomas, todos con un elemento común: les encantaba esa película. Sólo siento la decepción de muchos al comprobar que se trataba de títulos de crédito y no había continuación.

Youtube maneja cifras astronómicas, ya lo sé. Pero me han sorprendido estos 23.000. Son de los míos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Las Batuecas



Ayer fue un día de marcha. Una marcha de nueve kilómetros por Las Batuecas, desde el Monasterio hasta El Chorrito. Una senda estrecha a lo largo de dos arroyos, El Batuecas y El Chorro, por la que teníamos que ir en fila india, atentos a no tropezar entre las raíces o a resbalar en las piedras de las canchaleras. Hubo que cruzar los dos arroyos, de piedra en piedra, de salto en salto.

Alcornoques, encinas, pinos, robles, quejigos, alisios y jara florida. Y cabras montesas triscando por las peñas. Y pinturas rupestres en las cuevas. Y restos del mar que alguna vez cubrió las rocas en las cuarcitas.

Marcas del oleaje, ripples, sobre las rocas. Recuerdo del mar que alguna vez estuvo allí.


En el centro de la foto, hay una cabra.




En el centro de la foto, un grupo de cinco personas. .


Y el rumor del agua entre las piedras. Y al final, el salto, el chorro, la cascada precipitándose desde las alturas.

El trayecto nos resultó algo durillo. No porque fuera muy difícil, ya que está clasificado como “fácil”. Nosotros llevábamos cuatro niños entre los seis y los diez años que no tuvieron problemas, aunque eso sí, bien controladitos por los adultos, no sea que se nos despeñaran. Pero la senda es muy estrecha, se abre sobre una hondonada enorme y el camino es muy accidentado, andando entre la pedriza o subiendo por peldaños naturales que a mí me llegaban hacia la cintura. A pesar de los bastones, más de una vez nos agarrábamos a alguna rama o a algún peñasco, por si las moscas. Una de las veces, al trepar por una roca, con el impulso, la cámara que llevaba al cuello se estampó contra la piedra, que no sé ni cómo funciona aún.



Eso sí, el premio fue la cascada, maravillosa. Sobre todo cuando la mayor parte del grupo se fue a la plataforma superior y allí sólo quedamos unos pocos, camuflados entre los árboles y arbustos, y comimos tranquilamente, sin hacer mucho ruido para no perdernos el rumor del agua. Qué placer, el bocadillo de jamón (ibérico of course) y la cerveza aún fresquita a pesar del trayecto bajo el sol.

La bajada no fue tan dura como nos temíamos. Algún tropezón que me hizo mirar desconfiada el barranco profundo que se abría a mi derecha, pero nada más. Nos cruzamos con varios grupos que subían y nos saludamos con esa cortesía de las veredas, que todo el mundo se sonríe y cruza algunas palabras. No tanto tráfico como en Montfragüe, por ejemplo, porque esto es menos conocido y más dificultoso. Pero se notaba que era día de fiesta.

A la izquierda, tras la tapia del convento, un tilo centenario..

En los alrededores del monasterio, donde hay varios árboles singulares, restos de un jardín botánico que tenían hace más de un siglo los monjes, el camino está tapizado de enormes raíces. El agua circula más tranquila, aunque también hay pequeños saltos que levantan espumas. Por allí había más gente, muchas con críos pequeños, pasando la tarde.

Una vez, hace ya mucho tiempo, acampé en este lugar con un grupo de amigos. Era un invierno muy frío. El autobús nos llevó hasta La Alberca, que estaba cubierta por la nieve, y bajamos trabajosamente hacia el valle. Allí no nevaba, pero llovía. Nos recuerdo calados hasta los huesos, tomando casi al asalto un refugio que hay por allí y secándonos ante un fuego. Creo que no estaba permitido acampar, pero la Guardia Civil, que se acercó a echarnos una ojeada, hizo la vista gorda, dado el mal tiempo reinante.

Lo pasamos divinamente. Uno de los días, fuimos hasta un pueblo cercano, Las Mestas, que ya pertenece a Las Hurdes, a comprar víveres. En el camino, nos recogió alguien que iba en una furgonetilla. Resultó ser un cura que llevaba en el asiento de atrás la imagen de una virgen, casi de tamaño natural (no tanto, pero al menos medía 1,30 o así). Recuerdo la risa incontenible, cuando vi que uno de mis amigos más anticlericales tuvo que apoyar la cabeza de dulce sonrisa entre sus rodillas. Luego le dimos la lata muchísimo tiempo, asombrándonos de que no se hubiera convertido.

Y también me recuerdo lavándome a hurtadillas en el arroyo, en el agua helada, con miedo de que alguien apareciera de improviso. Y un momento a solas, en el refugio -no sé a dónde habían ido todos los demás- que sintonicé Radio2 en un pequeño transistor y una música maravillosa me acompañó durante un rato, no recuerdo qué era ni cuánto tiempo sonó. Lo que sí sé es que luego, cuando volvieron, alguno me preguntó que qué me había pasado, que estaba tan radiante.


Es curioso volver a sitios donde ya se ha estado. Son diferentes. Tampoco nosotros somos los mismos. Pero a veces, como en este caso, sigue permaneciendo lo más importante.

sábado, 17 de abril de 2010

Cuenca



Cuenca me gustó mucho. Hay algo desmedido, desorbitado, en esa ciudad empingorotada entre dos abismos, el del Huécar y el del Jucar, en ese urbanismo alegre y confiado que se ajusta al terreno de una manera casi temeraria.

Se hicieron cortos esos tres días, con sus dos noches. Lo mejor, las vistas desde la habitación del hotel, tan espectaculares. El Museo de Arte Contemporáneo, maravillosos el contenido y el continente (los Saura, Tapies, Torner, Feito, Millares, Chillida, Zobel y los otros, los ponía yo con gusto en las paredes de mi casa). El paseo hasta las casas colgantes y luego, atravesando el puente de San Pedro, hasta el Parador. Y el pantagruélico desayuno en el refectorio, que yo hasta tomé huevo frito.



Y la serranía. El Nacimiento del Río Cuervo, el agua precipitándose por las alturas después de un año de lluvias tan intenso. No me lo esperaba así, tan apoteósico.

Lo peor, coincidir con excursionistas gritones mientras paseábamos por la Ciudad Encantada.

martes, 13 de abril de 2010

Memoria histórica

¿Y teniendo esto para qué necesitan memoria histórica?






Catedral de Cuenca. Muro junto a la puerta del Palacio Episcopal, que también alberga el Museo Diocesano.

Sería interesante hacer un censo de cuánta "memoria histórica" se guarda en los lugares más céntricos y visibles de pueblos y ciudades, muchas veces en los lugares de culto, en monumentos histórico-artísticos que consideramos erróneamente "patrimonio común", aunque en realidad sean patrimonio privativo de una institución, la Iglesia, que la utiliza para preservar la memoria de lo que ella considera más memorable.

Que digo yo que, si dicha Institución no tiene la sensibilidad suficiente para convivir en una España plural, y sigue obstinándose en hacer ostentación de su toma de partido hacia uno de los bandos, algo habrá que hacer...

Desde las comisiones técnico-artísticas (porque mira que es horrorosa esa inscripción, tan alta como el edificio de al lado), hasta aplicarle las Ordenanzas Municipales sobre ocupación del subsuelo, suelo y vuelo de la vía pública, que permite regular el tamaño de los carteles publicitarios, la ubicación de los mismos, la armonización de estos con el entorno urbanístico, etc.. Y, si no, la OCU, por publicidad abusiva e indebida.

domingo, 4 de abril de 2010

Jacinto Chiclana (Milonga)


videomontaje: dibegonet



Jacinto Chiclana. Milonga.
Música: Astor Piazzolla · Letra: Jorge Luis Borges

Me acuerdo. Fue en Balvanera,
En una noche lejana
Que alguien dejó caer el nombre
De un tal Jacinto Chiclana.

Algo se dijo también
De una esquina y de un cuchillo;
Los años nos dejan ver
El entrevero y el brillo.

Quién sabe por qué razón
Me anda buscando ese nombre;
Me gustaría saber
Cómo habrá sido aquel hombre.

Alto lo veo y cabal,
Con el alma comedida,
Capaz de no alzar la voz
Y de jugarse la vida.

Nadie con paso más firme
Habrá pisado la tierra;
Nadie habrá habido como él
En el amor y en la guerra.

Sobre la huerta y el patio
Las torres de Balvanera
Y aquella muerte casual
En una esquina cualquiera.

No veo los rasgos. Veo,
Bajo el farol amarillo,
El choque de hombres o sombras
Y esa víbora, el cuchillo.

Acaso en aquel momento
En que le entraba la herida,
Pensó que a un varón le cuadra
No demorar la partida.

Sólo Dios puede saber
La laya fiel de aquel hombre;
Señores, yo estoy cantando
Lo que se cifra en el nombre.

Entre las cosas hay una
De la que no se arrepiente
Nadie en la tierra. Esa cosa
Es haber sido valiente.

Siempre el coraje es mejor,
La esperanza nunca es vana,
Vaya pues esta milonga
Para Jacinto Chiclana.


Últimos diálogos con Borges: ".... yo me encontré hace muchos años con Carlos Guastavino, nos cruzamos y me dijo: Si usted me entrega una milonga yo le pongo la música. Yo no sé -dije- porque yo no he practicado nunca ese género. Vamos a ver si los astros son propicios. Bueno, pasaron, un tiempo, qué sé yo, un par de meses, y de pronto lo sentí, yo me acordé que me habían contado una vez, en una confitería en el Once una historia: un malevo es atacado por otros y que se defiende y lo matan. Ese malevo se llamaba Jacinto Chiclana. El nombre es lindo y ahí sale la milonga: Me acuerdo fue en Balvanera/ en una noche lejana/ que alguien dejó caer el nombre/ de un tal Jacinto Chiclana. Ya estaba todo hecho, porque ya había dado con la cadencia, con el tono tranquilo, con el hecho de contar todo de un modo llano, casi indiferente, impersonal, anónimo y el resto salió solo. Al final: Siempre el coraje es mejor/ la esperanza nunca es vana/ Vaya pues esta milonga/ para Jacinto Chiclana...".



La versión de Edmundo Rivero es muy austera. La que cantamos nosotros, -coral, al fin y al cabo- con arreglos de Liliana Cangiano, es más elaborada y complicada. La nuestra acentúa más esa especie de eco, de remembranza de algo que sucedió hace muchos años y sobre lo que conservamos detalles imprecisos. Es más nostálgica.

Las estrofas 5 y 6 no se cantan, sino que se recitan. En nuestro caso, lo hace maravillosamente una mujer de voz bastante grave -argentina, para más señas-, mientras que el resto del coro hace una serie de acordes en plan pianíssimo. Resulta muy impactante.

lunes, 29 de marzo de 2010

Cantar

Cantar con otros es siempre una experiencia, a la vez, íntima y colectiva. Cuando sale bien, casi roza la catarsis.

Ayer fue uno de esos días. Ya en las primeras notas, en las pruebas de sonido, cuando la acústica del local nos devolvió, limpias, nuestras voces, supimos que íbamos a cantar bien y que íbamos a disfrutar. Que sería nuestra primera vez de cantar esas canciones de seguido, completas, sin cortes. Que al fin podríamos oirnos.

Horas de ensayos, de repeticiones, de cantar fragmentos, de insistir sólo en las partes más difíciles. Ahora era el momento de cantar, de cantar bien, de disfrutarlo. El coro y la directora estábamos seguros.

Un tango de Piazzola con letra de Jorge Luis Borges, una brasileira muy movida que es un puro trabalenguas, una polifonía centroeuropea muy impactante, un tema catalán que aún está en el inconsciente colectivo (L’estaca), y varias otras. Pero se me ha quedado en los oídos los ecos de una canción bretona del renacimiento -una danza, en realidad- llamada Tourdion.

No tengo, por ahora, grabaciones del evento. Pero, por lo menos, quiero dejarla anotada por aquí.

¡Le bon vin nous a rendu gais, chantons, oublions nos peines! (El buen vino nos ha puesto alegres, cantemos, olvidemos nuestras penas… )

Y yo, desde luego, las olvidé totalmente. Cantemos, cantemos, el buen vino nos ha vuelto alegres... Una gozada, de verdad.

Ojo, que los del video no somos nosotros. Ellos son un coro holandés bastante bueno. Seguro que lo hacen mejor que nosotros, no digo que no. Pero nosotros tampoco desmerecemos. La armonización es la misma, aunque en nuestro caso vamos entrando en el tema poquito a poco: el primer verso lo cantan solo los bajos y en los sucesivos, por orden, entran los tenores, las contraltos y las sopranos, para luego seguir todos juntos, cada uno con su frase; en el video, los bajos y los tenores entran a la par. Chantons.


domingo, 28 de febrero de 2010

Melancolía: un video.

Hice este video el año pasado. Olvidé colgarlo por aquí. O quizá no me me apeteció hacerlo, no estoy muy segura.

Fotografiar fue -es- el pretexto para paseos muy agradables, sola o acompañada. Largos paseos sin objetivo fijo, en los que se mezclan el placer de mirar y caminar. Pero también pequeñas escapadas durante la jornada laboral, quince o veinte minutos cámara en ristre, robados al clásico café de media mañana. Beves pero intensos momentos de relajo en medio de situaciones no siempre tan cómodas como quisiera.

Al final, tenía muchas fotos, casi ninguna buena. Pero a la vez, tenía una sentimiento muy fuerte, al que necesitaba dar salida, sobre las sensaciones que me habían invadido mientras observaba la ciudad a través de la cámara.

Y de ahí surgió este montaje que ahora os dejo, ocho o nueve meses después de haberlo hecho. Si lo véis, vedlo hasta al final. La música es la que le da el tempo lento que tiene. También me gustaría que la oyerais.

El teatro que sale en una de las últimas fotos, ya no existe.







sábado, 20 de febrero de 2010

Londres



Lluvias intensas y nevadas débiles. Humedad 86-99%. Vientos flojos sur-suroeste, 5 - 8 km/h. Temperatura: Máxima de 2ºC, mínima de -2ºC. Punto de rocío aprox. -1º C.

Al fondo, el London Bridge. En el ángulo superior izquierdo, parte del paraguas que sostenía con la mano izquierda mientras, con la derecha, inmortalizaba el momento.

Me quedo con la National Gallery, el disfraz de Sherlock Holmes y las risas en el undreground, cuando nos encontramos con el chileno. Tampoco esta vez subí al London Eye y ahora me arrepiento. Prohibitivo el Eric Clapton.

lunes, 8 de febrero de 2010

Un recuerdo

Mi madre murió cuando yo aún no había cumplido ocho años y hoy es su aniversario. Cuando sucedió, yo estaba a setecientos kilómetros de mi casa. Me lo contaron como se cuentan a los niños estas cosas, mezclando fantasía y realidad, de manera que el niño (la niña) queda aún más confuso. A mí me dijeron que mi madre se había convertido en una estrella y que desde el cielo me miraría siempre. He tardado en entender por qué me gusta tanto el cielo estrellado y me fascina Orión, que justamente luce en esta época del año. No estoy segura, quizá sea sólo por la belleza de las líneas de esa constelación. Yo no creo en el más allá ni tengo el consuelo de los rezos. Pero siempre recuerdo a mi madre en estas fechas y pienso que quizá ella pueda sentirme desde algún sitio, y dedico unos instantes especiales para su memoria. Me gusta reservarle ese momento, porque aún añoro la tibieza de su regazo, su mirada esperando mi llegada desde un balcón, cuando yo estaba perdida. Hoy he mirado al cielo nocturno y, a pesar de los nubarrones, he visto tres estrellas. Yo no sé si una de ellas, o las tres, una para cada uno de sus hijos, me han mirado. Pero he sentido algo cálido muy dentro, como tantas otras veces que miro el cielo. Y le he dado las gracias. Cuando ella se fue a mí me siguieron queriendo: mi padre, mis tíos, mis hermanos y luego más gente, no me quejo. Pero siempre, siempre, la he echado de menos.

martes, 2 de febrero de 2010

TANGO PARA UN URUGUAYO QUE SE FUE

Ya no te preguntaba por la salud, desde que te noté esquivo y me dijiste algo así como "sigo, que ya es mucho". Desconocedores de todo lo que no sea vivir, el misterio de la proximidad de la muerte se nos escapa a propios y a ajenos y somos incapaces de comprenderlo.

Seguías enviando correos sobre las mismas cosas que antes: Irán, Irak, Israel, Gaza, USA, aztecas y españoles, religión, fotografía... Una vez me mandaste un artículo para mi otro blog, "Mujer, la otra parte de la Humanidad",sobre la utilización de la violación como arma de guerra en el Congo,que aún sigue allí colgado. Las crónicas sobre México fueron estupendas, y todo lo que escribiste sobre el imperio azteca, Pizarro, la Malinche, era buenísimo. Te sorprendistes cuando te dije que una hija de Moztezuma se estableció en Cáceres y que aún está por allí el palacio que lleva su nombre.

Nunca habíamos hablado de música, no sé por qué, hasta que mandaste la noticia de que habían declarado el tango patrimonio de la humanidad. Entonces te conté que formaba parte de un grupo musical y que estábamos ensayando dos tangos, uno de Piazzola y otro de Polo Vallejo. Contestaste enseguida:

"Y me tenés que mandar una grabación tuya, que con la manera habitual de juzgarte por lo bajo, con humildad excesiva, debés cantar fenómeno!!
chau, un abrazo
".

Pero no te la mandé, quizá porque yo sabía que esta vez -sólo por esta vez- tú no tenías la razón. También yo me equivoqué al no mandarla: lo importante no era cantarlo bien o mal, sino mandartelo, ya que me lo habías pedido.

Es tarde para rectificar, ya no hay nadie a quien mandarle grabación alguna. Pero intentaré conocer a toda la gente de la que hablabas en ese correo.


Publico también el resto del mensaje. Esta entrada, por si no te habías dado cuenta, la haremos a medias:

"Pues yo nunca negué que el tango es rotundamente misógino (excepciones ilustres aquellos interpretados por Rosita Quiroga, Susana Rinaldi y Tita Merello, que elegían su repertorio y le daban un giro totalmente distinto, Paquita Bernardo, una de las propulsoras, y unas pocas más)

El tango fue todo esto y fuertemente nostálgico, horriblemente edípico -la figura de la "viejita" es siempre impoluta, perfecta y tiene aún algunas otras características "políticamente incorrectas" Pero Piazzolla, Rosita Quiroga, Troilo, Gardel, Rivero -unos pocos ejemplos- y poetas como Discépolo y Manzi y Cátulo Castillo y Mattos Rodríguez y una pléyade más -prefiero no pecar por omisión- le dan una categoría y un vuelo poético extraordinario, así como abrevan en un crisol de nacionalidades y de nostalgias que se entrecruzan y se potencian y claro, la enorme fuerza expresiva de ese instrumento de origen alemán que es el bandoneón. En el tango se expresa la fusión de todos los inmigrantes pobres de todas partes de Europa, absolutamente impensable en Europa misma."

Jorge Camboni (Tragamuvis)



Te echaré mucho de menos. Es difícil cruzarse por el camino con alguien tan completo como tú y no es fácil aceptar la despedida.

Chau. Nos encontraremos en muchos otros momentos. Tu nombre sigue aquí, prendido en tantas cosas que hemos abordado juntos y con otros que pululan por ahi.

¡Hasta siempre, Tragamuvis, Geo, Jorge Camboni!




sábado, 23 de enero de 2010

FRUTAS

Caqui, peras y mandarinas. TUPP. 2010


No sé si será por los excesos de las últimas fiestas, pero el caso es que sólo me apetece comer fruta. Me gustó la mezcla de colores de éstas que tenía en la cocina y decidí hacerles una foto.

Está un poco desencuadrada, porque tengo cierta tendencia a desviar las cosas hacia la izquierda. No es metáfora, o no sólo metáfora: he comprobado en bastante fotos que el cuadro está algo desplazado. Creo que se debe a que en el momento del disparo muevo un poquillo la cámara.

Hay cierta dominante roja, motivada por el sol de mediodía. He preferido dejarla así. A mí el aire dorado me carga las pilas.

Las frutas pasaron a mejor vida. ¡Ay! ¡Sic transit gloria mundi!

jueves, 7 de enero de 2010

Fotos


Acaba de cumplirse un año de un acontecimiento crucial para las generaciones venideras: mi regreso a la fotografía (je je). Así que he decidido abrir una serie de post para exponer mis creaciones.

Fue una vuelta acorde con mi estilo humilde, sencillo, escueto (más jejés), sin ínfulas. Así que re-comencé con una cámara compacta, relativamente ligera, aunque con algunas prestaciones a la hora de realizar ciertas tomas.

Buscaba poder llevarla en el bolso a todas partes. Si dejé de hacer fotografias fue, sobre todo, por lo pesado que resultaba llevar el equipo a todas partes.

En ese sentido, al menos, acerté. Durante este año he hecho casi ocho mil fotos, lo que hubiera sido imposible con una cámara mayor. Pero, en muchas ocasiones, ésta se me queda algo cortita. El resultado es que eso también supone un freno para esta afición mía, que no acaba de despegar. ¿Qué solución tiene esto, salvo la de contratar a un/una ayudante para que me lleve el equipo a todas partes? Ninguna, es obvio. En esas me debato.

La fotografía que he elegido para ilustrar esta pasión la hice hace ya cerca de un año, cuando estaba aún probando el nuevo juguetito. No está bien enfocada, la luz no está medida, pero me gusta.

Ese encantador caballero del bastón me abordó mientras yo fotografiaba un edificio y estuvo pegando un ratito la hebra, ponderando tanto los monumentos de alrededor como su perrito. "Puede usted hacerle una fotografía al perro, si lo desea", me dijo con muchísima amabilidad. Y yo les fotografié a los dos. Le gustó, cuando la vio por la pantalla. Me hubiera gustado conocer su dirección, para enviarle una copia.

martes, 5 de enero de 2010

¡Los pájaros!

El video no es gran cosa, ya lo sé. No tengo práctica haciendo videos. Era de noche. Llovía. Mi cámara es una compacta... Y luego, la impedimenta: En una mano llevaba un paraguas abierto y una bolsa de papel bastante grande, con el regalo de Reyes de El Cautivo. En la otra, la cámara, más o menos en vilo, aunque del codo me colgaba el bolso que se me había resbalado del hombro y que, obviamente, no podía devolver a su lugar. Paraguas, cámara, bolso y bolsa, dificultaban los movimientos. En realidad, la que estaba para que le hicieran un video era yo: lo noté por la mirada divertida que me dirigieron unos chicos que pasaban por allí.

Al menos os podéis hacer una idea del efecto y del entorno.

lunes, 4 de enero de 2010

LIBROS AL PESO VS. SU PESO EN ORO (amago pseudocrítico)

Últimamente, leo los periódicos on line, así que la única letra impresa que entra en casa es la de los libros y los folletos del carreflux. Los folletos van directamente al P.D.R.D. (punto de recogida de documentos, es decir, un cubo rojo situado bajo el fregadero), a la espera de llevarlos al reciclaje. Los libros, no. Me parezcan buenos o me parezcan malos, siempre les busco acomodo en alguna estantería. Cosa aparte es que algunos merecieran el P.D.R.D. ipso facto.

Ése es el caso de uno que me han regalado estas Navidades. Alguien de mi familia, ya sea por ignorancia, pereza o simple malevolencia, se desatrancó regalándonos ejemplares del mismo libro a varios de los que nos hospedábamos en su casa. Dice la “Single Bell que fue pura venganza por las molestias que le ocasionamos periódicamente en las fiestas de guardar.

Se trata de una obra publicada en pasta dura, de corte policíaco, situada en la baja Edad Media. Como en “El nombre de la rosa”, pero en Castilla. No pasé del primer capítulo y el primer párrafo. En él se describe un amanecer que va iluminando las diferentes partes de un castillo: almenas, murallas, torre del homenaje. Me pareció que se haría de noche antes de que el autor terminara de describir el fenómeno y el recinto. Al final del mismo (del párrafo) encontré dos veces el adjetivo “tosco/a”, separados entre sí por apenas veintidós palabras. Se trataba de un tosco y oscuro torreón, formado por toscas y oscuras piedras. No conté las veces que aparecía “oscuro/a”. El segundo párrafo empezaba con una flagrante coma entre el sujeto y predicado, y ahí es donde abandoné.

(Al día siguiente de la abortada lectura, me llamó la "Single Bell", indignadísima. Ella no tuvo más remedio que leérselo enterito mientras volvía a sus Madriles. No tenía ninguna otra lectura a mano, la película que ponían en el tren era malísima, así que se vio forzada a hacerlo. Al parecer, tras doscientas quince páginas, la solución al enigma es contradictoria con el desarrollo de la trama. Tuve que apartar un poco el auricular de la oreja: el tono de voz subía proporcionalmente al grado de irritación, y viceversa (feedback). “Demencial, demencial”, terminó gritando.)

Pero sigamos con mis libros, que no todo son penas, porque me regalaron otros varios: “Cuentos completos“, de Eça de Queirós. “Cuentos completos”, de Truman Capote. “Aurora Boreal” de Åsa Larsson y algunos más, entre ellos varios de pintura, que me encantan.

Empiezo con uno de los cuentos de Eça de Queirós. “Singularidades de una Rapariga Loura” (traducido como “Excentricidades de una chica rubia”) me quitó la espinita de los oscuros y toscos torreones del libro anterior. Tiene más capas que un vol-au-vent (volaván): humor, ironía, costumbrismo, romanticismo, misterio… Todo eso en veintiocho páginas. Y unas descripciones magníficas, lo mismo de unos calzoncillos, que de un abanico chino, que de un lugar… Transcribo un fragmento que refleja muy bien las sensaciones que a menudo tengo ante una luz, un paisaje o un sonido: “Existe en cada uno de nosotros, es cierto –por fríamente educados que estemos-, un resto de romanticismo; y basta a veces un paisaje nocturno, el viejo muro de un cementerio, un yermo ascético, las emolientes blanduras de un claro de luna, para que ese fondo místico ascienda, se explaye como una niebla espesa, llene el alma, los sentidos y la idea, y quede así el más matemático, o el más crítico, tan triste, tan visionario, tan idealista, como un viejo monje poeta”.

Hago una pausa en los cuentos y paso al libro de Åsa Larsson, Aurora Boreal, en el que finalmente me detengo. Siempre ávida lectora de temas policíacos, me gusta conocer nuevos autores que superen un poco el marco más convencional del género. Esperaré al final, a ver cómo lo resuelve. Ese es el talón de Aquiles de muchos de ellos.

Los cuentos de Truman Capote esperarán más, creo. Releí hace poco “A sangre fría” y tuve angustia durante varios días. Me invadió la desesperanza tras volver a ver -¿cuántas veces, ya?- “Desayuno con diamantes”. Necesito algo de aire, antes de continuar.

Está también el cuento “La Cenicienta que no quería comer perdices”, de N. Lopez Salamero y M. Cameros Sierra, que ya conocía de Internet. Y los de pintura, que degustaré poco a poco, a ratos perdidos.


Ahora, ¡a por los Reyes! ¿Qué será, será…?