miércoles, 31 de diciembre de 2008

FELIZ 2009

¡Feliz año nuevo a todos, gente!

:)

domingo, 30 de noviembre de 2008

Barcelona

Avenida de Gaudi. egregor46


Moleskine imaginaria, anotaciones rápidas, cinco días en Barcelona:

- Tiempo sin verte, Barcelona. Tan guapa como siempre.
- Luces a tutiplén. Parece que estoy dentro de un árbol de navidad.
- Brrrr. ¡Y eso que dicen que por aquí no hace frío!
- Gracias, muy amable. Con las obras me había despistado. (¿Por qué tendrán fama de antipáticos los catalanes, si son un encanto?)
- Bufff. En general, esto está interesante. Pero, ¡qué purazo nos acaban de soltar!
- Picasso, no toca. Els cuatre cats, tampoco. Horario escolar. Comidas, demasiado formales. Las cenas por la zona antigua no han estado mal.
- ¡Manía, lo de poner los croissans "a pelo", sin cuchillo y tenedor! Terminas pringada de migas y azúcar.
- ¡Marchando una de Ramblas!
- ¡Providencial, el fnac de la Plaza de Cataluña!
- Barrio gótico, con aguacero incluido. ¡Qué manera de jarrear!
- Pues, bueno. No es que mi acompañante sea, precisamente, la persona que yo escogería para visitar una ciudad o para echar unas risas, pero tampoco ha estado mal. Todo ha resultado mejor de lo que pensaba.

Y dos escenas de avión:

Ida: Nieva al subir al aparato. Los copos se recortan contra la oscuridad del cielo nocturno. ¿Por qué recuerdo la escena de la película Casablanca? Tal vez porque el avión también es muy pequeño, tanto que parece un avioncito de playmóvil.

Vuelta: ¡Si cojo al desgraciado que escupió el chicle en no sé qué lugar del aeropuerto, y que ahora está "restregao" y bien "restregao" en los bajos de mi parka negra, con salpicaduras en el resto de la prenda, además de estar "incrustao" y bien "incrustao" en las perneras de los pantalones, lo estrangulo allí mismo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Cuadros

La black-and-decker ha echado humo durante todo el fin de semana, haciendo taladros. Retrasamos la comida de hoy, hasta las cuatro de la tarde, para terminarlo todo. Tengo agujetas, me duelen los riñones, me he arañado en una mano, pero… misión cumplida: en total, ocho cuadros nuevos en las paredes de la casa.

Por fin, el aguafuerte que me regalaron las Navidades pasadas, cuelga de mi habitación. Se llama “Ensueño” y es de Paula Cox… En la foto se ve pequeño, compacto, y pierde delicadeza. Pero mide 75,5 X 57, más cuatro o cinco centímetros de passpartout blanco, y las líneas curvas de la figura y las plantas le dan mucha ligereza.



A pesar de que corre el riesgo de deteriorarse con la luz excesiva, lo he puesto junto a una de las ventanas. No pude resistirme al juego de sugerencias entre los dos balcones. Tal vez la mirada prestada de la mujer del cuadro me lleve alguna vez hasta ese espacio cálido en el que parece flotar ella, que imagino lleno de aromas y de sonidos…

También he colocado cerca de la cama una serigrafía algo menor, un campo amarillento bajo un cielo gris y rosa, como uno de esos paisajes palentinos interminables.

Y así hemos seguido con el resto de la casa: Una aguatinta de suaves colores, que representa un paisaje urbano, en el salón. Un aguafuerte de motivos abstractos, en la entrada. Una acuarela con barcazas y grúas, en la escalera. Una litografía con un jarrón de flores vagamente impresionista, en el rellano...

Poco a poco, tacita a tacita, he ido consiguiendo una pequeña colección de obra gráfica “original”, si es que puede llamarse original a litografías, serigrafías, grabados, aguatintas de edición “más o menos” limitada. Es una colección pequeñita, sin muchas pretensiones, a la que se suman dos o tres óleos adquiridos o regalados por amigos pintores y algunas acuarelas heredadas, de ambiente marítimo y portuario que, más que nada, tienen un valor sentimental.

No acababa de encontrarle sitio en casa, en parte porque casi no tengo paredes (los ventanales y las librerías se lo comen todo), en parte porque ya tenía colgadas algunas reproducciones que habría que retirar y que, para más inri, habían dejado la marca correspondiente en la pared. Pero las obras están para que se vean, no para tenerlas guardadas en un cilindro de cartón o tras una puerta. Y como este verano se pintó la casa, pues no había escapatoria.

Lo más difícil ha sido colocar una litografía titulada “Porcelana del Caribe”, de una artista colombiana llamada Ana Mercedes Hoyos. Es un bodegón de colores planos y restallantes: El rojo y verde de una sandía, de negras pepitas, flanqueado por frutas tropicales, en un recipiente gris antracita, bajo un entoldado rojo y naranja, sobre la arena caliente y con el mar al fondo.

Lo hemos colocado en un lugar muy visible del salón. Está cerca de un espejo de marco levemente dorado. Le sienta como a un cristo dos pistolas, pero no me importa. Una casa, como un rostro, está hecha de los contrastes que el tiempo, las necesidades y las posibilidades económicas han ido marcando, y una no puede pretender que todo cuadre en el falso equilibrio de las revistas de papel couché... Una casa es un sitio para vivir, no un escaparate.

El resultado final me gusta, a pesar de que en el enmarcado ha habido algunos desaciertos y de que no ha sido fácil combinar las obras más convencionales (las heredadas) con las más modernas. Pero, a lo hecho, pecho. Quien no se atreve, no se hace a la mar.

Eso sí, doy por cerrado el capítulo de nuevas adquisiciones. Ahora, si alguien quiere regalarme algo, lo tiene un poquillo difícil… A ver: no quiero libros, no quiero discos, no quiero cuadros, no me gustan las joyas ni las bisuterías, no me gustan las pieles, hay perfumes que nunca me pondría y no tengo sitio para un rols royce en mi garaje…

¡Si cuando dicen que soy una mujer difícil…!

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Miriam Makeba



Murió con las botas puestas, cerca de Caserte, después de participar en un concierto a favor de Roberto Saviano, amenazado por la Camorra.

Fue cantante de multitudes y activista comprometida en los derechos humanos y contra cualquier tipo de discriminación o injusticia, entre ellas, la violencia de género.

Estas son sus sencillas palabras en la ONU, pidiendo la eliminación del apartheid.





La dejo cantando, junto a otros muchos, que así es como a ella le gustaba cantar, "N'Kosi Sikeleli Africa":

jueves, 23 de octubre de 2008

La túnica del emperador

No es que yo sea una rousseaoniana irredenta. No. Sé la tela que corto y el suelo que piso. Pero flipo con el nivel de ensoberbecimiento y estupidez que puede llegar a alcanzar el Mandarín de turno, y con el grado de servilismo, en los límites del envilecimiento, de algunos de los que le rodean.

Los pelotas profesionales no cuentan, ni los trepas, que ya sabemos que alrededor de un poderoso, por mínimo que sea su poder, siempre hay una Corte de los Milagros dispuesta a todo, a mayor gloria del Mandarín y en legítimo beneficio de los pelotudos.

Tampoco cuenta, o cuenta poco, esa mayoría que se vuelve muda, sorda o ciega, según y cómo. ¿Qué culpa tienen ellos, pobrecitos, de estar mirando para otro lado justo en el momento en que dicen que cuentan que pasó no sé qué? ¿O de estar tan abstraídos en el trabajo que ni se enteraron de aquello que dicen que se dijo pero que no les consta? Y, claro, no constándoles, seamos serios, ¿cómo pueden alzar su voz en contra?


Lo que hoy me cuenta es que haya tantos que cultiven el correveidilismo y hasta la delación y la calumnia, por puro deporte. Con eso, no es que flipe, es que me quedo patidifusa.

He aquí a un hombre culto, afable, simpático y dispuesto siempre a ayudar, llamado A, compañero y amigo de otro hombre, llamado B, que pertenece a la misma organización pero a un área profesional distinta, por lo que no compiten entre sí. A toma café asiduamente con C, jefe de ambos y mandarín rín rín. ¿Qué razones tiene A para irle cotorreando a C todo lo que B ha dicho sobre él?

Allí tenemos a E, una mujer inteligente y preparada, con un futuro prometedor, que mantiene relaciones de amistad con una de sus subordinadas, F. En una de sus conversaciones, F. le confiesa a E que se siente algo discriminada por una decisión que ha tomado C, pero que prefiere no protestar porque espera que éste cambie pronto de opinión, como suele suceder. ¿Qué motivos tiene E para “dejar caer” esa confidencia en una reunión presidida por C, de modo que el mandarín, dios viviente donde los haya, monta en cólera y se la jura a la pobre F para una buena temporada?

¿Qué ganan y qué pierden A y E en esa transmisión de información, aparentemente inútil para ellos?, me pregunto. ¿Es un reflejo condicionado, porque otra gente ha hecho con ellos lo mismo y ya se han acostumbrado, o lo hacen por otros motivos? Cuestión filosófica o cuestión científica -simple balance de materia y energía-, ahí la dejo, por si alguien tiene la respuesta.

En fin, que yo no soy A, ni B, ni E ni F. Soy una X que pulula por ahí, procurando moverme por mi propio impulso, sin quedar atrapada en el orden alfabético que los atrapa a ellos. Pero eso no obsta para que –franchute que me siento hoy- reniegue del “buen salvajismo” del Jean-Jacques Rousseau y me sienta más cerca, aunque sólo sea por el título, de “La Náusea” de su semi-tocayo, Jean-Paul Sartre.

Y, para no dejar las cosas con ese sabor frío, pedante y gabachero, termino con el cuento que tanto me gustaba, ése de un niño clarividente e insobornable, que le gritó a un Mandarín, y de paso a toda la Corte aduladora y comulgante con ruedas de molino: “¡Majestad, estáis desnudo y con el culo al aire!

Para los que se hayan perdido, aquí dejo un esquema del trasiego informativo:

B --> A -->C
F-->E--> C

C = el Mandarín Rin Rin de Sable y Cornetín.
A, E = los correveidiles
B, F = los paganos

miércoles, 15 de octubre de 2008

El libro andante

Hasta ahora, ninguno de estos se había cruzado en mi camino. Lo encontré ayer en una mesa de una habitación de mi casa. El que lo trajo, lo había encontrado en un banco de un parque de Santander. Pronto, supongo, volverá a circular de mano en mano. Pero no antes de que yo también lo lea.



El libro se llama "Mujer en guerra” y es de Maruja Torres. En la contraportada hay una declaración escrita con escalpelo. Ella, Maruja, dice que el libro “es la historia de cómo llegue hasta aquí huyendo de la mujer que querían que fuera”.

La idea del libro itinerante me ha gustado. Tengo que pensar cuál pondré yo en circulación. Aún más, pensar si no será ésa la solución para una biblioteca que a veces me agobia, por el espacio que consume, por los cuidados que exige, que yo no siempre le presto, y porque al final tardas lo mismo en encontrar algo en una biblioteca pública o en Internet: Compartirlos. Dar una parte de los mismos a los demás, para que puedan leerlos.

:) Me gusta la idea. Ir dejando libros en la calle, con una de esas etiquetitas. Seguir su pista por esta página: www.BookCrossing-Spain.com

lunes, 13 de octubre de 2008

Lapsus

Tenía metida la canción entre ceja y ceja, no sé por qué. La canturreaba, distraída, cuando uno de mis amigos comenzó a acompañarme, haciendo contrapuntos con su estupenda voz, capaz de pasar de tenor a bajo sin aparente esfuerzo. Y en ésas estábamos, hasta que yo cometí el error:


Queditito,
aires, aires, aires,
airecitos,
pasito.
Soplad suaves,
Porque mi amor,
Porque mi amante,
Tranquilo pace
.


Por supuesto, no era pace, sino yace. Con las risas, fue imposible seguir cantando.

Os dejo el fragmento. Es de "Queditito, quedo", de “El gran barroco del Perú”. Los que cantan son los del "Exaudi Havana Choir", ellos, sí, sin olvidos ni equivocaciones.


viernes, 3 de octubre de 2008

¡Hace frío ya!


Discover Hace frío ya!


Hace frío ya… Los seis grados de esta mañana se notaban, incluso, bajo la parka ligera que saqué del armario según oí la temperatura por la radio.

El día amaneció azul y el sol hizo lo que pudo por calentar un rato .Los árboles están tan panchos, como sin enterarse de que pronto sufrirán alopecia galopante. Pero hace frío ya…

(La que yo canturreaba era la versión italiana, Ma che fredo fa. Esta versión española es de la película "Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí". Parece como si el autor fuera el de la banda sonora de ese film, cuando no es así).

jueves, 2 de octubre de 2008

Mujeres al volante

Os pongo otro anuncio de coches, algo distinto a al que puse hace un tiempo.




La diferencia entre ambos es sólo una cuestión de marketing, ya lo sé. Uno intenta vender un coche "Size P", "apto" para mujeres, y el otro un coche "XXL", para hombres triunfadores. Pero, en fin, por lo menos presenta una mujer eficiente al volante y nos sube la autoestima.


P.D.
:P Ya sé que la mayoría de las mujeres no aparcamos así...
y, si me apuran, la mayoría de los hombres, tampoco.

:)

viernes, 19 de septiembre de 2008

Hasta luego

Queridas y querido míos: Me cojo una semanita de vacaciones, para darme una vueltita por una parte de Andalucía... Por circunstancias -tristes- hemos aplazado dos veces el viaje, pero ahora va la vencida...

Mientras, os dejo una musica que me parece que refleja parte de lo que voy a visitar. Mi músico preferido la toca en casa con cierta frecuencia y lo hace genial. A mí siempre me deja como en suspenso. Será el directo, que tiene eso. A ver si, aunque enlatada, os gusta también a vosotros. Pero hay que escucharla entera, si no, no se llega.

Sin que sirva de precedente: Una de narcisismo

Pues sí, eso me dijeron ayer “cienes y cienes” de gente. Que estaba muy guapa. Así, yo, de natural, sin estar de fiesta ni de celebración ni nada…¡Pero qué guapa estás, L.C.@T!

Vale. Fui a la peluquería y mi Marijose me hizo un corte de pelo muy airoso. Dos horas después, cuando acabó, entré en el vestidor para cambiarme –en mi pelu insisten en que te quites la camisa y te pongas el blusón, para evitar estropicios, y tienen hasta “cambiador”, como en las UCIs-, y salí con mis ropas de paisana. Ella, que me esperaba para cobrar el trabajo, dijo sorprendida: “Huy. Qué guapa. Esa camiseta que llevas es monísima y te sienta genial. Y la chaqueta es preciosa. Hoy estás muy guapa, de verdad!”. Lo cual me desconcertó un poquillo, porque desde que la conozco jamás había hecho alusión a mi atuendo, y la miré algo desconfiada.

No obstante, me observé con atención. Veamos: Vaqueros blancos, camiseta marrón y americana beige, corta y entallada. Una ropa bastante informal, que es la que más me gusta. Estaba ya un poquillo arrugada después de llevarla todo el santo día. Pensaba volver a casa y ponerme algo distinto, porque había quedado con la gente de Música. Pero ya que a mi Mariajose le había salido tan de dentro lo de que esa ropa me sentaba muy bien, decidí llevar la misma y comprobar el efecto.

Pues sí. Otras catorce o quince personas (chicaaaas, claro), sin que nadie les animara a ello, me dijeron más o menos lo mismo: El corte de pelo, favorecedor. La camiseta, divina. La chaqueta, un amor, un modelo muy estiloso y una tela preciosa. Los pantalones, como un guante… No digo más, que fui la estrella de la reunión.

Bueno, los chicos también dijeron algo, pero eso se lo dicen a todas, igual que nosotras se lo decimos a ellos… Que son más guapísimos que un sanluís.

Total, que volví a casa con la moral subida, aunque un poquillo preocupada. A ver si va a pasar lo que dice mi tía, una mujer muy guapa(lo cual no es exactamente mi caso, a pesar de la proximidad genética). Cuando le dicen que qué guapa va, ella siempre contesta. “Cuando la guarra se lava la cara….”. Aclaro que lo de "guarra" es sólo un eufemismo, algo crudo, cierto, pero eufemismo, y que tanto ella como yo tenemos la costumbre de ducharnos todos los días.

En fin, que, ya en mi cuarto, me miré otra vez con cierto detenimiento, aunque juro y perjuro que no soy aficionada a esa variedad de introspección.

Mientras lo hacía, cómo no, una sombra apareció tras mi reflejo. Debe tener una antena especial, el muy joío, para pillarme en estas situaciones:

- Tú siempre estás guapa, reina mía –afirmó con cierta sorna la voz que surgía desde esta parte del espejo.

¡Qué va a decir él, si está cautivo!

lunes, 8 de septiembre de 2008

Mi varón cautivo



Señores (*)

Confieso que en mis mazmorras tengo un “varón cautivo” tan bien amaestrado que, cuando lee un artículo como éste, no sólo dice que es una paparruchada y echa pestes sobre el autor, sino que además se tapa la nariz.

(*) Perdonen que no añada "y Señoras", es para evitar la cuarentena por lo de la epidemia de rabia.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Su Excelencia, Don Atlante

También yo, como Arwen, tuve el viernes un ataque de risa por algo que pasó en el trabajo.

Fue así: Yo estaba en el antedespacho del "Mandamás Más Más", charlando un ratillo con la chica que trabaja allí. De pronto, vimos entrar por la puerta a Su Excelencia, Don Atlante, cual titán bigotudo y bronceado.

A mí me sorprendió, porque desde que estoy en ese edificio nunca lo había visto por allí. La otra se quedó de piedra y se levantó como un resorte para recibirle.

- Buenos días - dijo él con determinación, como hombre que sabe lo que hay que hacer y va dispuesto a hacerlo.

Se dirigió directamente hacia una pared situada tras de mí, preguntándome, al pasar:

- ¿Qué hay, L.T.@C? ¿Te tratan bien aquí?

No tuve tiempo de contestar, antes de ver cómo abría la puerta de un armario empotrado y se metía dentro, diciendo con autoridad:

- José Miguel, luego no digas que…

Al volverse, su cara era un poema, confusa y desencajada, la seguridad de cemento armado por los suelos.

Logré mantener la compostura, poniendo mi “expresión impenetrable", mientras escuchaba a la otra, que decía:

- No, no. Ése es el cuartito de los abrigos. José Miguel está por aquí.

El mentado, hombre de rápidos reflejos, cual perro de Pavlov, había reconocido la voz de su amo y salió escopetado del despacho para recibirle.

Hice mutis por el foro y corrí a los servicios, para soltar la carcajada. Tras de mí, siguiéndome los pasos, vino la otra “testiga”. Qué jartá, pero que jartá de reír.

Moraleja cervantina: los oficios y cargos graves, o adoban o entorpecen los entendimientos.

domingo, 31 de agosto de 2008

Lenguaje

Yo soy de las que opinan que el lenguaje sirve para decir y para no decir, para nombrar y para callar, para mostrar y para ocultar. El nuestro me parece un lenguaje sexista y me gustaría que evolucionara (no digo rrrr-evolucionara) para hacerse cada vez más acogedor hacia las mujeres.

Algunas peticiones más o menos desafortunadas, como la de “miembra”, no pasan de ser anécdotas que no pueden empañar las reivindicaciones, fundadas, de que entre todos construyamos un lenguaje que nos señale a todos, hombres y mujeres. Como tampoco la ferocidad de algunos académicos, que han cruzado la frontera del respeto con sarcasmos absolutamente fuera de lugar en sus respuestas a esas peticiones, debe hacernos pensar que la RAE está constituida por una pandilla de innnnn-volucionistas. A mí me consta que no, en ambos casos.

Algunas bromas sobre este asunto, por más que sean divertidas, llevan su dosis de ridiculización de las peticiones de “las feministas”, su pequeña descalificación incorporada. Otras, no.

Me mandaron una que me hizo mucha gracia. Cuando la leí, pensé que lo mismo valía para que el chiste lo contáramos nosotros (los hombres y mujeres que abogamos por un cambio en el lenguaje) como para que lo contaran los otros (los hombres y mujeres que piensan que pedir cambios es ridículo):

-Papá...
-¿Hummmm?
-¿Cómo es el femenino de sexo?
-¿Qué?
-El femenino de sexo.
-No tiene.
-¿Sexo no tiene femenino?
-No.
-¿Sólo hay sexo masculino?
-Sí. Es decir, no. Existen dos sexos. Masculino y femenino.
-¿Y cómo es el femenino de sexo?
-No tiene femenino. Sexo es siempre masculino.
-Pero tú mismo dijiste que hay sexo masculino y femenino.
-El sexo puede ser masculino o femenino. La palabra «sexo» es masculina. El sexo masculino, el sexo femenino.
-¿No debería ser «la sexa»?
-No.
-¿Por qué no?
-¡Porque no! Disculpa. Porque no. «Sexo» es siempre masculino.
-¿El sexo de la mujer es masculino?
-Sí. ¡No! El sexo de la mujer es femenino.
-¿Y cómo es el femenino?
-Sexo también. Igual al del hombre.
-¿El sexo de la mujer es igual al del hombre?
-Sí. Es decir... Mira. Hay sexo masculino y femenino. ¿No es cierto?
-Sí.
-Son dos cosas diferentes.
-Entonces, ¿cómo es el femenino de sexo?
-Es igual al masculino.
-¿Pero no son diferentes?
-No. ¡O sí! Pero la palabra es la misma. Cambia el sexo, pero no cambia la palabra.
-Pero entonces no cambia el sexo. Es siempre masculino.
-La palabra es masculino.
-No. «La palabra» es femenino.
-Si fuera masculino seria «el pala...»
-¡Basta! Anda a jugar.


El muchacho sale y la madre entra.

El padre comenta:
-Tenemos que vigilar al chiquillo.
-¿Por qué?
-Sólo piensa en gramática.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Até logo




Como una cría que juega a ser exploradora, he comprobado la ruta en los mapas, en las guías digitales y en la del GPS. Al final, como siempre, seguiremos la señalización vertical. Pero que nadie diga que voy a tontas y a locas. Por lo menos, me ha quedado claro que tengo que entrar por la salida 5 de la IP1. ¿O era por la salida 1 de la IP5?


lunes, 18 de agosto de 2008

Verano (2)

Os pongo fotos de las plantas citadas en la entrada anterior. Por supuesto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia... Aunque las mías también tienen su puntito... a veces :P


Glicinia:



Bignonia:



Jazmín chino:



Abelia:



Lavanda:



Ipomea:


Madreselva






Cupresus:

Verano

Está radiante el seto de la entrada. Cinco o seis metros en los que se mezclan la madreselva roja, el jazmín blanco, la glicinia violeta, los ramos de campánulas anaranjadas de la bignonia... Casi un milagro, tras la drástica poda de últimos de mayo.

Pero, mira, se recuperaron pronto y ahora florecen en un totum revolutum de colores y olores. A mí me gusta mucho la glicinia: Las flores parecen enormes, aunque en realidad son pequeñitas, como las de los guisantes de olor. Se agrupan formando grandes penachos, racimos de más de quince centímetros, muy abundantes y espectaculares. El suave color azul violáceo, el olor, con vagas notas de vainilla, contribuye al efecto relajante. La bignonia es mucho más cálida y da alegría, con flores grandes rojo-anaranjado en forma de farolillo o de trompeta. Debajo, asomando entre los huecos que dejan las de más porte, está el humilde jazmín chino, de elegantes hojas verde oscuro y pequeñas flores blancas y un aroma suave que no agobia. La madreselva roja tiene flores que, una a una, parecen salidas de un dibujo japonés, con los pétalos largos y estrechos de color rojo laca y airosos estambres amarillos, pero carecen de olor o es poco perceptible.

Las macetas se han resentido de la falta de atención: casi todas están secas y sin flores. El macetón de lavandas fue campo de batalla de la guerra que declaré a un avispero, armas químicas incluidas, y le han salido unas ramas raras, que temo sean mutantes. El de abelias, sin embargo, ha dado flores todo el tiempo que exhalan su olor dulzón y persistente. De una jardinera nacieron unos yerbajos extraños, luego descubrí unas bolitas verdes que he identificado como futuros tomatitos sherry, supongo que saldrían del tomate que enterré el año pasado. Hay otra en la que ha florecido, sin que yo advirtiera antes su presencia, una ipomea, que se enreda en los tallos de otras plantas. Con la luz del alba, se abren campanillas moradas con estambres blancos. El sol las marchita pocas horas después, pero a la mañana siguiente salen flores nuevas.

En la otra parte, tras la casa, están los dos setos de madreselva blanca y el frontal de cipreses. La madreselva blanca es mucho más discreta que la roja, pero a cambio huele intensamente, sobre todo por la noche. Es un olor parecido al de azahar, algo más tenue. Un olor de verano, de calor, de noche estrellada, de sentidos en estado de máxima alerta... En el Norte también he visto madreselva, pero sin aroma. Como dice mi amigo M., cántabro de nacimiento y de convicción: “Desengáñate, aquí no huele nada. Sólo huele el mar”. Cierto, ¡pero cómo huele!

También en esta parte hubo una poda drástica, incluso más tardía. Pero sólo las del seto que da al Este, que estaba más crecido e invasivo. El pobre se quedó en el chasis, mostrando el entramado interior de ramas enmarañadas, tan secas que se dirían muertas. El otro lado, el del Oeste, algo menos salvaje, se dejó sin podar, y ahí está, dando flores y flores de olor, cumplidor, como es su obligación.

Los que no levantan cabeza son los pobres cipreses. Bueno, la cabeza, sí, que miden seis o siete metros. Y el pie, también. El mal lo tienen por el centro. Se habían hecho tan grandes y hermosos (quantum lenta solent inter viburna cupressi, escribió Borges en su cuento "Las hojas del ciprés" - Los conjurados, citando, sin citar, a Virgilio) que, hace dos o tres años, hubo que encargar la poda a jardineros profesionales. Vinieron con esos artilugios elevadores, como púlpitos móviles, provistos de cortasetos y maquinaria potente, y sajaron por donde quisieron. Por ahí les vino la peste a los cipreses. "Tengo un solo enemigo. Nunca sabré de qué manera pudo entrar en mi casa...", decía el argentino en las primeras líneas del relato. En este caso, sí que se sabe como entró: a través de las herramientas contaminadas por los hongos de otros árboles a los que se les había amputado las ramas enfermas con el mismo "material quirúrgico". Pocas semanas después de la intervención, aparecieron los primeros síntomas. Por más que se les ha fumigado, el mal avanza. Se secan y se les caen las hojas poco a poco. A través de las calvas, puede verse ya “el otro lado” de la frontera.

Y ésa es, quiza, la única ventaja. El espacio exterior. Antes se veía sólo cielo, la Polaris presidiendo las noches despejadas. Ahora puede verse, incluso desde el interior de la vivienda, un “paisaje escénico” variado, mezcla de elementos naturales y artificiales, antiguos y modernos, que tiene su gracia y hasta diría que su belleza.

Podríamos reflexionar sobre las barreras que interponemos entre nosotros y los demás, preguntarnos si una valla nos protege o simplemente nos convierte en presos, si somos nosotros los que quedamos ocultos a los ojos del mundo o más bien es el mundo el que queda oculto a nuestros ojos... Podriamos. Podríamos filosofar un rato. Pero, ¡cuagüenlamar con los jardineros!

lunes, 11 de agosto de 2008

Sin orden ni concierto – Cajones de-sastre

La lista de 100 libros que publicaba ayer “El País Semanal” es una buena lista.
En lo primero que me fijé fue en los autores que yo no he leído, como Mijail Bulgakov, por ejemplo. Luego, en que hay poquisíma poesía y poquísimo teatro (Shakespeare y poco más), y si pienso en poesía y en teatro me extraña que no aparezcan más alemanes o ingleses o franceses. Que Vargas Llosa aparece tres o cuatro veces, y Gabo sólo una. Que no está Capote. Que Neruda se encuentra muy atrás…

Pero, claro, no es una lista de los cien mejores libros, sino de los cien libros que cambiaron las vidas de los encuestados.

Yo no sé qué libros pueden haber cambiado mi vida. Creo que ninguno en particular y todos en general. Recuerdo el impacto que me produjeron algunos, pero es probable que me influyeran más otros que leí antes y que me empaparon sin grandes estremecimientos, como la lluvia fina empapa la tierra, sin arrastrar pero haciendo que germinen las semillas. No lo sé.

Recuerdo una noche febril, cuando cayó en mis manos un libro de Jack Kerouac y lo leí de un tirón, aun a costa de un examen que iba a tener al día siguiente. El descubrimiento asombroso de los relatos del “Aleph”. El zarpazo de los cuentos de Lovecraft. El submundo acerado e irónico de la novela negra. El viaje a ninguna parte de “Gordon Pynn” o “la aventura equinoccial de Lope de Aguirre”. “Esperando a Godot”, que me dejó sentada. “La señora Dolloway”. “La Metamorfosis”, sí, que me dio un juju enorme. “La Peste”, de Camus. “El Cuarteto de Alejandría”, “Trópico de Cáncer”, “A sangre fría”. Margueritte Duras, Anaïs Nim...

Antes habían estado las novelas que me habían llevado a vislumbrar los caracteres de los demás: Flaubert, Sthendal, Tolstoy, Dostoivski, los dos Mann (Thomas y Friedrich), D. H Lawrence… Creo que los leí antes de poder comprenderlos del todo y supongo que los re-interpreté a mi manera.

Becquer, Poe, Haggard: “Ella”(She) me impresionó, aunque me aburrieron las secuelas. Mary Shelley. Andersen.

Antes aún, “La Isla del Tesoro” y el “Huckleberry”, que los he leído también después y me han vuelto a encantar. Algunos de Verne. Pero no el “Moby Dick” de Melville, vaya usted a saber por qué.

Las Alicias, El Libro de la Silva, Kim de la India, Peter Pan...

Y claro, las aventuras de los cinco personajes de Enyd Blinton, por la que se abrió una de las venas más persistentes de mi lecturas: la detectivesca y misteriosa, que va desde A. Christie a Conan Doyle, pasando por Wilkie Collin, Ellery Queen, Simenon, Dashiel Hammet. Maurice Leblanc, Humberto Eco o Margarite Yourcenar y que, si no me ha descubierto gran cosa -al fin y al cabo, los misterios son siempre los mismos- sí que me han permitido imaginarme muchas sociedades y me han ha dado muchos ratos de honesto placer :P. La última de ese estilo la terminé hace dos semanas: "Los hombres que no amaban a las mujeres", de Stieg Larsson.

Siempre he ido mucho a las bibliotecas. Cuando decidí empezar a leer "en serio", usaba como guía los libros de texto de literatura. El primer día no se me ocurrió otra cosa que pedir “El poema del mío Cid” para llevarme a casa: Cuando me sacaron un libraco enorme, casi un incunable, sentí tal vergüenza que creí morir, y estuve más de tres meses sin volver a aparecer por allí. A pesar de todo, de esa época data mi gusto por la literatura clásica, española o no.

Hay que hablar también de dos cajones provindenciales: Los que dejó a nuestro cargo un amigo mayor, que se fue a la USA a hacer el doctorado. Dos cajones perfectamente embalados,que nosotros fuimos desvalijando igual que un ladrón de tumbas saca los tesoros de la cámara real. No sé ya qué ni cuánto leí entonces, pero sí que esas lecturas me dieron la vuelta del revés y del derecho. Recuerdo, entonces, leer a Walt Witmann (que conocía por las referencias de G. Lorca, pero que no había leído), a Mallarmé, a Baudelaire (siempre recordaré un frío hostal de Toledo, y mi amiga Ch. y yo, cada una en su cama, recitando a voz en grito versos de "Las flores del mal"). Recuerdo, Rayuela, Bomarzo, El manuscrito encontrado en Zaragoza, El Ulises, Dublinesses... Novela, poesía, teatro, ensayo, filosofía, todo mezclado, sin orden ni concierto. Fue impactante. Creo que aún no lo he digerido.

Por esa época, creo, también leí “La interpretación de los sueños”. Y aunque no creo que el psicoanálisis sea una ciencia, sí que creo que aborda con una intuición enorme alguna de los aspectos más importantes del ser humano. En ese sentido, creo que fue para mí un libro muy importante.

Y hay otra casualidad y otros cajones que me llevaron a descubrir mucho antes, con apenas siete años, un libro que no reconocí hasta mucho tiempo después. Pero esa es otra historia.

viernes, 8 de agosto de 2008

IN MEMORIAM DE "SANCI" (*)


Discover Gabriel Fauré!


Como si de un rosario inacabable se tratara, van cayendo ante sus verdugos. La de ayer sólo tenía 18 años. Ocurrió en la misma ciudad en la que vivo.

Alguna vez me cruzaría con ella por la calle, en un parque, en la parada del autobús, en la Plaza, en una de las tiendas de ropa del centro… Veo en la prensa su carita seria y su melena rubia, la niñez apuntando en cada uno de sus rasgos, y siento un dolor lleno de desesperanza.

Suelo alzar la voz, todo lo firme y potente que puedo alzarla, contra los asesinatos y la violencia de género. Pero hoy sólo me sale el lamento ante lo irreparable.

El asesino también es joven: tiene 19 años. En la foto, parece guapo y apuesto. Y pienso con ironía amarga en esa creencia tan generalizada, que racionaliza su mala conciencia afirmando que el machismo es cosa del pasado y que los jóvenes de hoy no sufren de esa enfermedad. Siempre me ha parecido una creencia equivocada. Hoy, me parece peligrosa.

Otro lugar común, mil veces repetido en los corrillos, conmocionados por la muerte de la paisana: “!Qué desgracia! Este chico ha destruido dos vidas, la de su novia y la suya. Y dos familias!”

No, mire usted, no se han destruido dos vidas. Se ha destruido una: la de la chica.

A él el asesinato le creará problemas, es indudable. Tendrá un juicio justo, de lo cual me alegro. Pasará un tiempo en la cárcel, que probablemente reducirá mucho por buen comportamiento, porque todos insisten en que “es un chico bueno y formal”; tal vez, por estudios, ya que está en la edad. A lo mejor con 25 o 26 puede estar en la calle, enamorarse de otras, rehacer su vida.

No siento pena por él. No quiero comprenderlo. No quiero saber qué razones oscuras se metieron en su mente y le llevaron a creer que podía asesinar, que asesinar es tolerable, que asesinar es admisible cuando una tía te hace daño o te desprecia, cuando una tía no se pliega a tus deseos o, simplemente, cuando una tía deja de quererte.

No es momento de sentir pena por él. Es momento de señalar su culpa, de mostrar el abismo de su crimen. Es momento de que nos protejamos de él y de los que son como él.

Quiero que la sombra de Caín le persiga siempre. Que nadie olvide nunca, ni él ni los demás, que una vez mató deliberadamente, que fue capaz de destruir la vida de una niña, la misma cuyo cuerpo comienza hoy a pudrirse en la fosa donde le han dado sepultura.

¡¡Deslegitimación social para los maltratadores!!
El maltratador es un cobarde, un delincuente y puede llegar a ser un ASESINO.
En 2008, 39 mujeres asesinadas en España por violencia de género. No seas cómplice.


Las cursivas son mi "firma" en un determinado foro. Desgraciadamente, las cifras hay que actualizarlas con frecuencia.

(*) A María San Cipriano la llamaban "Sanci" en su colegio, en el que estaba desde "Infantil" y donde ahora cursaba Segundo de bachiller. Ayer murió, matada por Víctor Manuel Guerra, su novio desde hacía dos años, del que ella se había "des-enamorado".

domingo, 3 de agosto de 2008

Hechos innegables

Me encanta esta canción.

Hace varios meses que me pasaron dos CDs de esta mujer, pero no los había escuchado. Quizá porque estaban a mano, los he puesto bastante durante las dos semanas que he estado solita en casa, haciendo de mi capa un sayo y disfrutando de todo el tiempo para mí.

Una música ambiental, suave, que acompaña bien cuando se hacen otras cosas. Agradable, sin más, pensaba.

Hasta que me encontré el otro día canturreando este tema, mientras paseaba en bicicleta junto al río.

Sonreí, no pude por menos. ¡Qué claritas se tienen a veces las ideas!

There are nine million bicycles in Beijing
That's a fact
It's a thing we can't deny
Like the fact that I will love you 'til I die

We are twelve billion light years from the edge
That's a guess
No-one can ever say it's true
But I know that I will always be with you

I'm warmed by the fire of your love everyday
So don't call me a liar
Just believe everything that I say

There are six billion people in the world
More or less
And it makes me feel quite small
But you're the one I love the most of all

We're high on the wire
With the world in our sight
And I'll never tire
Of the love that you give me every night

There are nine million bicycles in Beijing
That's a fact
It's a thing we can't deny
Like the fact that I will love you 'til I die

And there are nine million bicycles in Beijing
And you know that I will love you 'til I die



Discover Katie Melua!

sábado, 2 de agosto de 2008

Mamada

Cuenta la leyenda que nuestra galaxia nació cuando una diosa enojada retiró bruscamente el pecho de los labios del niño que amamantaba, dejando un rastro de leche derramada en el vacío del universo.

Y tal vez sea ese ilustre precedente de rechazo el que se invoque desde lo socialmente correcto. O a lo mejor sólo es desprecio, dureza de corazón, ridiculez de nuevo rico, perversión victoriana que reprime lo biológico y que, a pesar de la aparente libertad de costumbres, perdura en el siglo XXI.

La lactancia en público nos parece cosa de gente poco respetable o, en todo caso, primitiva.

Fui testigo ayer, cuando una joven gitana con el hijo entre los brazos esperaba pacientemente la llegada de un funcionario, que se demoraba más allá de la media hora del café.

El crío, de muy pocas semanas, reclamó la teta con un llanto tan agudo que sonó como una alarma en el recinto.

La mujer, de no más de 20 años, se resistió todo lo que pudo. Pero el niño insistía con alaridos acuciantes.

“¿Le puedo dar de mamar en el servicio, señorita?”, preguntó.

No sé si la “señorita” entendió las necesidades de la madre y del lactante (distintas, aunque sincronizadas: la mujer por descargar, el niño por recibir), o fue que le pareció excesivo, por más insignificantes que parecieran ambos, enviarles a las letrinas. El caso es que señaló una bancada situada en la zona más oculta de la sala.

Con la naturalidad que da el hábito, la chica se sacó el pecho, entreabriendo los botones de una blusa amplia y ligeramente escotada. Desde mi posición, la mama quedaba oculta por la cabecita del niño y el abrazo de la madre.

No había mucha gente. Pero algunos demostraron bien a las claras, con miradas de reconvención, sonrisas despreciativas y pequeños comentarios, la opinión que les merecía la situación: Intolerable.

Transgresión de la convención. Exposición impúdica de lo íntimo. Invasión de lo público por lo privado. Ataque en toda regla a “su derecho” a no ver cosas “desagradables”. ¡Pero a dónde vamos a parar!

La gitana percibía, cómo no, la censura. Y encogió los hombros y la espalda, inclinó la cabeza y acurrucó aún más al niño entre los brazos. Se replegó, intentando confundirse con el entorno.

La estrategia, a medias entre la del caracol y la del camaleón, no funcionó: Bien a las claras se veía su condición de mamífera irredenta.

El señor del traje gris acero, camisa azulada y corbata a juego, que se dirigía a uno de los despachos, decretó, indignado, entre dientes pero de forma perfectamente audible: “Esto es inadmisible”.

Cuando el hombre se alejó unos metros, se alzó una voz anónima, que atribuí a una mujer de pelo rojizo, con cierto parecido a la modelo de grandes ojos que tantas veces posó para Modigliani:

- Pues cuando enseñan las domingas en top less bien que te gusta, ¡cabrón!

¿La oyó o no la oyó el capitoste de traje acerado? En cualquier caso, él cuadró los hombros y apretó el paso, acentuando aún más su aspecto de autómata al que acabaran de dar cuerda.

Algún murmullo de aprobación hubo. Pero los más desviaron la mirada, incómodos.

¡Qué hipocritones somos! Mucha licencia por maternidad y por paternidad, muchas ayudas sociales (o pocas) por nacimiento/adopción (en mi municipio dan 300 €, más otros 600 de la CC.AA, no es demasiado pero es es algo), mucho ir habilitando espacios en los aseos públicos para cambiar a los bebés, mucha fiesta religiosa dedicada a la Madre por excelencia... Pero estamos dispuestos a lapidar socialmente a la mujer que se saque una teta para amamantar a su hijo en público.

Por favor, paren en la próxima, que yo me bajo.

martes, 29 de julio de 2008

latania

En una de mis estanterías encontré “Ocnos”, de Luis Cernuda, que no recuerdo haber leído. Son relatos cortos con títulos como “Sombras”, “El amante”, “La llegada”… Empiezo por el de la página 23, “El huerto”, que comienza así:

Alguna vez íbamos a comprar una latania o un rosal para el patio de la casa. Como el huerto estaba lejos había que ir a coche; y al llegar aparecían por el portalón los senderos de tierra oscura, los arriates bordeados de geranios, el gran jazminero cubriendo uno de los muros encalados”.

Termina describiendo el invernadero con 'el verso del poeta gongorino’ (?): "Verde calle, luz tierna, cristal frío".

No me cuesta sumergirme en la atmósfera de aire perfumado del relato, quizá porque mientras leo llegan hasta mí aromas de geranio y de jazmín, con toques de yerba y resina.

Me divierte lo de “ir a coche”, expresión perfectamente simétrica a la de “ir a pie”. Un desliz, casual o intencionado. Una errata de imprenta, quizá. Las preposiciones tienen su intríngulis (las proposiciones, también). Ahí, yo hubiera propuesto lo del coche de San Fernando: un rato a pie y otro andando.

Y aún queda lo de las “latanias”. Me pregunto si tendrán el porte acogedor y plácido que sugiere su nombre. Si echarán flores. Si serán perennes o caducas. Si me gustaría plantarlas junto a mi casa. Si podrían vivir en el clima extremo de Cordura. Escéptica, aunque curiosa, me hago el firme propósito de buscar información.

Vuelvo al libro. Por el color ligeramente amarillento de las páginas, debe llevar ya algún tiempo en mi biblioteca. ¿Por qué no lo había leído aún? Se terminó de imprimir en septiembre de 2003 y seguramente llegó a mis manos poco después. Me molesta acumular libros sin leer. Me repelen las bibliotecas-trastero tanto como me fascinan las biblioteca inexploradas.

Luego, observo que en una esquina de la portadilla hay una anotación a lápiz. En minúsculas, apenas marcada sobre el blanco de la hoja, alguien, con una letra exactamente igual a la mía, escribió: “latania”. No cabe duda de que fui yo.

Y me veo a mí misma, cuatro o cinco años atrás, leyendo ese mismo relato, ese mismo párrafo, fijándome en la misma palabra, preguntándome sobre la misma planta y apuntando el nombre en una de las primeras hojas, para no olvidarme de que deseaba conocer algo más.

Por si acaso, por romper el bucle, busco "latania" en el google. Es un tipo de palmera.

jueves, 10 de julio de 2008

Teresa y el Oso (y 5)




pero en ese momento...

…la bruja Granuja se interpuso, y con aire trágico gritó: “¡Tú no eres el duque, farsante! No puedo soportar este atropello. ¡Yo no sirvo para bruja! Lo hago para complacer a mi familia. El duque Sigfrido es el molusco”, y la bruja se fue llorando, mientras el oso, conmovido, corría tras ella, ofreciéndole la margarita.

Todos felicitaron al molusco, quien avanzó hacia la princesa lentamente, como un duque. Mientras el molusco agradecía los aplausos, Teresa lo tomó con amor, y lo depositó suavemente sobre la palma de su mano. Y ante el asombro y el esfuerzo de Teresa, el molusco se fue transformando en un joven esbelto y hermoso: El duque Sigfrido.

Allí están Sigfrido y Teresa, con los corazones entrelazados, mirándose a las manos y con los ojos latiendo al unísono. Y ya inician su triunfal regreso al palacio. Los animales los escoltan en eufórico cortejo.

Todos bailan alegremente. Y allá van, encabezando el cortejo, el duque, la princesa, y su flamante dama de compañía que no es otra que...

... disfrazado,

...el oso Libidinoso
.

FIN


Capítulos anteriores:
Un Cuento Feliz (1)
Un cuento feliz (2)
Un cuento feliz (3)
Un cuento feliz (4)

lunes, 7 de julio de 2008

Teresa y el Oso (4)



De pronto, los gansos, viendo llegar al pajarillo y a la mariposa, bramaron: “Ustedes dos, ¿qué hacían la noche en que el duque fue hechizado?”. “Nada, nada”. “¡Confiesen!”.“Y bien, sí, pero nos vamos a casar”.

Un fracaso más. Otra triste desazón invadió a la princesa.

Teresa alzó sus bellos ojos, como implorando ayuda a los que la rodeaban. Hasta que su mirada se cruzó con la del jabalí Alí. “¡Miren!, ¡Sí, sí, no hay duda!”, dijo la princesa, “¡el jabalí tiene la misma mirada que el duque!”. El jabalí, con sombría voz, declaró: “Es que yo no soy un jabalí”. “¡Oh!”. “¡Yo soy... ¡”. “¡Él es... !”. “Un duque hechizado”. “¡El duque Sigfrido!”. “No, el duque de Mantua”. “¿Y que haces aquí?”, preguntó sorprendida la princesa. “¡Me echaron de Rigoletto!”.

La última posibilidad había fracasado. Otra triste desazón más invadió a la princesa.

De pronto, de la espesura surgió el oso Libidinoso y exclamó: “¡Aguarden! ¡Al ver a Teresa recuperé la memoria! ¡Ahora entiendo la causa de mi vergonzoso desenfreno! ¡He sido víctima de un hechizo cruel! ¡Gracias, amor mío, por venir a salvarme! ¡Yo soy el duque Sigfrido!”.

Dicho esto, el oso arrancó una margarita, y viendo la alegría en el rostro de la princesa Teresa, se dirigió a su encuentro triunfalmente. El oso le ofreció la margarita a la princesa, pero en ese momento…


"Teresa y el Oso". Les Luthiers. (Continuará)

Capítulos anteriores:
Un Cuento Feliz (1)
Un cuento feliz (2)
Un cuento feliz (3)

domingo, 8 de junio de 2008

Meme

Desde hace días, tengo pendiente responder al meme al que me invitó La Viajera.

Hay que decir cinco cosas que no me importan y cinco cosas que me encantan.

A mí no me importan, porque no me interesan:

1. La fórmula 1. Hace muchísimo ruido y el Alonso me cae gordo (ya lo he dicho, ¡hala!).
1. El chiquilicuatre, y similares. He conseguido no ver ningún video del susodicho, ni escuchar la canción entera.
3. La vida de Joaquín de Dinamarca.
4. Las preferencias sexuales de mi vecina, ni su forma de joder.
5 Las novelas de Ken Follet.

No me importan, porque me dan igual:
1. Decir que “no”, si tengo que decirlo.
2. Que ciertas personas “censuren” moralmente mis ideas o mi comportamiento.
3. No haber ido al Caribe.
4. Ignorar algo: una obra, un autor, un hecho, una noticia…
5. El más allá.

Me encanta:
1. Ir de vinos y de pinchos.
2. La luz dorada que entra por las ventanas (cuando entra). Y la que se cuela entre la copa de los árboles.
3. Los olores (buenos).
4. Ciertos tactos y contactos.
5. Casi todo lo que dice y hace cierta persona. A veces, sin motivo, lo sé.
6. Ese tipo de bondad que no está reñida con el carácter fuerte, y que se expresa incluso con el ceño fruncido. La que más, la de alguien con quien comparto casi todo.

(son seis, sí).

- Y ahora, como dije en el Blog de la Viajera, paso el testigo de este Meme a FLaC y al Alelo. E invito a todo aquel que lea a esto a hacerlo, si le apetece y si aún no lo ha hecho.

sábado, 7 de junio de 2008

Come again!



Ayer fue el Concierto de fin de curso de “música del renacimiento y del barroco”, en el Conservatorio profesional. Asistí, interesada, como siempre, en la actuación de mi músico preferido, que ahora toca la vihuela e interpretó dos temas en solitario (de Luys Milán y Luys de Narváez, respectivamente) y un dúo con otro vihuelista, “Echo Almain”, de un autor inglés. Las grabé en mi mp4 todo terreno, pero las he perdido al editarlas para colgarlas aquí. :(

La novedad fueron las violas de gamba, artilugio fascinante, cuyo tamaño puede de ir desde el pequeñito (algo mayor que el de una viola tradicional) hasta el más grande (un poco menor que el de los violonchelos). Otra variación fue el clavicordio, con el que una joven profesora acompañaba a los ejecutantes.

Estaba también la soprano adolescente, de la que ya hablé en otra entrada. Cantó “Come again!”, acompañada de un conjunto de cuatro violas de gamba y un laúd. Resultó precioso.

Ese es el tema que suena, compuesto por John Dowlands (1563-1626), y cantado por Kathleen Battle, una soprano que fue muy controvertida por motivos extramusicales.

La estudiante de canto que la interpretó ayer compesaba su menor técnica con una sinceridad y una pasión que resultaron emocionantes. El acompañamiento musical también era muchísimo más rico. Cinco músicos, en total: una mujer embarazada, con una camiseta bien ajustada que marcaba su barriga de cinco o seis meses, un niño de unos once o doce años, un chaval de unos catorce, otro de casi treinta, y el laudista con barba bien cerrada negra como el tizón. Me gusta esa mezcla de edades y estilos que se ve en el Conservatorio.


Come again,
sweet love doth now invite,
thy graces that refrain
to do me due delight.
To see, to hear,
to touch, to kiss,
to die with thee again
in sweetest sympathy…


Esta canción, precisamente, es un ejemplo de lo que ya comenté en aquella otra entrada: Que mientras los músicos actuales anglosajones siguen cantando su música tradicional, en España nuestro repertorio se ha relegado a la categoría de “música culta”, sólo para “entendidos”, y poco menos que la consideramos “un rollo”.

En youtube podéis ver la interpretación que hace Sting de esta bella canción, “Come again!”, acompañadose de laúdes (el suyo, y el de un profesional muy afamado). Pero antes de plusar el "play", no olvidéis cerrar el reproductor de arriba, que si no sonarán los dos al unísono, como nuestros corazones :P)


lunes, 2 de junio de 2008

Coral





Así cantamos nosotros. Ya sabemos que nos somos The Monteverdi Choir, pero trabajamos mucho para llegar a “esto” y, mejor aún, disfrutamos como enanos haciéndolo.

La semana pasada dimos nuestro Gran Concierto de fin de curso, aunque aún nos quedan algunos ensayos antes de las vacaciones. Programa: Un espiritual negro, un tema muy pícaro del siglo XV, otro también muy pícaro del s. XVIII, una canción portuguesa, una canción vasca, una canción popular española, una muñeira gallega, una salsa colombiana, y el broche de oro, la Cantata de Bach.

Y todo ello en las lenguas vernáculas, c'est à dire: Inglés virginiano con acento algodonero, lengua franca de la Europa romance del Renacimiento, italiano pre-garibaldino, portugués colonial de las Azores, euskera de profundo caserío, castellano granaíno, alegre galego con aires de gaita, seseante hispano de ultramar, y severo alemán post-luterano… Y todo a la perfección, porque somos políglotas, además de polígluteos.

En ese concierto, para el Jesus bleibet meine Freude nos acompañaron un flautista y una pianista, ambos maestros con muchas tablas, a lo que pudimos colegir en el directo, puesto que no les conocíamos de nada ni habíamos tenido el placer de ensayar juntos. Aún así, la cosa funcionó.

Con mayor fortuna y acompañados de una gran organista, que además ha sido nuestra directora de coro durante algún tiempo, en diversas ocasiones hemos cantado este mismo tema en la Catedral Vieja y en la Capilla de a Universidad.

La versión que oís –los que la oigáis- es la única que tengo grabada. La cantamos en la Capilla de Sotomayor, hoy secularizada, que forma parte del complejo que los dominicos tienen en San Esteban. Entonces nos acompaño un sexteto de cuerda bastante bueno, formado por miembros de la Orquesta Regional de Castilla y León, que no sé por mediación de quién se avino a tocar gratis con nosotros.

Tampoco habíamos ensayado nada, y fue un “seguidme, o pereced en el intento”. Algunos de mis compañeros no quieren ni volver a oírlo, no por la orquesta, evidentemente. Yo sí, porque sé cuánto hemos trabajado y practicado, nosotros, unos aficionadillos del montón, para conseguir eso, aunque sólo sea eso.

Los micrófonos los colocó un amigo semi-profesional. Sólo unos poquitos (creo que dos). en la primera línea, así que las voces quedan un poco distorsionadas. Las de los hombres se oyen bastante poco, y eso que son muchos y bastante buenos.

Los aplausos del final fueron de verdad, no son de lata. :)

:) Gracias por escucharlo. Y se lo dedico a una mujer con alma de soul, que dijo que le gustaría escucharme.



viernes, 30 de mayo de 2008

La doncella y la luna





Asistí al nacimiento de esta canción, “La doncella y la luna – The Maiden and de Moon”. Estaba presente cuando se escribieron las primeras estrofas, durante un largo viaje en automóvil, y me acuso de haber sido renuente a extraer dos o tres hojas de mi agenda para prestárselas al autor. Aprendí a reconocer partes dispersas de la melodía, antes de saber que tenían un hilo conductor. La escuché desnuda de artificios, sólo la voz y la guitarra acústica, cantada y recantada, y me pareció que, siendo siempre la misma, iba cambiando, depurándose, puliéndose a golpe de garganta y de guitarra. Luego escuché el midi, vi las partituras, supe de su inclusión en una maqueta, de la necesidad de viajar a la capital del Virreinato para registrarla, y finalmente la oí en el CD que con tanto esfuerzo editó el grupo.

Y al oírla así, a mí, que aprendí desde muy niña a tener siempre los ojos lo más secos posible, se me saltaron las lágrimas. Y cuando logré traducir la letra, ayudada de un diccionario porque mi inglés me juega malas pasadas, un llanto manso me inundó, y me sentí vulnerable, como si fuera otra vez adolescente y volviera a sentir esas emociones entrecruzadas, esa especie de nostalgia anticipada que surge no desde el recuerdo del pasado, sino desde el atisbo de un futuro que sabemos sucederá inexorable, cuando ignoramos qué significará crecer y tememos que en el cambio se pierdan los ideales, los afectos, los amores que nos bullen en el pecho, y nos convirtamos en esos seres grises que nos parecen los adultos.

He oído varias veces “La doncella…” en directo, no siempre por la misma cantante porque el grupo cambió de vocalista. La última vez fue ayer, y volvió a sonar este tema, con ecos de balada, entre otros mucho más heavys, en el concierto que dio DAEMENTIA en el Pabellón Multiusos de Salamanca.

Y, como última observación: No es la mejor grabada de la maqueta, cierto… Habrá que contar con eso :)

jueves, 29 de mayo de 2008

El ombligo de Venus



Comprendo que resulto machacona. Pero este mayo ha venido no sólo cargado en lluvias, sino, para mí, repleto de paseos y caminatas en espacios naturales y de compañías de ésas que no tienen precio. Y os tengo que contar otra escapada:

El fin de semana pasado me dejó baldada: Un trayecto lleno de bajadas y subidas, por entre tres pueblos serranos del sur de Salamanca: Garcibuey, Miranda del Castañar y Villanueva del Conde, cada uno situado en su pequeño cerro, rodeado de robles, cerezos, olivos, vides, rosales silvestres, jaras, escobas, cantuesos y otras muchas plantas, entre ellas la temible y bella dedalera, de veneno mortal, como tan bien saben los aficionados a las novelas de misterio...

Enclaves de montaña con calles en pendiente, hermosas casas de vigas de madera, blasones, balconadas cubiertas de flores. En los umbrales, poyos o dinteles, a veces aparece, usada como una piedra más de la mampostería, los restos de una estela vettona, de resonancias druídicas, perfectamente distinguible por su forma circular y por la decoración con medias lunas radiales o en espiral.

No estamos seguros de si fueron quince o dieciocho kilómetros por entre sendas maravillosas (algunas de no más de 60 cms. de ancho y con el matorral de roble casi a la altura de las rodillas), arroyos y puentecillos y fuentes muy antiguos. Fue un camino duro para los que estábamos desentrenados. He estado con agujetas tres días seguidos.

Creo que la naturaleza de estas tierras tienen un antes y un después del Mayo del 2008. Se nos ha “revolucionao” y nos ha explotado en verdes y en flores reventonas...

Os dejo una de las fotografías que hizo Pilar M., organizadora y alma Mater de esta escapada, que nos reunió a un grupo de veinte o treinta personas, de edades comprendidas entre los siete y los setenta años, aunque no todos hicieron la ruta completa, ya que los muy mayores, los muy pequeños y los muy vagos hicieron parte del trayecto en autobús. Fue un éxito.

La planta que florece en el muro es el ombligo de Venus, umbilicus pendulinus, según me informa mi botánico particular.

(El día antes, también lluvioso, estuve en Cáceres. Creo que tengo que escribir una entrada para contaros cuánto está significando para mí este mayo, florido mayo… Ahora me voy al concierto de Daementia, ya os contaré mañana).

martes, 27 de mayo de 2008

consonancias

Golpear la lengua con los dientes, en la “ele”. Mordisquearla, con la “zeta”. Impulsar el aire entre los labios, en la “be”. Retenerlo y enviarlo a la nariz, con la “eme”. Rebotarlo en las fauces, en la “ka”…

La lengua, los dientes, los labios, las fauces, la úvula… (¡La úvula! ).

El juego de con-sonantes. Tejer el ritmo interno, el compás y el tempo del sonido... Silbar, soplar, aspirar, chasquear, sisear, chistar, zumbar…

Dedos, palmas, pies… Todo vale.

De los miles de sonidos existentes, el rozar de las pieles que se encuentran, la ventosa de la boca apresurada, el compás de los cuerpos que se mecen…


free music


... La canción es Fever (John Davenport - Eddie Coole). Aquí la canta Elvis Presley.

No sabes cuánto te amo
No sabes cuánto me importas,
cuando me abrazas,
y siento la fiebre
tan fuerte.

Me das fiebre
Cuando me besas,
Fiebre
cuando me aprietas contra tí.
Fiebre
En la mañana,
Fiebre
toda la noche.

El sol ilumina el día,
la luna ilumina la noche,
Tú me iluminas
cuando me llamas por mi nombre
porque sé que vas a tratarme bien.

Me das fiebre
Cuando me besas,
Fiebre cuando me abrazas,
Fiebre
En la mañana,
Fiebre toda la noche

Todo el mundo
sufre fiebre,
Ya lo sabemos.
La fiebre
no es una cosa nueva.
La fiebre
empezó hace mucho tiempo.

Romeo amaba a Julieta.
Julieta sintió lo mismo
Cuando la rodeo con sus brazos
y le dijo, nena, tú eres mi llama.

Me das fiebre
cuando me besas,
Fiebre
con tu llama,
Fiebre,
soy fuego
Fiebre,
ardo para ti...

sábado, 24 de mayo de 2008

Arribes




"En el ajetreo del día se colaban amarillos", dijo después una de las amigas con las que estuve. Se refería al de las escobas floridas, que salpicaban las veredas, hondonadas y laderas.

También estaba el Duero, encajonado en la falla que divide el espacio y marca la frontera de España y Portugal. Me contaron que ese macizo enorme, poderoso, cuarteado por mil fisuras, existe desde la noche de los tiempos, desde antes aun de que se formaran los Continentes, y que se erguía ya en la primitiva Pangea, cuando todo era uno e indiviso.

Y el paseo en el barco. Y los nidos de cigüeña negra. Y la anécdota del “dos”, que si me lo pedís os contaré.

Y largos paseos por un campo tapizado de flores, como nunca encontraremos por el norte, y cuyos nombres me dijeron y olvidé, excepto el de unas muy diminutas, llamadas silenes. Y comida bajo la copa de una encina. Y paseo entre “chivitiras”, construcciones pastoriles para proteger las crías del los lobos y las rapaces.

Y sabrosas cenas con productos de “las tierras” (oloroso jamón de Guijuelo, torta del Casar, anchoas de Santoña, sabrosa ternera de Ávila), y una casa acogedora, con habitaciones de nombres greco-romanos (Hera, Medea, Silene... a mí me tocó “Atenea”, pero hubiera preferido “Afrodita”, ya comprenderéis por qué; el salón se llamaba Zeus).

Dos días y dos noches bien repletos: Un paseo por Ledesma, ilustrado por las explicaciones de uno de los hombres, pozo de sabiduría ambulante, que sabe los detalles de cada piedra, de cada casona, de cada blasón… En uno de los pueblos estaban de fiestas, danzando al son de los tamboriles y las dulzainas las mayestáticas danzas charras (el cuerpo casi inmóvil, los pies trenzando complicados movimientos)... La mayoría de las mujeres iban con el traje tradicional de la comarca, o, si no, llevaban sobre la ropa de calle mantones de seda bordados con hilos de colores.

Y escapada a Miranda del Duoro, ya en Portugal, que tienen un idioma propio, “el mirandés”, y donde compramos manteles de cuadros a muy buen precio.

Y charla ininterrumpida a muchas bandas. Y risas, abrazos, noticias, confidencias… Y conversaciones más serias sobre lo divino y lo humano, donde casi siempre se coincide en lo fundamental pero también se discrepa, a veces apasionadamente…

La foto la hizo el sábado pasado uno de mis amigos (S.T): La titula “Atardecer en Los Arribes, con luna y piedra caballera”. A los pies de esa atalaya iluminada por el sol poniente, detrás del fotografo cuya presencia queda patente por la larga sombra, se abre el tajo profundo del Duero.

martes, 20 de mayo de 2008

Un Cuento Feliz (3)





No debo flaquear”, díjose la princesa, “no debo flaquear, debo encontrar al duque”, pero en ese momento, se hicieron oír los bajos instintos de la princesa: “Olvida al duque. Recuerda los abrazos de aquel fornido palafrenero de palacio”. “Pero debo cumplir con mi deber”. “¿Y si algo falla y el hechizo se rompe sólo a medias? El duque podría quedar medio animal...” “Bueno, en eso es igual el palafrenero...”

Mientras esto sucedía en el bosque, veamos que pasaba en una pacífica granja cercana.

El granjero, silbando distraídamente, ordeñaba a la vaca Resaca. La vaca rumiaba sus pensamientos... y otras flores que había comido esa mañana. “¡Que extraño!”, pensaba la vaca Resaca, “es la primera vez que me ordeña de tarde...” y miró al granjero. Cuando lo vio, Resaca lanzó un mugido y salió corriendo. El granjero no era otro que... ¡el oso Libidinoso disfrazado!, quien comenzó a perseguirla ofreciéndole una margarita al grito de “¡Sublime éxtasis de amor, vaquita, vayamos, vayamos pronto!”.

En el bosque, la princesa, ayudada por los gansos Mansos, ya había interrogado a casi todos los animales, pero no había logrado averiguar cual de ellos era el duque. Una triste desazón invadió a la princesa.

(Teresa y el Oso. Les Luthiers. Fragmento. Continuará)

Un Cuento Feliz (1)

Un cuento feliz (2)

jueves, 15 de mayo de 2008

Relictos

Hacía mucho tiempo que no veía las sabinas, tanto que casi había olvidado la silueta perfectamente perfilada, como surgida de la topiaria de un virtuoso jardinero. Conos casi geométricamente perfectos, diseminados en la ladera de la montaña, de un verde oscuro, casi negro a pesar de la luz reflejada de un cielo encapotado, arriba del cual, muy arriba, seguía luciendo el sol.

Me gustó volver a verlas. Sonreí, excitada, aun antes de que el nombre, sabina, me viniera a la punta de la lengua. “Pero son, esto son…”, decía. “Sabinas”, contestó una voz situada tras de mí. Entonces busqué a mi alrededor el enebro, el quejigo, el carballo, el serval, porque sabía que tenían que estar por allí. Reconocí algunos a simple vista, y me encantó. En otros, necesité que un apuntador más experto me “soplara” la respuesta. Por allí asomaban también rosados brezos, genistas, el espectacular espino alvar, ahora en plena floración... Los citisus amarillos los habíamos encontrado durante todo el camino y los encontraríamos aún mucho más al norte, igual que las encinas. Y sauces, muchos sauces.

Estábamos en la zona de Los Barrios de Luna, dentro de una comarca maravillosa, la de Babia, que os recomiendo conocer. Lo de “estar en Babia”, estar en el cielo, se decía de los antiguos reyes leoneses, los Ramiros, los Ordoños o los Bermudos, que dejaban sus tareas de gobierno para perderse en este paraíso, en busca de la caza, del buen yantar, del buen yacer y del mejor joder.

Yo conocí esa tierra de la mano (es un decir) de un gran especialista en geografía, que habla como los ángeles y conoce el terreno como la palma de su mano y se orienta por el olfato. Me enseñó a vislumbrar los secretos que alberga la toponimia, a reconocer la mano del hombre en el paisaje. Hablaba de lejanas intervenciones que cambiaron la faz de las tierras y los montes. Describía cómo las rutas que los hombres han transitado durante milenios (por ejemplo, la Ruta de la Plata) las abrieron las manadas salvajes, que atravesaban los pasos de montañas y los vados de los ríos, transhumando de norte a sur en busca de pastos. Me enseñó, en suma, a articular mi percepción de lo exterior, a interpretar lo que desde tan niña ya me impresionaba, y que sin embargo no me interesó estudiar desde una perspectiva fragmentaria (léase “botánica”, por ejemplo).

Ahora, no. Ahora íbamos un grupo de amigos, diecisiete, que habíamos alquilado un autobús inmenso para hacernos una jartá de kilómetros, el fin de semana pasado. El objetivo era ir a comer marisco a Ribadesella y luego subir hasta Picos a tomar un cocido montañés. Pero, en el medio, puesto que todos los hombres del grupo son biólogos (unos de bata, otros de bota, y otros de lo que cae), nos dimos un paseo naturalista de los que marcan hito.

El primer día del viaje (el que os cuento), llovió como si en el mundo no hubiera otra cosa que un cielo que tiene que descargar. No nos importó demasiado, porque la luz era maravillosa, la temperatura buena, y nosotros llevábamos botas para la lluvia y caminábamos guarnecidos por chubasqueros y paraguas.

El río Luna circulaba cargado, rápido, tumultuoso, a veces, a punto de inundar las pequeñas vegas que se han ido formando a su alrededor.

Un poco antes de comer, pasamos por un pueblo que se llama “Villa Feliz”. Después subimos por un puerto espectacular, el Puerto Ventana. Y ahí se extiende un hayedo enorme, inmenso, un hayedo verde, juvenil por las hojas casi adolescentes que formaban las estilizadas copas, extrañamente antiguo por las barbas de líquenes que poblaban los troncos… Un hayedo de leyenda, en el que te parece que va a salir en cualquier momento un gnomo, un elfo, y te va a conceder el deseo que llevas más oculto en el corazón.

La zona es atravesada por un desfiladero, el del río Páramo. Entre ambas laderas, las hayas formaban una especie de dosel resplandeciente, y el autobús pasaba por debajo, rozándolo a veces con el techo. La lluvia caía incesante. Cada pocos metros, descendían torrenteras cargadas de un agua poderosa, que a veces se despeñaba formando auténticas cascadas y se arremolinaba en arroyos que vertían hacía el río.

Caminamos largo trecho bajo esa arcada extraordinaria: “Ahí está, recién estrenado para todos nosotros. Como si nadie lo hubiera visto, hasta que lo vimos con nuestros ojos”, dijo una mujer a mi lado.

De nuevo en el autobús. Al subir nos internamos en una nube, y seguimos trepando dentro de ella hasta alcanzar la cima. Fue inútil parar en el mirador: las masas de vapor de agua lo cubrían todo, como cuando se mira desde un avión.

En la tarde cruzamos muchos ríos, a punto de desbordarse, no se cuántos. Y luego el Sella, que arrastraba troncos, maderos, arbustos, y bajaba irresistible con aguas color de chocolate.

Ya era casi de noche, al llegar a Ribadesella. No pudimos acabar con la mariscada pantagruélica, regada con buen alvariño. Comí por primera vez “ericios”, que no me gustaron porque me supieron a medicina. Las otras cosas, llenas de patas y de pinzas y de valvas y de conchas y de tentáculos, pues estaban ricas.

Más allá de las dos, cuando pasábamos por el puerto, la lluvia había cesado. Todo se puso en calma. Por un instante, todo fue como un silencio que respirara: “La noche se puso íntima, como una pequeña plaza”, me dije. Pero no se lo dije a nadie, o tal vez sí, pero sólo a uno, y muy bajito.

El día amaneció apoteósico. El balcón se abría a la primera línea de playa. El sol calentaba las arenas y secaba los restos oscuros que la resaca había dejado en las orillas. Aprovechamos para dar un paseo largo, por si luego, en la montaña, el tiempo se complicaba.

Otro desfiladero importante, el de la Hermida, que recorro con cierta frecuencia. Nuevas torrenteras que se precipitan desde las alturas, y el Deva cargado hasta reventar. Como siempre, el paisaje santanderino te deja sin aliento. Vinos y cañas en Potes. Comida en el Oso de Cosgaya (recuerdo de otras comidas en ese mismo lugar, con otras pandillas, con otros amigos, una vez con mi hermana, tan poco aficionada como ella es al Norte), aunque yo no me atreví ni con el cocido lebaniego ni con el cocido montañés. Cerezos cargados de guindas, higueras cargadas de higos que pronto madurarán, árboles y plantas por todas partes…

Y subida por el telesférico. Y paseo por los Picos, las cumbres cargadas de nieve a nuestro alrededor… Y vuelta por el puerto de San Glorio, por el que yo no había bajado nunca… Y llegada a casa a las tantas de la madrugada. Y curro a las 8 al día siguiente…

Como decía el grito desgarrado que vimos pintado en una tapia cercana a Villa Feliz:

“¡Euribor, hijo de puta!”