sábado, 23 de enero de 2010

FRUTAS

Caqui, peras y mandarinas. TUPP. 2010


No sé si será por los excesos de las últimas fiestas, pero el caso es que sólo me apetece comer fruta. Me gustó la mezcla de colores de éstas que tenía en la cocina y decidí hacerles una foto.

Está un poco desencuadrada, porque tengo cierta tendencia a desviar las cosas hacia la izquierda. No es metáfora, o no sólo metáfora: he comprobado en bastante fotos que el cuadro está algo desplazado. Creo que se debe a que en el momento del disparo muevo un poquillo la cámara.

Hay cierta dominante roja, motivada por el sol de mediodía. He preferido dejarla así. A mí el aire dorado me carga las pilas.

Las frutas pasaron a mejor vida. ¡Ay! ¡Sic transit gloria mundi!

jueves, 7 de enero de 2010

Fotos


Acaba de cumplirse un año de un acontecimiento crucial para las generaciones venideras: mi regreso a la fotografía (je je). Así que he decidido abrir una serie de post para exponer mis creaciones.

Fue una vuelta acorde con mi estilo humilde, sencillo, escueto (más jejés), sin ínfulas. Así que re-comencé con una cámara compacta, relativamente ligera, aunque con algunas prestaciones a la hora de realizar ciertas tomas.

Buscaba poder llevarla en el bolso a todas partes. Si dejé de hacer fotografias fue, sobre todo, por lo pesado que resultaba llevar el equipo a todas partes.

En ese sentido, al menos, acerté. Durante este año he hecho casi ocho mil fotos, lo que hubiera sido imposible con una cámara mayor. Pero, en muchas ocasiones, ésta se me queda algo cortita. El resultado es que eso también supone un freno para esta afición mía, que no acaba de despegar. ¿Qué solución tiene esto, salvo la de contratar a un/una ayudante para que me lleve el equipo a todas partes? Ninguna, es obvio. En esas me debato.

La fotografía que he elegido para ilustrar esta pasión la hice hace ya cerca de un año, cuando estaba aún probando el nuevo juguetito. No está bien enfocada, la luz no está medida, pero me gusta.

Ese encantador caballero del bastón me abordó mientras yo fotografiaba un edificio y estuvo pegando un ratito la hebra, ponderando tanto los monumentos de alrededor como su perrito. "Puede usted hacerle una fotografía al perro, si lo desea", me dijo con muchísima amabilidad. Y yo les fotografié a los dos. Le gustó, cuando la vio por la pantalla. Me hubiera gustado conocer su dirección, para enviarle una copia.

martes, 5 de enero de 2010

¡Los pájaros!

El video no es gran cosa, ya lo sé. No tengo práctica haciendo videos. Era de noche. Llovía. Mi cámara es una compacta... Y luego, la impedimenta: En una mano llevaba un paraguas abierto y una bolsa de papel bastante grande, con el regalo de Reyes de El Cautivo. En la otra, la cámara, más o menos en vilo, aunque del codo me colgaba el bolso que se me había resbalado del hombro y que, obviamente, no podía devolver a su lugar. Paraguas, cámara, bolso y bolsa, dificultaban los movimientos. En realidad, la que estaba para que le hicieran un video era yo: lo noté por la mirada divertida que me dirigieron unos chicos que pasaban por allí.

Al menos os podéis hacer una idea del efecto y del entorno.

lunes, 4 de enero de 2010

LIBROS AL PESO VS. SU PESO EN ORO (amago pseudocrítico)

Últimamente, leo los periódicos on line, así que la única letra impresa que entra en casa es la de los libros y los folletos del carreflux. Los folletos van directamente al P.D.R.D. (punto de recogida de documentos, es decir, un cubo rojo situado bajo el fregadero), a la espera de llevarlos al reciclaje. Los libros, no. Me parezcan buenos o me parezcan malos, siempre les busco acomodo en alguna estantería. Cosa aparte es que algunos merecieran el P.D.R.D. ipso facto.

Ése es el caso de uno que me han regalado estas Navidades. Alguien de mi familia, ya sea por ignorancia, pereza o simple malevolencia, se desatrancó regalándonos ejemplares del mismo libro a varios de los que nos hospedábamos en su casa. Dice la “Single Bell que fue pura venganza por las molestias que le ocasionamos periódicamente en las fiestas de guardar.

Se trata de una obra publicada en pasta dura, de corte policíaco, situada en la baja Edad Media. Como en “El nombre de la rosa”, pero en Castilla. No pasé del primer capítulo y el primer párrafo. En él se describe un amanecer que va iluminando las diferentes partes de un castillo: almenas, murallas, torre del homenaje. Me pareció que se haría de noche antes de que el autor terminara de describir el fenómeno y el recinto. Al final del mismo (del párrafo) encontré dos veces el adjetivo “tosco/a”, separados entre sí por apenas veintidós palabras. Se trataba de un tosco y oscuro torreón, formado por toscas y oscuras piedras. No conté las veces que aparecía “oscuro/a”. El segundo párrafo empezaba con una flagrante coma entre el sujeto y predicado, y ahí es donde abandoné.

(Al día siguiente de la abortada lectura, me llamó la "Single Bell", indignadísima. Ella no tuvo más remedio que leérselo enterito mientras volvía a sus Madriles. No tenía ninguna otra lectura a mano, la película que ponían en el tren era malísima, así que se vio forzada a hacerlo. Al parecer, tras doscientas quince páginas, la solución al enigma es contradictoria con el desarrollo de la trama. Tuve que apartar un poco el auricular de la oreja: el tono de voz subía proporcionalmente al grado de irritación, y viceversa (feedback). “Demencial, demencial”, terminó gritando.)

Pero sigamos con mis libros, que no todo son penas, porque me regalaron otros varios: “Cuentos completos“, de Eça de Queirós. “Cuentos completos”, de Truman Capote. “Aurora Boreal” de Åsa Larsson y algunos más, entre ellos varios de pintura, que me encantan.

Empiezo con uno de los cuentos de Eça de Queirós. “Singularidades de una Rapariga Loura” (traducido como “Excentricidades de una chica rubia”) me quitó la espinita de los oscuros y toscos torreones del libro anterior. Tiene más capas que un vol-au-vent (volaván): humor, ironía, costumbrismo, romanticismo, misterio… Todo eso en veintiocho páginas. Y unas descripciones magníficas, lo mismo de unos calzoncillos, que de un abanico chino, que de un lugar… Transcribo un fragmento que refleja muy bien las sensaciones que a menudo tengo ante una luz, un paisaje o un sonido: “Existe en cada uno de nosotros, es cierto –por fríamente educados que estemos-, un resto de romanticismo; y basta a veces un paisaje nocturno, el viejo muro de un cementerio, un yermo ascético, las emolientes blanduras de un claro de luna, para que ese fondo místico ascienda, se explaye como una niebla espesa, llene el alma, los sentidos y la idea, y quede así el más matemático, o el más crítico, tan triste, tan visionario, tan idealista, como un viejo monje poeta”.

Hago una pausa en los cuentos y paso al libro de Åsa Larsson, Aurora Boreal, en el que finalmente me detengo. Siempre ávida lectora de temas policíacos, me gusta conocer nuevos autores que superen un poco el marco más convencional del género. Esperaré al final, a ver cómo lo resuelve. Ese es el talón de Aquiles de muchos de ellos.

Los cuentos de Truman Capote esperarán más, creo. Releí hace poco “A sangre fría” y tuve angustia durante varios días. Me invadió la desesperanza tras volver a ver -¿cuántas veces, ya?- “Desayuno con diamantes”. Necesito algo de aire, antes de continuar.

Está también el cuento “La Cenicienta que no quería comer perdices”, de N. Lopez Salamero y M. Cameros Sierra, que ya conocía de Internet. Y los de pintura, que degustaré poco a poco, a ratos perdidos.


Ahora, ¡a por los Reyes! ¿Qué será, será…?