lunes, 29 de marzo de 2010

Cantar

Cantar con otros es siempre una experiencia, a la vez, íntima y colectiva. Cuando sale bien, casi roza la catarsis.

Ayer fue uno de esos días. Ya en las primeras notas, en las pruebas de sonido, cuando la acústica del local nos devolvió, limpias, nuestras voces, supimos que íbamos a cantar bien y que íbamos a disfrutar. Que sería nuestra primera vez de cantar esas canciones de seguido, completas, sin cortes. Que al fin podríamos oirnos.

Horas de ensayos, de repeticiones, de cantar fragmentos, de insistir sólo en las partes más difíciles. Ahora era el momento de cantar, de cantar bien, de disfrutarlo. El coro y la directora estábamos seguros.

Un tango de Piazzola con letra de Jorge Luis Borges, una brasileira muy movida que es un puro trabalenguas, una polifonía centroeuropea muy impactante, un tema catalán que aún está en el inconsciente colectivo (L’estaca), y varias otras. Pero se me ha quedado en los oídos los ecos de una canción bretona del renacimiento -una danza, en realidad- llamada Tourdion.

No tengo, por ahora, grabaciones del evento. Pero, por lo menos, quiero dejarla anotada por aquí.

¡Le bon vin nous a rendu gais, chantons, oublions nos peines! (El buen vino nos ha puesto alegres, cantemos, olvidemos nuestras penas… )

Y yo, desde luego, las olvidé totalmente. Cantemos, cantemos, el buen vino nos ha vuelto alegres... Una gozada, de verdad.

Ojo, que los del video no somos nosotros. Ellos son un coro holandés bastante bueno. Seguro que lo hacen mejor que nosotros, no digo que no. Pero nosotros tampoco desmerecemos. La armonización es la misma, aunque en nuestro caso vamos entrando en el tema poquito a poco: el primer verso lo cantan solo los bajos y en los sucesivos, por orden, entran los tenores, las contraltos y las sopranos, para luego seguir todos juntos, cada uno con su frase; en el video, los bajos y los tenores entran a la par. Chantons.