viernes, 19 de septiembre de 2008

Hasta luego

Queridas y querido míos: Me cojo una semanita de vacaciones, para darme una vueltita por una parte de Andalucía... Por circunstancias -tristes- hemos aplazado dos veces el viaje, pero ahora va la vencida...

Mientras, os dejo una musica que me parece que refleja parte de lo que voy a visitar. Mi músico preferido la toca en casa con cierta frecuencia y lo hace genial. A mí siempre me deja como en suspenso. Será el directo, que tiene eso. A ver si, aunque enlatada, os gusta también a vosotros. Pero hay que escucharla entera, si no, no se llega.

Sin que sirva de precedente: Una de narcisismo

Pues sí, eso me dijeron ayer “cienes y cienes” de gente. Que estaba muy guapa. Así, yo, de natural, sin estar de fiesta ni de celebración ni nada…¡Pero qué guapa estás, L.C.@T!

Vale. Fui a la peluquería y mi Marijose me hizo un corte de pelo muy airoso. Dos horas después, cuando acabó, entré en el vestidor para cambiarme –en mi pelu insisten en que te quites la camisa y te pongas el blusón, para evitar estropicios, y tienen hasta “cambiador”, como en las UCIs-, y salí con mis ropas de paisana. Ella, que me esperaba para cobrar el trabajo, dijo sorprendida: “Huy. Qué guapa. Esa camiseta que llevas es monísima y te sienta genial. Y la chaqueta es preciosa. Hoy estás muy guapa, de verdad!”. Lo cual me desconcertó un poquillo, porque desde que la conozco jamás había hecho alusión a mi atuendo, y la miré algo desconfiada.

No obstante, me observé con atención. Veamos: Vaqueros blancos, camiseta marrón y americana beige, corta y entallada. Una ropa bastante informal, que es la que más me gusta. Estaba ya un poquillo arrugada después de llevarla todo el santo día. Pensaba volver a casa y ponerme algo distinto, porque había quedado con la gente de Música. Pero ya que a mi Mariajose le había salido tan de dentro lo de que esa ropa me sentaba muy bien, decidí llevar la misma y comprobar el efecto.

Pues sí. Otras catorce o quince personas (chicaaaas, claro), sin que nadie les animara a ello, me dijeron más o menos lo mismo: El corte de pelo, favorecedor. La camiseta, divina. La chaqueta, un amor, un modelo muy estiloso y una tela preciosa. Los pantalones, como un guante… No digo más, que fui la estrella de la reunión.

Bueno, los chicos también dijeron algo, pero eso se lo dicen a todas, igual que nosotras se lo decimos a ellos… Que son más guapísimos que un sanluís.

Total, que volví a casa con la moral subida, aunque un poquillo preocupada. A ver si va a pasar lo que dice mi tía, una mujer muy guapa(lo cual no es exactamente mi caso, a pesar de la proximidad genética). Cuando le dicen que qué guapa va, ella siempre contesta. “Cuando la guarra se lava la cara….”. Aclaro que lo de "guarra" es sólo un eufemismo, algo crudo, cierto, pero eufemismo, y que tanto ella como yo tenemos la costumbre de ducharnos todos los días.

En fin, que, ya en mi cuarto, me miré otra vez con cierto detenimiento, aunque juro y perjuro que no soy aficionada a esa variedad de introspección.

Mientras lo hacía, cómo no, una sombra apareció tras mi reflejo. Debe tener una antena especial, el muy joío, para pillarme en estas situaciones:

- Tú siempre estás guapa, reina mía –afirmó con cierta sorna la voz que surgía desde esta parte del espejo.

¡Qué va a decir él, si está cautivo!

lunes, 8 de septiembre de 2008

Mi varón cautivo



Señores (*)

Confieso que en mis mazmorras tengo un “varón cautivo” tan bien amaestrado que, cuando lee un artículo como éste, no sólo dice que es una paparruchada y echa pestes sobre el autor, sino que además se tapa la nariz.

(*) Perdonen que no añada "y Señoras", es para evitar la cuarentena por lo de la epidemia de rabia.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Su Excelencia, Don Atlante

También yo, como Arwen, tuve el viernes un ataque de risa por algo que pasó en el trabajo.

Fue así: Yo estaba en el antedespacho del "Mandamás Más Más", charlando un ratillo con la chica que trabaja allí. De pronto, vimos entrar por la puerta a Su Excelencia, Don Atlante, cual titán bigotudo y bronceado.

A mí me sorprendió, porque desde que estoy en ese edificio nunca lo había visto por allí. La otra se quedó de piedra y se levantó como un resorte para recibirle.

- Buenos días - dijo él con determinación, como hombre que sabe lo que hay que hacer y va dispuesto a hacerlo.

Se dirigió directamente hacia una pared situada tras de mí, preguntándome, al pasar:

- ¿Qué hay, L.T.@C? ¿Te tratan bien aquí?

No tuve tiempo de contestar, antes de ver cómo abría la puerta de un armario empotrado y se metía dentro, diciendo con autoridad:

- José Miguel, luego no digas que…

Al volverse, su cara era un poema, confusa y desencajada, la seguridad de cemento armado por los suelos.

Logré mantener la compostura, poniendo mi “expresión impenetrable", mientras escuchaba a la otra, que decía:

- No, no. Ése es el cuartito de los abrigos. José Miguel está por aquí.

El mentado, hombre de rápidos reflejos, cual perro de Pavlov, había reconocido la voz de su amo y salió escopetado del despacho para recibirle.

Hice mutis por el foro y corrí a los servicios, para soltar la carcajada. Tras de mí, siguiéndome los pasos, vino la otra “testiga”. Qué jartá, pero que jartá de reír.

Moraleja cervantina: los oficios y cargos graves, o adoban o entorpecen los entendimientos.