domingo, 8 de junio de 2008

Meme

Desde hace días, tengo pendiente responder al meme al que me invitó La Viajera.

Hay que decir cinco cosas que no me importan y cinco cosas que me encantan.

A mí no me importan, porque no me interesan:

1. La fórmula 1. Hace muchísimo ruido y el Alonso me cae gordo (ya lo he dicho, ¡hala!).
1. El chiquilicuatre, y similares. He conseguido no ver ningún video del susodicho, ni escuchar la canción entera.
3. La vida de Joaquín de Dinamarca.
4. Las preferencias sexuales de mi vecina, ni su forma de joder.
5 Las novelas de Ken Follet.

No me importan, porque me dan igual:
1. Decir que “no”, si tengo que decirlo.
2. Que ciertas personas “censuren” moralmente mis ideas o mi comportamiento.
3. No haber ido al Caribe.
4. Ignorar algo: una obra, un autor, un hecho, una noticia…
5. El más allá.

Me encanta:
1. Ir de vinos y de pinchos.
2. La luz dorada que entra por las ventanas (cuando entra). Y la que se cuela entre la copa de los árboles.
3. Los olores (buenos).
4. Ciertos tactos y contactos.
5. Casi todo lo que dice y hace cierta persona. A veces, sin motivo, lo sé.
6. Ese tipo de bondad que no está reñida con el carácter fuerte, y que se expresa incluso con el ceño fruncido. La que más, la de alguien con quien comparto casi todo.

(son seis, sí).

- Y ahora, como dije en el Blog de la Viajera, paso el testigo de este Meme a FLaC y al Alelo. E invito a todo aquel que lea a esto a hacerlo, si le apetece y si aún no lo ha hecho.

sábado, 7 de junio de 2008

Come again!



Ayer fue el Concierto de fin de curso de “música del renacimiento y del barroco”, en el Conservatorio profesional. Asistí, interesada, como siempre, en la actuación de mi músico preferido, que ahora toca la vihuela e interpretó dos temas en solitario (de Luys Milán y Luys de Narváez, respectivamente) y un dúo con otro vihuelista, “Echo Almain”, de un autor inglés. Las grabé en mi mp4 todo terreno, pero las he perdido al editarlas para colgarlas aquí. :(

La novedad fueron las violas de gamba, artilugio fascinante, cuyo tamaño puede de ir desde el pequeñito (algo mayor que el de una viola tradicional) hasta el más grande (un poco menor que el de los violonchelos). Otra variación fue el clavicordio, con el que una joven profesora acompañaba a los ejecutantes.

Estaba también la soprano adolescente, de la que ya hablé en otra entrada. Cantó “Come again!”, acompañada de un conjunto de cuatro violas de gamba y un laúd. Resultó precioso.

Ese es el tema que suena, compuesto por John Dowlands (1563-1626), y cantado por Kathleen Battle, una soprano que fue muy controvertida por motivos extramusicales.

La estudiante de canto que la interpretó ayer compesaba su menor técnica con una sinceridad y una pasión que resultaron emocionantes. El acompañamiento musical también era muchísimo más rico. Cinco músicos, en total: una mujer embarazada, con una camiseta bien ajustada que marcaba su barriga de cinco o seis meses, un niño de unos once o doce años, un chaval de unos catorce, otro de casi treinta, y el laudista con barba bien cerrada negra como el tizón. Me gusta esa mezcla de edades y estilos que se ve en el Conservatorio.


Come again,
sweet love doth now invite,
thy graces that refrain
to do me due delight.
To see, to hear,
to touch, to kiss,
to die with thee again
in sweetest sympathy…


Esta canción, precisamente, es un ejemplo de lo que ya comenté en aquella otra entrada: Que mientras los músicos actuales anglosajones siguen cantando su música tradicional, en España nuestro repertorio se ha relegado a la categoría de “música culta”, sólo para “entendidos”, y poco menos que la consideramos “un rollo”.

En youtube podéis ver la interpretación que hace Sting de esta bella canción, “Come again!”, acompañadose de laúdes (el suyo, y el de un profesional muy afamado). Pero antes de plusar el "play", no olvidéis cerrar el reproductor de arriba, que si no sonarán los dos al unísono, como nuestros corazones :P)


lunes, 2 de junio de 2008

Coral





Así cantamos nosotros. Ya sabemos que nos somos The Monteverdi Choir, pero trabajamos mucho para llegar a “esto” y, mejor aún, disfrutamos como enanos haciéndolo.

La semana pasada dimos nuestro Gran Concierto de fin de curso, aunque aún nos quedan algunos ensayos antes de las vacaciones. Programa: Un espiritual negro, un tema muy pícaro del siglo XV, otro también muy pícaro del s. XVIII, una canción portuguesa, una canción vasca, una canción popular española, una muñeira gallega, una salsa colombiana, y el broche de oro, la Cantata de Bach.

Y todo ello en las lenguas vernáculas, c'est à dire: Inglés virginiano con acento algodonero, lengua franca de la Europa romance del Renacimiento, italiano pre-garibaldino, portugués colonial de las Azores, euskera de profundo caserío, castellano granaíno, alegre galego con aires de gaita, seseante hispano de ultramar, y severo alemán post-luterano… Y todo a la perfección, porque somos políglotas, además de polígluteos.

En ese concierto, para el Jesus bleibet meine Freude nos acompañaron un flautista y una pianista, ambos maestros con muchas tablas, a lo que pudimos colegir en el directo, puesto que no les conocíamos de nada ni habíamos tenido el placer de ensayar juntos. Aún así, la cosa funcionó.

Con mayor fortuna y acompañados de una gran organista, que además ha sido nuestra directora de coro durante algún tiempo, en diversas ocasiones hemos cantado este mismo tema en la Catedral Vieja y en la Capilla de a Universidad.

La versión que oís –los que la oigáis- es la única que tengo grabada. La cantamos en la Capilla de Sotomayor, hoy secularizada, que forma parte del complejo que los dominicos tienen en San Esteban. Entonces nos acompaño un sexteto de cuerda bastante bueno, formado por miembros de la Orquesta Regional de Castilla y León, que no sé por mediación de quién se avino a tocar gratis con nosotros.

Tampoco habíamos ensayado nada, y fue un “seguidme, o pereced en el intento”. Algunos de mis compañeros no quieren ni volver a oírlo, no por la orquesta, evidentemente. Yo sí, porque sé cuánto hemos trabajado y practicado, nosotros, unos aficionadillos del montón, para conseguir eso, aunque sólo sea eso.

Los micrófonos los colocó un amigo semi-profesional. Sólo unos poquitos (creo que dos). en la primera línea, así que las voces quedan un poco distorsionadas. Las de los hombres se oyen bastante poco, y eso que son muchos y bastante buenos.

Los aplausos del final fueron de verdad, no son de lata. :)

:) Gracias por escucharlo. Y se lo dedico a una mujer con alma de soul, que dijo que le gustaría escucharme.