sábado, 12 de enero de 2008

esos oscuros deseos del objeto






UnaExcusa hablaba en su última o penúltima entrada de los libros. “Leo contra el tiempo y a veces no sé muy bien por qué”. Yo podría decir lo mismo.

Para mí es un “vicio”. Como todos, da placer (pe ele a ce e erre). Pero tiene sus costes, algunos inmediatos (el precio del libro, el tiempo que se dedica a la lectura, que siempre se roba a otras actividades), otros, aplazados (qué hacer con ellos, cómo ubicarlos, como conservarlos…)

Es un vicio que marca una vida. Elegí mi casa, entre otras cosas, para poder ubicar mis libros (que, voraces, como todos los vicios, son in-ubicables, por definición). Lucho contra el polvo (contra “ese” polvo) porque tengo libros… La decoración y el entorno se me imponen por los libros. Salgo del coche en “demi-coté”, porque la mitad del garaje se lo comen las cajas que aún están apiladas en una de las paredes, y que ya desespero de que un día se puedan colocar.

Pero, qué placer, a veces, levantar la mirada y encontrarse rodeada de estanterías acogedoras, repletas de lomos de suaves tonos color tierra, rojos de vendimia, hospitalarios verdes o “blancos rotos” –si no lo fueron, ya se rompieron, con el paso del tiempo-.

Insatisfecha, no obstante, tengo períodos en que busco placeres más fuertes que no puede proporcionarme el libro doméstico. Y entonces acudo el libro público, el libro que ha pasado de mano en mano, el libro usado, incluso, al libro “sucio”. Tras los estantes de las bibliotecas públicas, ojeo-hojeo (y muchas veces llevo a casa) el libro desconocido, olvidado, distinto, inaccesible…

¡Qué diferente es “tu” libro (claro, nítido, limpio, si acaso, con una breve anotación al margen, que no siempre comprendes si alguna vez vuelves a releerla, o dibuja una sonrisa cómplice al re-encontrarte con la adolescente que una vez fuiste) del libro "de todos", ajado, de lomo roñoso, cantos y bordes desgastados o doblados, y, tántas veces, abusivamente subrayado, hasta el punto de que impiden la lectura o sugieren "otra" lectura distinta a la originaria: la que el subrayador establece con sus marcas inmisericordes.

Tras manipular un libro de esos, siempre me lavo las manos, porque noto en las yemas y las palmas algo de su pátina mugrienta. En ocasiones, lo reconozco, he continuado la lectura con guantes de algodón (como los de los camareros), cuando las manchas y la roña exceden lo razonablemente tolerable por cuestiones de mínima higiene, pero así y todo, he seguido pacientemente, absorta, incluso, pasando página tras página, hasta terminar la lectura.

(Aclaremos, también, que la biblioteca pública está llena de libros en perfecto estado que son casi como los de tu casa pero con más experiencia de la vida, y algunos ni eso, porque están recién comprados).

No digo nada del deseo, de la tentación de las librerías, sobre todo de las que están levemente desordenadas y son aptas para el encuentro inesperado, para la sorpresa, donde hay de todo y te dejan curiosear un poco a tu aire…

Ni del olor a nuevo de los libros, el papel, la cola, las tintas, tan excitante como el olor resinoso de las virutas de un lápiz al que sacaras punta. Ni del sonido seco, armonioso, limpio, de las hojas cortando el aire cuando aletean por el movimiento de abanico al que las obliga la leve torca que crean el índice y el pulgar, sabiamente aplicadas sobre los bordes..,

El peso de los libros, el papel elegido, la encuadernación, el corte (nada de rapizados chapuzas, que luego los bordes arañan y cortan la delicada piel de los que usan el libro), el tamaño, la portada… todo influye para hacer del libro un objeto del deseo.

Y, para el final, dejo el placer de la lectura (o de la re-lectura, que también tiene su aquél): Vivir la aventura, el amor, el desamor, el frío, el terror, la pérdida, la muerte, el orgasmo, el asesinato, la ruina, la diversión, el interés, la intriga, la perdición, la sorpresa, el descubrimiento… O simplemente, conocer, entender, disfrutar…

Quiero decir, vivirlos literariamente, porque casi todas esas cosas, además, hay que vivirlas, si se puede, en la vida real. Y otras, de lo que se trata es de no vivirlas nunca.

8 comentarios:

Suntzu dijo...

Precioso texto. Como ya le dije a Unaexcusa, resulta un placer (con todas sus letras) encontrar gente a la que los libros les susciten semejantes emociones. Como a mí. Y que además sepan describirlas tan bien. Yo no.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Mi casa siempre estuvo llena de libros pues mi padre es un voraz lector de todo lo que cae en sus manos y no discrimina lo más mínimo, igual lee sobre ufología como lee a Cela o a Follet. Toda la vivienda estaba llena de estanterías con baldas que se doblaban bajo el peso de los libros hasta que un 24 de Diciembre de 1993 un incendio acabó con todo. Recuerdo entrar en la vivienda negra, abrasada, consumida por el fuego, mirar a mi padre que como buen padre no hacía más que decirnos - tranquilos, tranquilos, estamos todos bien y eso es lo que importa- y a mí se me pasó por la cabeza -Joder, joder, sus libros, todos a la mierda. Tengo una niña con cuatro años y le he enseñado que los libros puedes leerlos o no, pero sobre todo hay que quererlos y si le preguntas qué se hace con los libros siempre responde "se acarician papi". Por cierto, mis padres compraron una casa nueva y ya la tienen llena de libros, cientos de libros por acariciar.

Luc, Tupp and Cool dijo...

Suntzu, gracias. El placer es leeros a vosotros y que compartamos estas cosas. Y tú "sí", Suntzu. Lo haces a menudo.

Ricardo, ¡debió de ser muy duro para todos vosotros! Sobre todo para tus padres, claro, pero también para todos los demás. ¡Y menos mal que no hubo desgracias personales!
Admiro su moral, lo de volver a reiniciar otra biblioteca. No sé si yo lo haría de nuevo. No porque tirara la toalla y todo eso, sino que creo que me limitaría a reemplazar lo más imprescindible (que ahora mismo no sé cuáles son los libros más imprescindibles) y sacaría lo que necesitaria de la biblioteca pública y de internet.

Ir soltando lastre... Aligerando equipaje... Tal vez.

(Me gusta lo que le dices a tu niña)

Isabel Sira dijo...

Estoy en una fase de no leer, y adoro los libros tanto como vosotras, y cuando encuentro estos textos vuestros se me eriza la piel por ese sentimiento ahora un poco perdido. Pero lo bueno es que sé que los libros siempre estarán ahí, para acariciarlos, como dice Ricardo, para sentirlos y revivirlos, para disfrutarlos al máximo...

Regina dijo...

Pues sí, el mundo de los libros es una maravilla. A mí también me encanta tener más de 12 metros de libros en mi cuarto (lo sé porque he tenido que comprar las estanterías para ponerlos hace nada). Por desgracia yo sólo puedo tocar libros nuevos y todos los que tengo están guardados tras puertas de madera y crista transparente para que no cojan polvo. Eso sí, los de la biblioteca ni tocarlos :( hace tanto que no puedo ir que he perdido hasta el carnet.

:)

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola. He de reconocer que soy un inculto impertérrito. Incluso, tuve la mala suerte que, aquel día que la maestra o el maestro, de aquel cole al que fuí en mi niñez, explicó la lección de las tildes y de los acentos, yo no estaba allí. Por eso, arrastro para siente ese vicio defectuoso, de la duda en donde hay que acentuar y donde no. Incluso sabiendolo, siempre meto la pata y la tilde se me rebela apareciendo donde a ella le da la real gana. Debe ser, esa tilde mal colocada, no ya un vicio incorregible, sino una edad rebelde que, dura y dura, por parte de aquella y a la que no podré doblegar nunca. Pero siempre creí que tenía otro vicio inconfesable: sobar las páginas de los libros que leía, entre el pulgar y el indice, o entre el indice y el dedo corazón. Era demasiado, yo no sentía placer leyendo libros, tal vez lo hiciese porque tenía que leerlos. Pero sobarlos, eso si que estaba placentero. Luego supe, que a mi paisano y excompa de instituto, Perez Reverte, le pasaba algo parecido. Y ahora veo que, a vosotros igual. Por lo que he llegado a esa conclusión intrascendente, de que sobar un libro, sobre todo si sólo es nuestro, por que los de todos dan un poco de repeluz, debe ser como un vicio universal. Un saludo.

Hache dijo...

Alguien que me conoce muy bien me ha mandado un enlace a esta entrada. Y se lo agradeceré ahora mismo.

Pero primero, te contesto .. Soy muy pasional, con todo, pero con la lectura tengo una relación especial. Me aporta tanto .. me ha dado tan buenos momentos .. y lo mejor, sé que me los va a seguir proporcionando. Voy pegada a un libro, o varios. Hay tanto por aprender de ellos ... que a veces me entristece pensar que nunca llegaré a todos. Quizá ahí está la magia, en saber elegir.

Desde mis más antiguos recuerdos me veo con un libro. Mi abuelo me los regalaba, por las buenas notas. Yo corría al teléfono y le leía una a una mis calificaciones, y él, al terminar me decía: Bien, ahora te tendré que regalar un libro.

Adoro las bibliotecas, las librerías de segunda mano, con esos libros que tan bien has descrito (no podría hacerse mejor).

Me ha encantado leerte, y te aseguro que volveré. Da gusto encontrar a gente que tiene esa relación de amor con la lectura.

Encantada.

Luc, Tupp and Cool dijo...

Hache: Ante todo, gracias por la visita. Y decirte que la que estoy encantada soy yo.

Sí. Veo que tenemos sentimientos muy parecidos ante los libros. Tú lo dices muy bien: aportan mucho, proporcionan muy buenos momentos y sabes que te lo van a seguir proporcionando.

Dices que a veces te entristeces por todo lo que te queda por leer. También otra amiga hablaba de algo parecido, de su impotencia por lo inabarcable de la tarea. A mí no me pasa eso. No pretendo abarcarlo todo, como no pretendo respirar todo el aire que me rodea… Mi relación con la lectura es absolutamente placentera, sin tensiones. Me gusta que haya una cantidad ingente de libros, inabarcable, casi, casi, infinita.

En cuanto al criterio, pues leo con tanto placer un clásico del Siglo de Oro, como una novela de Agatha Christie… Hay temporadas en que ni siquiera toco la ficción, y leo historia, ciencia, ensayo… Yo, en eso, me siento libérrima.

Cuando descubro un autor o un tema nuevo, me siento feliz, ilusionada, y organizo mentalmente un espacio y un tiempo para poder dedicarles (luego, no todos los proyectos se cumplen, claro). Pero no tengo agobio por no conocerlos, por perderlos... Ellos están ahí,yo estoy abierta para recibirlos... Demos tiempo al tiempo.

Tampoco tengo ningún problema en dejar un libro a medias, aunque eso es algo que me ha pasado muy pocas veces, no creo que llegue a la media docena. Al respecto, aún tengo un libro al que aprecio muchísimo por el efecto soporífero que me producía. En momentos de tensión, por ejemplo, antes de un examen, que no lograba dormir, cogía el libro y ¡plof!, como un leño. Se llama "Oligarquia y caciquismo", de A. Costa. No he vuelto a usarlo en plan somnífero por respeto a la obra y al autor, que hizo un análisis importante de la situación socioeconómica española de las primeras décadas del siglo XX. Ahora lo tengo casi como un incunable. (Creo que le debo la lectura completa, y un día de estos me pondré a ello ;))

Es bonita la historia de tu abuelo. Me hubiera gustado un abuelo así, la verdad. Yo nací “des-abuelada” -¡pobre de mí!- así que cada vez que me han dicho eso de “tú no tienes abuela”, siempre han tenido razón ;).

En mi caso, mi biblioteca la inicie yo, con mis pagas dominicales o pidiendo ciertos títulos como regalo. Pero luego hubo otros aportes (muy considerables, en calidad y cantidad, y bastante interesantes, pero no todos deseados, también hay que decirlo, porque los libros ocupan mucho y cada vez soy más avara –eso sí- con el espacio).

A mí también me ha encantado leerte. Y será un placer que vengas por aquí. Y en breve te devuelvo la visita ;).

Un abrazo.