domingo, 30 de diciembre de 2007

Año Viejo y Año Nuevo

No percibo los límites. Afronto el Año Nuevo como una sucesión de días, que no han de ser diferentes de los que les precedieron: Buenos, malos, regulares, mejores y peores. Y me da cierta pereza, ahora que lo pienso, escudriñar un futuro que, quizá por analogía con esta mañana de niebla, veo incierto, difuso, aunque, paradójicamente, bastante previsible.

Sé que, probablemente, dentro de un rato, por breves instantes, el sol se abrirá paso, entrará en la habitación, que parecerá dorada, y sacará vetas rubias en la madera. Y que luego, tal vez, vuelva la niebla, y todo será un poco gris. O quizá, no.






La felicidad es así. Momentos luminosos y fugaces, en los que el bienestar, el placer y la belleza se amalgaman en conjunción perfecta. Ratos que vivimos, trascendidos de la realidad, pero firmemente enraizados en ella. De la realidad surgen la luz, el sonido, los olores, los sabores, el tacto y las sensaciones, porque el paraíso está aquí: Acordes inesperados del piano, que escuchas desde la cocina. Crik-crik de los grillos y olor a madreselva y a yerba mojada en las noches de julio, mientras suena Paizzola y demoras el irte a la cama, y lenta e inexorablemente, a razón de una décima de grado por segundo, aumenta la temperatura del deseo. Oscuridad de madrugada o claroscuro de la siesta junto a un cuerpo cálido. Fascinación ante los leños ardientes de un buen fuego de invierno. Plenitud ante un cielo cuajado de estrellas. Abrazos y conversaciones con seres muy queridos. Belleza de antiguos edificios, desde el vano profundo de una ventana centenaria. Aire fresco en los pómulos, al caminar en una mañana helada. Risas y bullicio en el campo, bromas en una cena, confidencias en una marcha relajada por la montaña. Amar, caminar, pasear, charlar, leer, mirar, oír, cantar junto a otros, sentir, vivir… Mi gente. Mi mundo.

De todo eso ha habido en el 2007. Y dos cosas importantes: Profesionalmente, vencer en una apuesta que hice conmigo misma, a base de mucho-mucho curro. A nivel más cercano, un re-descubrimiento impactante y emocionante de algo que, sin darme cuenta, había dejado morir un poco. Y cariño y afecto y amistad. Y tiempo compartido. Y mucho tiempo a solas, no sé si buscado o impuesto, pero casi siempre bienvenido y disfrutado. Y cabreos. Y alguna penilla. Y algunas cosas menos agradables, que ya he olvidado o pronto olvidaré y que, en todo caso, no quiero recordar.

Ojalá que el 2008 sea, por lo menos, así. Yo le recibiré bien: Tengo en la nevera dos botellas de “Veuve Clicqcuot Ponsardin”, para brindar por él. Por mí, por los míos, por todos nosotros y por todos vosotros.

Y, como casi todos mis grandes eventos van asociados a algún tema musical, mañana, en algún momento de la noche, pondré (o tararearé para mis adentros) el “Amami, Alfredo”, de Verdi.



Termino ya. Entre unas cosas y otras, entre el comienzo y el final de este post ha transcurrido un día. Ahora es de noche. La niebla se ha hecho aún más espesa y mi casa parece suspendida en la nada, una nada cálida y agradable, como un limbo apartado del mundo. Al final, el sol no entró por la ventana. Pero es igual: Ya entrará mañana.

Feliz año nuevo a todos. Os deseo lo mejor.


5 comentarios:

UnaExcusa dijo...

Yo también te lo deseo, Tupp. Pocas penas, mucha música, que no dejes morir un poco lo que no merece ser matado, algo de Verdi, algo de tangos para los ratos tristes, un pelín de frío que devuelva el rubor a las mejillas mientras esperan el colorcito del verano...

Y muchas más letras como éstas.

Anónimo dijo...

Bravo, Tupp, bravo, bravo por vencer la apuesta... profesional. ¿Profesional? Personal, también ¿no? Yo apuesto lo que quieras que ese otro profesional oponente tuyo eras tú mismo. Puedo perder la apuesta, pero si la gano, sé que la lucha se ha librado entre varios personajes, con lo que se habrá hecho muy complicada, y que han intervenido circunstacias adversas en su mayor parte mayor parte y algunas, pocas, favorables, todas ellas imprevisibles. Pero desde luego el mérito es tuyo. Y decía personal porque me consta que ciertas victorias profesionales no llegan si uno no se entrega en cuerpo y alma, aunque por supuesto sin rebasar ciertos límites.

Las cosas que prefieres no recordar deberías olvidarlas. El olvido voluntario existe, lo sé.

Te auguro un año sin estrés en el terreno profesional, pero no abandones tu blog. Es un placer leerte; y adivinarte.
Besos,
J

Anónimo dijo...

Quien te ha conocido, Luc, Tupp y Cool, no te olvida jamás. Para mí has sido y serás como esa luz del sol que arranca vetas rubias a la madera, como esos acordes insesperados de piazzola que te devuelven la certeza de estar vivo, y sientes la sangre correr con más fuerza por las venas. Siempre estarás unido a estos momentos de plenitud, que disuelven en polvo y en nada toda la amargura de vivir y la locura donde se cocieron todas las incomprensiones que por poco nos matan.
Un abrazo,
J

Suntzu dijo...

Lo mejor para ti también, Tupp. Me ha encantado la entrada. Un cierre perfecto para el año.
Besos.

Isabel Sira dijo...

Te deseo lo mejor y que sigas escribiendo así de bien, porque más que leerte, he visto...