domingo, 11 de noviembre de 2007
Una excursión
El sábado tocó madrugón para irnos a la zona portuguesa, al Vale do Côa, so pretexto de visitar un parque de arte paleolítico al aire libre. Así que a las siete y media de la mañana, noche cerrada aún, ya estábamos puntualmente en el lugar de encuentro, con nuestras ropas multicolores e inconfundibles, híbridas entre coronel tapioca y el fondo de armario más carnavalero (a medias entre lo ponible y el harapo, lo proto-histórico y lo fashion). Tampoco faltaban las botas de marcha y los bastones. Éramos muchos y fuimos en un autobús alquilado al efecto.
A pesar de que el invierno aún está lejos, había una helada de cierto calibre, que tintaba de blanco los techos y parabrisas de los coches. Cuando digo “helada”, quiero decir “helada”, una capa de hielo de cierto grosor, de las que hay que quitar con rasqueta y agüita caliente. Nada que ver con lo que llaman "helada" en la zona cantábrica, que es una especie de rocío denso que sale en cuanto frotas un poco.
Encuentros, saludos, colocarnos cerca de los más afines, esperar a los que siempre se retrasan, comprobar que todo el mundo ha llegado... Al fin, partimos hacia el oeste. Y poco a poco fue amaneciendo.
Los viajes compartidos pueden ser mucho más gratos y divertidos que los que se hacen en “petit comité”, pero todo tiene sus inconvenientes. El principal, que, si hay críos, los papis suelen traer DVDs para entretenerlos. En este caso nos tocó una de las secuelas infumables del Rey León. Ya he hablado en algún otro sitio sobre los mensajes subliminales y reaccionarios de las películas de Walt Disney. Pero la de ayer, además de plasta, era de un sexismo descarnado y sin gracia (des-graciado, sin más).
Me esforcé en la resistencia pasiva. A la izquierda, al fondo, las moles de las sierras de Francia y de Gata enmarcaban los campos de la dehesa, así que me dediqué a contemplar el paisaje. (Luego, a la vuelta, mi resistencia pasiva fue contra Shreck y Fiona –algo más fumable que los leoncios-, y lo que estuve viendo a mi izquierda, en el horizonte medio, fue una parte de la constelación de la Osa Menor, lo que algunos extremeños llamamos “El Carro”, pero que en otros sitios se llama "el cazo" o "la sartén").
Fuimos bajando suavemente, desde los 800 metros de nuestro lugar de origen hasta 650-600, más o menos, cuando llegamos a la frontera. Pronto las pendientes fueron muchísimos mayores, a medida que íbamos descendiendo por entre sucesivos valles, hasta los ciento y pico metros de altitud.
Toda la zona es una maravilla. Mientras que vas y vienes, siempre estás viendo cinco o seis montecitos a tu izquierda (con sus correspondientes valles) y otros tantos a tu derecha. Muchos de ellos están absolutamente plantados de viñas (para el vino de Oporto), y el juego de valles y lomas forman una especie de oleaje gigantesco, de ondas de colores, que van desde el amarillo al morado, pasando por los verdes, los ocres y los rojos. En el mar de tonos, destaca el blanco de la la gran casona, la quinta, algo parecida al cortijo extremeño. Además de vides, hay olivos, naranjos y almendros.
Por definición, es una zona fronteriza. Unas veces ha sido española, otras portuguesa, según variaba la frontera. Todavía hoy se celebra una fiesta bastante solemne, a la que asisten representantes de los dos países, para conmemorar el establecimiento definitivo de “la muga” (la llaman así, igual que los vascos a la frontera hispano-francesa).
Por abreviar, que me estoy liando: Lo más interesante del Parque fue la bajada en los jeeps (en grupos de a ocho) por los caminos de cabras. Las pinturas, en sí, algo decepcionantes, porque te enseñan pocas: caballos, cabras (y “cabros”, como decía el guía portugués), uros… Llamativo el intento de dotar de movimiento algunas escenas. Por ejemplo, una serie de tres dibujos superpuestos representa “el salto” de un caballo sobre una yegua con una técnica muy similar a la que hoy, miles de años después, se utiliza en películas de animación: mantienen fijas algunas partes del mismo (en este caso, el torso y el pene erecto del caballo) y hacen una secuencia del movimiento de otras (en este caso, tres posiciones distintas para otras tres partes del cuerpo: la cabeza, las patas y la cola).
Buena comida en Figueira da Castelo Rodrigo: "cataplana", a base de pescado y mariscos, amén de más mariscos a la plancha o en cazuela, y unas morcillas aliñadas con comino y algo que me pareció anís -pero tal vez fuese salvia o cilantro o ajedrea o cualquiera de esas especias que conozco menos- servida con piña natural a la plancha, que estaba francamente bueno. Aún tuvimos tiempo de dar un paseo y tomar café en lo que queda de un pueblo encantado, Castelo Rodrigo:
y ver el atardecer desde uno de sus miradores.
Y luego, pues la vuelta a casita, como digo, a medias viendo Shrek, a medias (resistente pasiva) intentando ver las estrellas a través de cristal de la ventanilla.
(FOTOS: Provisionalmente, he puesto fotos de los portales de turismo de la zona. En cuanto me las pasen (yo, últimamente, voy sin cámara), colgaré algunas de las de nuestra escapada)
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11 comentarios:
Así me gusta, que te escapes, que viajes, que nos lo cuentes... Dan ganas de estar allí y de acurrucarse con los más afines.
Montes, valles, estrellas y pinturas rupestres, así contadas, sí que dan ganas de estar allí.
Que pena que habiendo tanto que ver, según describes, los padres entretengan a los niños con una peli.
Parece que hemos hallado otro buen espacio de lectura. Felicitaciones.
A mí me gustaría leerte a ti.
Pero no creo que te animes. :P
Menuda excursión... :P Me da envidia. Espero ansiosa esas fotos de los parajes que viste. Y, como dice pere, qué pena que con semejantes paisajes que ver los padres les pongan a los niños una peli :S
;)
Sarm, ¡fijo que te haríamos un huequecito bien acogedor para que te sintieras cómoda! (Y a todos los demás, que por aquí somos muy buena gente ;))
Dodd y Pere, respecto a los padres… ¡Pobres padres! A ver cómo les metes tú cuatro horas de autobús (dos de ida y dos de vuelta) a críos de seis u ocho años, si no es a base de llevarles obnubilados con una peli. Como les pongas a mirar por la ventanilla, terminamos todos “potaos”, y más con tantas curvas.
En fin, que como les queremos (a los padres, y a veces a algunos de los hijos) pues no tenemos más remedio que aguantar un poco.
Os pongo otra entrada, para que os hagáis una idea de los problemas...
;)
Que los niños pueden ponerse algo pesados en esos casos, lo sé muy bien. Pero también recuerdo un viaje en el que, con una vieja Pentax, trataba de enseñarle a mi hija ,que andaría por los 8 o 9, a mirar. Creo que lo disfrutó más que una peli. Y yo también.
Pues todos nosotros hemos hecho viajes de pequeños sin dvd y no era tan malo. Que si cinco horas a Madrid, que si 7 a barcelona... y sólo con ventanilla y paisaje.
Me parece que en eso tienen la culpa los padres, que no enseñan bien. Recuerdo que la primera vez que visité Castilla-León mis padres y yo fuimos comentando el paiseje mientras íbamos por las carreteras. Ni dvd portátil ni leches.
Que los niños han sido pesados siempre, pero es más cómodo plantarles el dvd :P.
Pere, yo también estoy segurísima de que tu hija disfrutó mucho más. Además, es otra escala de valores. La diferencia entre ponerle una película (sexista, para más inri) y enseñarle algo como la fotografía que, por una parte, es un arte, por otra, una técnica, y en la que, en definitiva le enseñas a comparar, a valorar, a seleccionar, a cambiar y a corregir... es la que media entre potenciar una actitud pasiva y posiblemente manipulabe, o potenciar una actitud crítica y creativa.
Pero todos tenemos nuestras incongruencias, y a veces la gente se ve desbordada por la fuerza de... el peque unidimensional y semi-lobotomizado. (¡como me oigan, no me vuelven a llamar para una excursión :D).
Doodd... ¡Si todavía hubira sido un DVD portátil, que vieran individualmente, y los demás pudiéramos seguir con nuestro propio ritmo! Pero, no. Era el DVD del autobús, y todos teníamos que aguantarlo. Aún me tirita el tímpano, cuando recuerdo las canciones...
L, T & C: No voy a ser yo quien arroje la primera piedra. Desde luego que todos tenemos incongruencias y en especial cuando se trata de congeniar los tiempos y las exigencias de la paternidad (o maternidad) con otros aspectos de nuestra vida. Vamos, que en algún momento necesitas un respiro. Tampoco está mal eso de ver pelis con ellos (prescindiendo de Disney y similares, claro). Solo creo que, en muchos casos, dedicándoles algo más de tiempo y atención, les evitaríamos caer en defectos y actitudes que luego criticamos en los adultos.
Bonita excursión.
Sobre los mensajes reaccionarios de disney: son un reflejo perfecto de lo que piensa la mayoría... desde hace ya muchos, muchos años, en este país lejano... donde los fracasados-acomplejados viven en el bosque entre las bestias... marginados, expulsados... y ¡marginados y expulsados por voluntad propia! Es muy útil, disney.
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