sábado, 17 de noviembre de 2007

Peluquerías I

Yo soy poco de peluquerías. En general, me conformo con lavar el pelo en la ducha de la mañana y aplicar un poco de secador. Pero, claro, antes o después hay que ir a la peluquería (“…¿quién me lo cortará, carabi uri, carabi urá?). Y siempre lo hago con cierta sensación de adentrarme en un terreno peligroso…. Digamos, una aventura no exenta de pequeños riesgos que no cubre el seguro (y no sé por qué ahora me acuerdo de la risa que nos entraba a mis hermanos y a mí cuando oíamos cómo una vecina le contaba sus peripecias a mi tía, con exclamaciones trufadas de “quépopeya”, “códisea”).

El desasosiego suele estar justificado. Por mi propia experiencia o por lo que colijo de lo que veo a mi alrededor, hay riesgo en todas las fases principales del proceso: lavado, cortado y peinado. Y más aún en las subfases: moldeado, rizado, alisado, rasteado, tinte, mechas, decoloraciones… Pero yo hoy voy a centrarme en la Fase 1: EL LAVADO.

Los que más miedo me dan son los profesionales de la "fracción dura lex sed lex”, que te aprietan la nuca contra el filo del lavatorio como si te fueran a aplicar garrote vil y, mientras te meten un chorro de agua fría por toda la oreja, que notas el escalofrío en el tímpano y la humedad escurriéndote por el cuello y la espalda, te preguntan con toda naturalidad que si estás cómoda. Al lado de mi peluquería hay una tienda donde venden collarines, inmovilizadores de miembros (por favor, que me refiero a extremidades, no dejen volar la imaginación), sonotones y cosas así... Siempre lo he encontrado de lo más apropiado, una especie de justicia natural que hace bueno ese refrán de que, cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, o algo por el estilo. Incluso he llegado a sospechar si no estarán conchabados los dos establecimientos. Pero, a lo que íbamos: Los especimenes más representativos de esta clase de peluquer@s yo diría que son mujeres de cualquier edad con ciertas dosis de desabrimiento natural o adquirido, y que, por alguna razón etológica aún no totalmente desentrañada, me odian.

Están también los de la “fracción ultra-higiénica”, que no son mala gente. Yo comprendo que la pediculosis abunda y que el sufrido profesional debe aguantar las ganas de rociarme con permetrina antes incluso de ponerme las manos encima. Pero todo tiene un límite. Hablamos del peluquer@ que te mira con cierta cara de asco y te aplica agua hirviendo así, a botepronto. Además de las quemaduras de segundo grado, lo peor es que luego estás varios meses con el pelo como una garrapiñada. Aquí no sabría decir con exactitud, pero creo que el percentil de ambos sexos es bastante similar. (Consejo: yo, para esas cosas, he descubierto que las lociones after-sun van muy bien, y más de una vez he logrado bajar las ampollas con ese simple remedio casero).

Luego están los de la “fracción FP1”. A ver si no se me entiende mal, que yo, la verdad, estoy totalmente a favor de la enseñanza profesional y que para nada soy elitista y que, como personas humanas que somos, creo que todos somos iguales. Y, además, que estoy segura de que los chavales lo hacen con buena intención. Son majos, eso ni dudarlo. Y muy relimpios. Te echan el champú y empiezan zaca-zaca, zaca-zaca, a lavarte el pelo. Pero no sé cómo se las arreglan, si es que van enrollando los mechones entre los dedos o que se confunden o qué. El caso es que te encuentras en grave riesgo de quedarte calva para los restos por mor de los tirones que te arrean. Cuando te preguntan “¿ponemos acondicionador?”, te dan ganas de decirles “sí, pero ponme también un poco de minoxidil, por si las moscas”. No es que sean insensibles a tus gestos de dolor y a las lágrimas que ruedan por tus mejillas, es que son muy jóvenes y les falta experiencia. Por eso les llamo la fracción FP1. Si queréis mi opinión, yo creo que en esta fracción abundan los del sexo masculino.

Comprenderéis que sea una desengañada de las peluquerías. Voy, porque no tengo más remedio, pero en plan escéptico.

Así que imaginad mi sorpresa cuando, hace unos días, me encontré divagando mientras me lavaban el pelo. “Qué raro –pensé en uno de los raros momentos en qué volví en mí- apenas lo estoy notando”. Y seguí a mi bola, porque yo tengo mucha vida interior y en cuanto se descuidan me enredo en mis reflexiones. Pero héte aquí que, de pronto, un bienestar casto y venturoso me fui invadiendo. “¿Qué pasa? –me pregunté. ¿De dónde procede este placer inusual?” Y presté atención al suave masaje en el cráneo ¡Ay, mi frontal, mi occipital, mis parietales y temporales! Si yo creía que sólo existían para contener la mollera (es que yo tengo mucha mollera, y menos mal que tengo los huesos que me la sujetan un poco, porque si no se me desaparraba a la menor, con lo antiestético que es eso), o para que te retumbaran las cosas cuando te duele la cabeza o te has extralimitado un poquillo en alguna celebración.

Para no romper el encanto, entreabrí un poquillo los ojos y a través de las pestañas miré desmayadamente, a ver si lograba ver la imagen de mi benefactor/a en alguno de los espejos. Y allí estaba ella, observando tranquilamente lo que pasaba en otro extremo del salón, mientras hacía su trabajo, ni joven ni vieja, ni guapa ni fea, ni alta ni baja; lo más destacable, una media melena rojiza bastante convencional. Pero, vamos, que yo pronto me concentré en lo mío, para no perderme ni un detalle. La guinda fue cuando sentí que tomaba delicadamente mis lóbulos (de las orejas, no los cerebrales, que todo hay que decirlo) y los masajeaba suavemente entre su índice y su pulgar… Uaaaaaaahhh… Para entonces dejé caer un poco más los párpados y creo que me abandonó toda sensación de gravidez…

Cuando todo terminó, me arropó amorosamente con una toalla suave y seca y me dirigió hacia uno de los sillones de trabajo, mientras presionaba delicadamente mi hombro izquierdo con la palma de su mano: “Pasa por aquí, cariño”, me dijo. Y yo, creo que medio en trance, me volví y le dije con un hilo de voz: “Ha sido fantástico. ¿Cómo te llamas?”. “Mariajosé” –respondió con una sonrisa. Y entonces lo supe, que había encontrado a “mi” peluquera.

14 comentarios:

Regina dijo...

Vaya por Dios, por un momento he pensado que la historia iba a acabar mal. Me he reído muchísimo leyéndote, Tupp. Espero las otras partes, que con sólo el lavado me he quedado de ganas. Ahh, lo de los lóbulos me ha matado. A mí me hacen eso después del masaje y no controlo, ¿eh?

Respecto a las peluquerías... pues no sé. Tú más lo cuentas como si fuera ir a la guerra. No sé qué decir, pues de mis 27 años de vida 27 me ha tratado la misma peluquera. Sí, me corta el pelo desde que bebé y nunca nadie más ha tocado mi cabeza. Hombre, lavado sí, pero ay de quién osara lavar mal si estaba ella delante. Hoy es el día en que pienso que algún día se jubilará o lo dejará (aunque tiene cuerda para rato) y yo no sabré a qué peluquería ir, porque ella se conoce todos mis rizos y mechones rebeldes y, además, es dueña de, yo creo, la peluquería más puntera de la ciudad. Así que me perderé en el mundo de las franquicias. Joe, ya me imagino con los pelos rojos.

UnaExcusa dijo...

Yo también me he reído mucho. Te había escrito un comentario muy largo y me he quedado sin internet por el camino.
Qué rabia.

Anónimo dijo...

No havia rigut tant en tota la meva vida, excepte les vegades en què m'has fet pixar de riure en directe...

Isabel Sira dijo...

Me he reído mucho, y el final, apoteósico. Encontrar 'tu peluquero' es super importante. Conocía ya los masajes capilares, aunque no los hagan en mi peluquería habitual, porque yo más que peluquero tengo peluquería habitual, en la que hay tres o cuatro peluqueros a los que me atrevo a decirles 'hazme el corte que quieras' porque nunca he salido insatisfecha, ni siquiera cuando me hicieron el corte más radical que he tenido nunca. Y he vivido en Melilla, Murcia, Cádiz y Asturias y para cortarme el pelo esperaba a venir...
Últimamente estaba descontenta porque 'mis chicos' (son tres hombres y una mujer) o no estaban o estaban liados con otras personas y los que me atendían no me convencían tanto, pero la última vez volvió a tocarme uno de los míos y estoy encantada.
Es que, aquí en Sevilla la gente es muy clásica para el pelo y no se atreve con ná y yo soy lo contrario, de cambios radicales cada vez que puedo, por eso tengo que tener peluqueros de confianza.
Uff, vaya rollo que solté sólo para decir que me alegro de tu descubrimiento.

Luc, Tupp and Cool dijo...

A todos los que habéis hecho comentarios: Me alegro de que os hayáis reído. Yo también me reía mientras lo escribía, y la verdad es que después de una semana especialmente tensa (y digo TENSA) lo necesitaba de veras. La risa y el masaje. Porque el masaje fue el viernes.

Sagutxo, afortunadamente, no, no terminé electrocutada, ni nada de eso. Ummmm, eso de que no controlarías después de lo de los lóbulos, da que pensar. Y ¡vaya suerte, esa peluquera de toda la vida, a tu disposición!

Unaexcusa, pues me hubiera gustado leerte un comentario largo, la verdad. Bueno, acuérdate que me lo debes. Esperaré a que estés un poco menos ocupada, pero ¡ni una semana más!

patino?, moltes gràcies. Creo que lo he entendido todo, aunque me he quedado dudando con el “m'has fet pixar de riure en directe”. ¿Significa que te he hecho reír “en directo”? ¿Nos conocemos? Si es así, habla ahora o calla para siempre. Y, si no, esto puede ser el comienzo de una bella amistad :).

Arwen, de rollo, nada, sino todo lo contrario. Y te envidio la suerte, ya lo dije. En cuanto a los masajes, en mi peluquería los dan casi siempre… pero no tan bien como Maríajosé.

No os creáis, que yo también intento fidelizarme con mis peluqueros, aunque con poca fortuna por lo que se ve. Me manejo en una peluquería que tiene dos sucursales (no una franquicia, sino una empresa particular), y de cuando en cuando voy a otra distinta que está más cerca de mi casa.

La historia que cuento es real punto por punto… Bueno, vale, un poquillo exagerada, pero real. La psicópata del garrote vil es una señora de la peluquería cercana. El de los tirones paroxísticos es un delincuent…, digo, es un jovencito que se limita a lavar cabezas en la sucursal núm. 1 de mi peluquería habitual, y por ese motivo he emigrado con armas y bagajes a la sucursal núm. 2., que está pegando a un establecimiento de ortopedias varias. Y los escaldadores… ¿qué decir de los escaldadores?

Bueno, y por si me lee alguien del gremio, deciros que entre los peluqueros también he encontrado gente estupenda, como profesional y como personas. Y que algun@s de ell@s son amigos míos (pero a esos nunca quiero ir como cliente).

;)

Regina dijo...

Poco da que pensar. Lo digo en su sentido más literal. Empezaría a mover la patita trasera como los chuchos y de ahí ya... cualquiera sabe.

:D

Suntzu dijo...

¡Qué buena! Y qué envidia me dais las dos (El sagutxo y tú). Yo solo he tenido experiencias traumáticas en la peluquería. De hecho, la última ha sido muy descorazonadora.Seguiré buscando...
Me gusta el blog. Volveré:)

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha pasado algo extrañísimo en el departamento banalidad cotidiana, pero yo no lo puedo contar con la gracia con la que nos has contado tu historia: yo he mantenido una relación absolutamente sadomasoquista con mi peluquero de toda la vida, que lavando era un brutote y cortando y peinando me dejaba los pelos de punta y me sacaba unos colores que vamos, vamos, vamos.... Pero ahora viene lo bueno: acabo de descubrir que es magnífico y que él tenía mucho ojo y mucha idea, infinitamente más que yo, que me aferraba a modelos desfasados y más bien recatados en todo -largo, forma, peinado, color: todo sin movimiento y, además, tengo que confesar que nunca pude prescindir de la laca-. Estoy feliz. En el fondo yo ya sabía... por qué le he sido fiel tantos años.... pero ahora lo sé. ¡Lo sé! Me gustaría colmarlo de regalos y de besos -castos- y decirle que ni soy masoca ni ciega para el buen gusto. He dicho besos castos... pero vete tú a saber si no me habré enamorado yo de mi peluquero. Lo gracioso es que, con la de años que llevo tratándole, y nunca me he fijado bien en su cara... La próxima vez que lo vea será como si lo viera por primera vez, porque desde luego que lo miraré con otros ojos...
Tupp tienes un sentido del humor extraordinario... Yo, como patino?, también me he m de risa... Espero que esta semana sea buena para todos, que las tensiones sean cosa del pasado para siempre (al menos las que te tocó vivir la semana pasada, según dices, y las que me tocó a mí).
Te felicito, te mando muchos abrazos y muchos besos. ¡Volveré por aquí!

Anónimo dijo...

Soy frechcancan. Falta la H y decir que yo no sé si soy tan generosa como tú, Tupp, porque esos de FP, qué quieres que te diga, que hagan prácticas entre ellos y con sus amigotes o su familia o consigo mismos... que no hagan pagar a los demás su torpeza, su "barroeria", su condición de primates y de brutus y de distroyers... que sean ellos quienes acaben con cortes, ampollas, quemaduras, luxaciones y demás. Que vayan ellos a comprarse las pomaditas, el aftersun, etc. etc. Oye, que la cabeza es lo más delicado que tenemos; que lavar cabezas no es cualquier cosa y que, desde luego, para cortar y peinar hay que tener finura, gusto y gracia. Lo que yo sigo sin saber, a día de hoy, es si esto se puede enseñar; si se puede, debe ser a costa de mucho estropicio y mucha fe...

Luc, Tupp and Cool dijo...

Sagutxo,pues sólo tienes que convencer a tu peluquera para que implante ese servicio (público). ;)

Suntzu, no te preocupes, que el tiempo arregla casi todos los desaguisados que te hacen en el pelo... XD.

Frencancan, me alegro que tanta fidelidad haya llegado a buen puerto, y que al fin estés conforme con tu peluquero alternativo. Pero si la cosa era sado-masoca, mejor no te enamores. Y gracias por tus elogios.

Frenchcancan, ¡pobres chicos los de FP1! En algún sitio tienen que aprender. Si hasta los grandes cirujanos de "punmón y corazón" empezarón alguna vez cortando venitas y haciendo pequeñas suturas a los coleguillas que se dejaban... (Lo cierto es que el que me dio los tirones era ya bastante talludito, nada que ver con la FP1).

M dijo...

Spy poquisimo de peluquerias...me siento en tensión desde que entro hasta que me voy.

Como alternativa, y ya a la vejez, opte por una caja de tinte, copy de llongueras....Parecia discreto.

Parecia.

Una vez puesto, el tono es exactamente rojo teletubbie.

Y en eso estamos...

B x C

Luc, Tupp and Cool dijo...

Viuda, gracias por tu visita. Ese rojo teletubbie promete. Buen color, el rojo.

¿B X C?

:)

Kupe Karras dijo...

yo siempe he sido una aventurera de la peluquería. Lo que me he reído con el post. De niña me llevaba mi madre a un peluquero que era clavado a Alomodóvar y su madre, una pedazo de señora de pueblo me metía un lavado que la cabeza se me iba para alante y para atrás incrustándome con el lavabo. Mi abuelo, que fue barbero durante la guerra, me cortaba el pelo también, me sentaba en una banqueta tumbada encima de una silla la que le ponían una tabla de madera para hacer de asiento.

Luego, mi tía me lo cortaba porque se hizo peluquera, pero al ser tan terriblemente tímida aguantó menos de un año. Siempre me hacía el pelo como yo quería pero ahora, como siempre está liada con sus hijo, tengo que buscarme alternativas.

Mi mejor pelu fue en Escocia, te lavaban el pelo suavemnete, te daban vino o café para beber mientras te cortaban el pelo, buenas revistas... y el pelo, glorioso, qué cortes, qué productos me vendían siempre. Mi pareja de entonces me mandaba a allí con un cheque en blanco y salía con mil cosas que me dejaban el pelo de cine, claro, entonces iba a muchas fiestas y la imagen era primordial para él más que para mí.

Ahora, me corto el pelo donde un barbero griego que nos corta a los tres el pelo. Ni te lo lava, te lo moja con un espray, te lo corta y que te lo seque el viento. Tengo un peinado de Cleopatra sin flequillo que ni pa qué y Dani, como tiene dos coronillas, es el único que no le deja como Espinete, nos cuesta unas cuatro mil pelas todos y la verdad es que tal como está la economía, no me llega para más.

Que bién que hayas encontrado a Marijose.

Luc, Tupp and Cool dijo...

Kupe Karras, está bien eso de unas cuatro mil pelas por tres cortes de pelo. Y lo de las dos coronillas del Dani, es mundial. !Doble santidad, entonces, para tu chico!

Lo de la peluquera tímida (tu tía) sí que no me lo esperaba. Es un nueva categoría: yo las conocía antipáticas, simpáticas, amorosas,desabridas, severas, campechanas... Pero ¿tímidas?

A mí una vez, cuando pequeña, que estaba de vacaciones en un pueblo del sur de Cáceres, me cortó el pelo un barbero. A los oídos de mi padre llegó la información de que una cierta epidemia asolaba a la chiquellería, y antes de que nos infestáramos decidió cortar por lo sano y nos mandó al barbero, que nos peló con esa maquinilla cromada, manual, que hacía crac-crac, rítmicamente, a medida que el peluquero la apretaba entre sus dedos. Debi de luchar a brazo partido cuando me sentaron en ese sillón giratorio, que parecía de dentista, y moverme a tutiplén... Además del berrinche, el resultado fue un corte superficial a la altura de la nuca (la "chibarra", que se dice por allí, no sé si también en otros sitios).

¿Será por ese trauma infantil que tengo yo tanta rabia a las peluquerías?