lunes, 12 de noviembre de 2007
Padres intrépidos
Para qué veáis lo que tienen que hacer los papis, si quieren salir de excursión.
El jabalí se engolosinó con el olor del pequeñín, ¡y les dio la tarde!. Llegó a estar muchísimo más cerca del niño, con su bocota enooorrmeee.
Es una foto del invierno pasado, y la hizo mi amiga A., Doctora (aunque no en Medicina), un fin de semana que anduvimos correteando por el Norte (por nuestro Norte, quiero decir, cincuenta o sesenta kilómetros más arriba de Cordura).
Lo de las caras garabateadas queda un poco feo, pero me da no sé qué ponerlos por aquí.
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4 comentarios:
No se nota tanto lo de las caras. Y lo que importa es lo que ocurre en la foto.
Curioso, desde luego. Qué miedito.
Jojojojo. Yo me acuerdo que vi mi primer jabalí en el parque natural de Cabárceno, en Cantabria y no me acerco yo a un bicho de esos ni loca. Menudos morros tenía.
Eso sí, a los de la foto se les ve muy tranquilitos (está bien que les tapes las caras, así debe ser).
:D
Sarm y Dood, el jabalí era más bien un jabatillo. Lo habían cogido desde pequeño los dueños del molino en el que estábamos.
El crío llevaba un biberón, que es lo que buscaba el jabato. Pero se puso pesado de verdad, y como esos animales son tan "irracionales" (qué como van a ser, los pobrecitos, si ni han estudiado ni ná), pues resultaba un poco peligroso.
Y los padres no estaban tranquilitos, ni mucho menos. Si te fijas, la madre está intentando girar el coche, que se le ha bloqueado entre la hierba húmeda. Al padre no se le ve la cara, que la tiene de mal café, y está intentando apartarlo con el pie. La niña, claro, está a lo suyo.
Al final fue la molinera, le dio un pescozón al jabalí, y se lo llevó a las cochiqueras, "castigao" y sin salir.
¡Que bonito Cabárceno! He ido varias veces. La primera, conducía un coche chungo que no le entraba la primera y se calaba, y por esas pendientes tan enormes, con el coche lleno de críos y de abuelos (son peores los abuelos, fijo), terminé cabreada y enfadada con todo el mundo, porque parecía que la que no sabia conducir era yo.
Para más inri, uno de esos monos hiperactivos y chillones, de un manotazo nos quitó una bolsa de gusanitos, y de paso nos dejó un buen arañazo, que estuve punto de ponernos la vacuna del tétanos.
¡No me acerco yo tanto a semejante bicho ni siendo padre ni siendo hijo!
¡Vaya miedo!
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