lunes, 11 de agosto de 2008

Sin orden ni concierto – Cajones de-sastre

La lista de 100 libros que publicaba ayer “El País Semanal” es una buena lista.
En lo primero que me fijé fue en los autores que yo no he leído, como Mijail Bulgakov, por ejemplo. Luego, en que hay poquisíma poesía y poquísimo teatro (Shakespeare y poco más), y si pienso en poesía y en teatro me extraña que no aparezcan más alemanes o ingleses o franceses. Que Vargas Llosa aparece tres o cuatro veces, y Gabo sólo una. Que no está Capote. Que Neruda se encuentra muy atrás…

Pero, claro, no es una lista de los cien mejores libros, sino de los cien libros que cambiaron las vidas de los encuestados.

Yo no sé qué libros pueden haber cambiado mi vida. Creo que ninguno en particular y todos en general. Recuerdo el impacto que me produjeron algunos, pero es probable que me influyeran más otros que leí antes y que me empaparon sin grandes estremecimientos, como la lluvia fina empapa la tierra, sin arrastrar pero haciendo que germinen las semillas. No lo sé.

Recuerdo una noche febril, cuando cayó en mis manos un libro de Jack Kerouac y lo leí de un tirón, aun a costa de un examen que iba a tener al día siguiente. El descubrimiento asombroso de los relatos del “Aleph”. El zarpazo de los cuentos de Lovecraft. El submundo acerado e irónico de la novela negra. El viaje a ninguna parte de “Gordon Pynn” o “la aventura equinoccial de Lope de Aguirre”. “Esperando a Godot”, que me dejó sentada. “La señora Dolloway”. “La Metamorfosis”, sí, que me dio un juju enorme. “La Peste”, de Camus. “El Cuarteto de Alejandría”, “Trópico de Cáncer”, “A sangre fría”. Margueritte Duras, Anaïs Nim...

Antes habían estado las novelas que me habían llevado a vislumbrar los caracteres de los demás: Flaubert, Sthendal, Tolstoy, Dostoivski, los dos Mann (Thomas y Friedrich), D. H Lawrence… Creo que los leí antes de poder comprenderlos del todo y supongo que los re-interpreté a mi manera.

Becquer, Poe, Haggard: “Ella”(She) me impresionó, aunque me aburrieron las secuelas. Mary Shelley. Andersen.

Antes aún, “La Isla del Tesoro” y el “Huckleberry”, que los he leído también después y me han vuelto a encantar. Algunos de Verne. Pero no el “Moby Dick” de Melville, vaya usted a saber por qué.

Las Alicias, El Libro de la Silva, Kim de la India, Peter Pan...

Y claro, las aventuras de los cinco personajes de Enyd Blinton, por la que se abrió una de las venas más persistentes de mi lecturas: la detectivesca y misteriosa, que va desde A. Christie a Conan Doyle, pasando por Wilkie Collin, Ellery Queen, Simenon, Dashiel Hammet. Maurice Leblanc, Humberto Eco o Margarite Yourcenar y que, si no me ha descubierto gran cosa -al fin y al cabo, los misterios son siempre los mismos- sí que me han permitido imaginarme muchas sociedades y me han ha dado muchos ratos de honesto placer :P. La última de ese estilo la terminé hace dos semanas: "Los hombres que no amaban a las mujeres", de Stieg Larsson.

Siempre he ido mucho a las bibliotecas. Cuando decidí empezar a leer "en serio", usaba como guía los libros de texto de literatura. El primer día no se me ocurrió otra cosa que pedir “El poema del mío Cid” para llevarme a casa: Cuando me sacaron un libraco enorme, casi un incunable, sentí tal vergüenza que creí morir, y estuve más de tres meses sin volver a aparecer por allí. A pesar de todo, de esa época data mi gusto por la literatura clásica, española o no.

Hay que hablar también de dos cajones provindenciales: Los que dejó a nuestro cargo un amigo mayor, que se fue a la USA a hacer el doctorado. Dos cajones perfectamente embalados,que nosotros fuimos desvalijando igual que un ladrón de tumbas saca los tesoros de la cámara real. No sé ya qué ni cuánto leí entonces, pero sí que esas lecturas me dieron la vuelta del revés y del derecho. Recuerdo, entonces, leer a Walt Witmann (que conocía por las referencias de G. Lorca, pero que no había leído), a Mallarmé, a Baudelaire (siempre recordaré un frío hostal de Toledo, y mi amiga Ch. y yo, cada una en su cama, recitando a voz en grito versos de "Las flores del mal"). Recuerdo, Rayuela, Bomarzo, El manuscrito encontrado en Zaragoza, El Ulises, Dublinesses... Novela, poesía, teatro, ensayo, filosofía, todo mezclado, sin orden ni concierto. Fue impactante. Creo que aún no lo he digerido.

Por esa época, creo, también leí “La interpretación de los sueños”. Y aunque no creo que el psicoanálisis sea una ciencia, sí que creo que aborda con una intuición enorme alguna de los aspectos más importantes del ser humano. En ese sentido, creo que fue para mí un libro muy importante.

Y hay otra casualidad y otros cajones que me llevaron a descubrir mucho antes, con apenas siete años, un libro que no reconocí hasta mucho tiempo después. Pero esa es otra historia.

6 comentarios:

Juanma dijo...

Genial el post.

A mí también me ha pasado con los libros algo parecido, que los he ido devorando sin orden ni concierto, pasando de un Stephen King a un Homero de la noche a la mañana. También he bebido mucho de la biblioteca, a la que ya tan sólo piso por cuestiones de trabajo.

Me he visto reconocido por algunos de tus recorridos literarios iniciales. Parece que muchos empezamos por el mismo sitio... Es curioso.

Un besote.

Isabel Sira dijo...

Uau.

Suntzu dijo...

Me encanta conocer los gustos literarios de los demás. Buen post, con muchas coincidencias.

Unknown dijo...

Yo, quitando a Delibes, que no lo aguanto, me trago de todo y ese todo no es que haya cambiado mi vida, si no que la ha ido haciendo.

Un besazo

Los viajes que no hice dijo...

"siempre recordaré un frío hostal de Toledo, y mi amiga Ch. y yo, cada una en su cama, recitando a voz en grito versos de "Las flores del mal").

A mí me pasó con Las Flores del Mal en la Facultad y recitándole a Julia, en un bus, el Ajedrez de Borges mientras la gente, obviamente, me miraba. Recuerdo la cara de una mujer que disfrutó como una niña chica.

Y a Pupe y a mí, sentadas, mientras yo le leía a Sor Juana Inés de la Cruz.

Y recitar a Whitman una noche lluviosa.

Tengo que leer mucho para cogerte, reina mora...

Luc, Tupp and Cool dijo...

Juanma, ¿ya no pisas la biblioteca? ¿Por qué? Yo siempre vuelvo, aunque sea sólo por curiosear entre los estantes, mirar aquí y allí... A veces, ni siquiera me llevo nada.

Arwen... ¿Uau? :D

Sutzu, me alegra la coincidencia. Supongo que te pasará como a mi, que, dependiendo del día o de las circunstancias, recuerdas unos u otros libros o autores.

Ricardo, buena expresión la de "tragarse todo" :P Pero te entiendo. ¿Por qué Delibes no? A mí sí que me gusta. Pero detesto a Umbral y le tengo tirria a A.P.Reverte :)

Viajera, en esto de leer no hay metas ni hay caminos. Es una materia tan amplia que uno podría ser un erudito en cierta parcela y desconocer totalmente otras.
Y esa ignorancia me encanta, porque abre la puerta a descubrir cosas que "me llegan" y de las que no tenía ni idea o había olvidado su existencia.