miércoles, 11 de febrero de 2009

¡Que me parta un rayo!

Una tarde de verano de hace mucho tiempo, yo aún fumaba, cayó un enorme chaparrón cuando iba en busca de tabaco. El agua arreciaba tan fuerte que en pocos segundos caló la camisilla de tirantes que llevaba y me dejó el cabello como recién salido de la ducha. Pronto empezaron a oírse los truenos, cada vez más cercanos. Los transeúntes corríamos, buscando algún lugar donde resguardarnos de la intensa lluvia. Yo lo hice en el portalón de una iglesia. Poco después llegó otra chica.


De pronto, oí un bramido inmenso, que casi me hace estallar los tímpanos. Frente a mis ojos, algo muy pesado se precipitó sobre un coche que estaba aparcado junto a la acera, doblándolo por la mitad, y otro ruido menos cavernoso pero igualmente potente se sumó al anterior.

No tuve tiempo de hacer muchas cábalas, porque una corriente eléctrica muy intensa me entró por el omoplato derecho y me recorrió de arriba a abajo, haciéndome perder la consciencia de todo lo que sucedía, excepto del paso violento de esa energía enervante y abrumadora por el interior de mi cuerpo. Pasó por el pecho, el abdomen, los muslos y las piernas, y salió por mi tobillo izquierdo, dejándome shockada y estupefacta, sin saber dónde estaba ni quién era.

Yo miraba mis pies, alucinada, convencida de que eso sería lo último que vería de mí misma, antes de desmoronarme en polvo ceniciento. Tuve la completa seguridad de que mi cuerpo había ardido por completo, en combustión súbita, y de que lo único de mí que seguía funcionando eran los ojos y el cerebro. No tenía pánico, sino más bien una inmensa sorpresa por que mi desaparición viniera así, estando yo tan viva.

No me desmoroné, claro. Permanecía en pie, agarrotada, con los nervios y los vellos de punta. Miré a la chica que estaba junto a mí. En pleno shock, había sido consciente de que intercambiamos electricidad a través de un brazo. Me miraba con ojos espantados y creo que gritaba presa del terror. Supongo que yo también lo hacía. Inspeccioné mi tobillo izquierdo, convencida de que estaría negro y chamuscado. Estaba normal.

Fui consciente de los gritos de la gente que cruzaba desde la acera de enfrente. Nos explicaban que un rayo había caído en el pararrayos de la torre, que parte se había desparramado por los tejados, que se desprendió uno de los sillares y cayó sobre la calzada, que aplastó a un automóvil...


Posiblemente, lo que me cayó encima fuera algún ramalazo que se separó del rayo principal y llegó casi desactivado, tras chocar con la enorme mole en la que nos encontrábamos. O igual se trataba de electricidad estática que descargó en los refuerzos metálicos de las puertas, y de ahí pasó a nuestros cuerpos mojados. No lo sé, exactamente.



En fin, estuve más de una semana con todos los vellos de punta (cierto y cabal, como os lo cuento: incluso la pelusilla más imperceptible) y dolores musculares. Mi amigo de entonces, que estudiaba medicina, me dijo que es que todas las células se me habían polarizado, y era por eso. Vaya usted a saber.

¿Y a qué viene esto ahora?, ¿Por qué lo cuento? Pues porque ayer estuve fotografiando esa zona, para probar mi nueva máquina compacta. Cuando estaba enfocando los tachones metálicos de la puerta, tuve un flash proustiano: Me vino a la memoria aquel día en que me cayó el rayo y estuve a punto de convertirme en cenizas. La semana en que tenía los vellos de punta, que casi me dolía la piel cuando me acariciaban a contrapelo. Las agujetas "in extensis", que no había parte del cuerpo que no me doliese, sobre todo las de los músculos más largos. El susto de los amigos, cuando les conté el percance. Los cuidados tan tiernos de mi amigo, el pre-médico...

Pero ni por esas dulzuras viviría yo la historia del rayo otra vez.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Ummmmm, por curiosidad ¿qué fumabas?


Un besote preciosa

Los viajes que no hice dijo...

Dios mío.
Que no te parta un rayo, que no te parta...

¡Me gustan tus fotos!

Regina dijo...

Impresionante, Tupp. Tiene que ser una experiencia alucinante y de dejarte helada y chamuscada a partes iguales. Me alegro de que puedas contarlo. :)

Luc, Tupp and Cool dijo...

Siempre rubio, Ricardo. ¿Tú?

Eso, eso, Viajera... ¡Que me quede como estoy!

Sí, Random. Un calambrazo tan enorme que parece que te has ido tú y se ha quedado él.
:)