Se acabó lo que se daba. Después de cuatro semanas de baja, mañana vuelvo al curro. He de reconocer que los últimos quince días han sido bastante agradables: levantarse a eso de las ocho y media, desayunar tranquilamente un capuccino estupendo -tengo una cafetera que los hace muy bien-, ducharse sin prisa, ir a rehabilitación, volver a casa a eso de las doce y media... Una vida ociosa, de rentista, de "dolce far niente", entretenida estudiando inglés, repasando música, leyendo acá y allá, viendo películas, hablando... Me gusta estar en casa, si es así.
Pero todo tiene un límite y esta mañana he pedido que me den el alta y he declinado la oferta del médico, de dejarlo para el lunes próximo ya que hasta el viernes no termino la rehabilitación.
Antes o después, hay que volver. Mejor hacerlo ya. Me esperan dos semanas de permanente irritación (el "síndrome de la vuelta al curro"). Meses de estar continuamente con la sensáción de no haber dormido lo suficiente. Y los sentimientos encontrados que provocan los trabajos y los compañeros, y sus diferentes fases. A ratos, estimulante; a ratos, aburrida; a ratos, odiosa.
¿Del esguince? Pues estoy todo lo bien que se puede estar a estas alturas. Ya sé yo que esto me estará dando la lata durante uno o dos meses más. Y también que hay un momento en que hay que empezar a moverse, porque se pierde más parada que en movimiento.
Esta mañana, el pie funcionaba bien; con el consabido dolor, pero bien. A medio día, con el alta ya firmada, tuve otra pequeña torcedura, en mi casa y en zapatillas: si hubiera llevado zapatos, no hubiera pasado. Es decir, que ya es mejor salir que quedarse.
¡Tengan cuidado ahí fuera!
martes, 17 de noviembre de 2009
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1 comentario:
¿De baja y a las 8.30 levantada? ¿Y feliz por levantarte tarde?
Tú te mereces otra vez, hasta que te acostumbres a levantarte a una hora normal, las 11 o las 11.30. Hazme caso.
Mucho ánimo con la rentrée, que siempre son duras.
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