sábado, 17 de abril de 2010

Cuenca



Cuenca me gustó mucho. Hay algo desmedido, desorbitado, en esa ciudad empingorotada entre dos abismos, el del Huécar y el del Jucar, en ese urbanismo alegre y confiado que se ajusta al terreno de una manera casi temeraria.

Se hicieron cortos esos tres días, con sus dos noches. Lo mejor, las vistas desde la habitación del hotel, tan espectaculares. El Museo de Arte Contemporáneo, maravillosos el contenido y el continente (los Saura, Tapies, Torner, Feito, Millares, Chillida, Zobel y los otros, los ponía yo con gusto en las paredes de mi casa). El paseo hasta las casas colgantes y luego, atravesando el puente de San Pedro, hasta el Parador. Y el pantagruélico desayuno en el refectorio, que yo hasta tomé huevo frito.



Y la serranía. El Nacimiento del Río Cuervo, el agua precipitándose por las alturas después de un año de lluvias tan intenso. No me lo esperaba así, tan apoteósico.

Lo peor, coincidir con excursionistas gritones mientras paseábamos por la Ciudad Encantada.

martes, 13 de abril de 2010

Memoria histórica

¿Y teniendo esto para qué necesitan memoria histórica?






Catedral de Cuenca. Muro junto a la puerta del Palacio Episcopal, que también alberga el Museo Diocesano.

Sería interesante hacer un censo de cuánta "memoria histórica" se guarda en los lugares más céntricos y visibles de pueblos y ciudades, muchas veces en los lugares de culto, en monumentos histórico-artísticos que consideramos erróneamente "patrimonio común", aunque en realidad sean patrimonio privativo de una institución, la Iglesia, que la utiliza para preservar la memoria de lo que ella considera más memorable.

Que digo yo que, si dicha Institución no tiene la sensibilidad suficiente para convivir en una España plural, y sigue obstinándose en hacer ostentación de su toma de partido hacia uno de los bandos, algo habrá que hacer...

Desde las comisiones técnico-artísticas (porque mira que es horrorosa esa inscripción, tan alta como el edificio de al lado), hasta aplicarle las Ordenanzas Municipales sobre ocupación del subsuelo, suelo y vuelo de la vía pública, que permite regular el tamaño de los carteles publicitarios, la ubicación de los mismos, la armonización de estos con el entorno urbanístico, etc.. Y, si no, la OCU, por publicidad abusiva e indebida.

domingo, 4 de abril de 2010

Jacinto Chiclana (Milonga)


videomontaje: dibegonet



Jacinto Chiclana. Milonga.
Música: Astor Piazzolla · Letra: Jorge Luis Borges

Me acuerdo. Fue en Balvanera,
En una noche lejana
Que alguien dejó caer el nombre
De un tal Jacinto Chiclana.

Algo se dijo también
De una esquina y de un cuchillo;
Los años nos dejan ver
El entrevero y el brillo.

Quién sabe por qué razón
Me anda buscando ese nombre;
Me gustaría saber
Cómo habrá sido aquel hombre.

Alto lo veo y cabal,
Con el alma comedida,
Capaz de no alzar la voz
Y de jugarse la vida.

Nadie con paso más firme
Habrá pisado la tierra;
Nadie habrá habido como él
En el amor y en la guerra.

Sobre la huerta y el patio
Las torres de Balvanera
Y aquella muerte casual
En una esquina cualquiera.

No veo los rasgos. Veo,
Bajo el farol amarillo,
El choque de hombres o sombras
Y esa víbora, el cuchillo.

Acaso en aquel momento
En que le entraba la herida,
Pensó que a un varón le cuadra
No demorar la partida.

Sólo Dios puede saber
La laya fiel de aquel hombre;
Señores, yo estoy cantando
Lo que se cifra en el nombre.

Entre las cosas hay una
De la que no se arrepiente
Nadie en la tierra. Esa cosa
Es haber sido valiente.

Siempre el coraje es mejor,
La esperanza nunca es vana,
Vaya pues esta milonga
Para Jacinto Chiclana.


Últimos diálogos con Borges: ".... yo me encontré hace muchos años con Carlos Guastavino, nos cruzamos y me dijo: Si usted me entrega una milonga yo le pongo la música. Yo no sé -dije- porque yo no he practicado nunca ese género. Vamos a ver si los astros son propicios. Bueno, pasaron, un tiempo, qué sé yo, un par de meses, y de pronto lo sentí, yo me acordé que me habían contado una vez, en una confitería en el Once una historia: un malevo es atacado por otros y que se defiende y lo matan. Ese malevo se llamaba Jacinto Chiclana. El nombre es lindo y ahí sale la milonga: Me acuerdo fue en Balvanera/ en una noche lejana/ que alguien dejó caer el nombre/ de un tal Jacinto Chiclana. Ya estaba todo hecho, porque ya había dado con la cadencia, con el tono tranquilo, con el hecho de contar todo de un modo llano, casi indiferente, impersonal, anónimo y el resto salió solo. Al final: Siempre el coraje es mejor/ la esperanza nunca es vana/ Vaya pues esta milonga/ para Jacinto Chiclana...".



La versión de Edmundo Rivero es muy austera. La que cantamos nosotros, -coral, al fin y al cabo- con arreglos de Liliana Cangiano, es más elaborada y complicada. La nuestra acentúa más esa especie de eco, de remembranza de algo que sucedió hace muchos años y sobre lo que conservamos detalles imprecisos. Es más nostálgica.

Las estrofas 5 y 6 no se cantan, sino que se recitan. En nuestro caso, lo hace maravillosamente una mujer de voz bastante grave -argentina, para más señas-, mientras que el resto del coro hace una serie de acordes en plan pianíssimo. Resulta muy impactante.