viernes, 30 de mayo de 2008

La doncella y la luna





Asistí al nacimiento de esta canción, “La doncella y la luna – The Maiden and de Moon”. Estaba presente cuando se escribieron las primeras estrofas, durante un largo viaje en automóvil, y me acuso de haber sido renuente a extraer dos o tres hojas de mi agenda para prestárselas al autor. Aprendí a reconocer partes dispersas de la melodía, antes de saber que tenían un hilo conductor. La escuché desnuda de artificios, sólo la voz y la guitarra acústica, cantada y recantada, y me pareció que, siendo siempre la misma, iba cambiando, depurándose, puliéndose a golpe de garganta y de guitarra. Luego escuché el midi, vi las partituras, supe de su inclusión en una maqueta, de la necesidad de viajar a la capital del Virreinato para registrarla, y finalmente la oí en el CD que con tanto esfuerzo editó el grupo.

Y al oírla así, a mí, que aprendí desde muy niña a tener siempre los ojos lo más secos posible, se me saltaron las lágrimas. Y cuando logré traducir la letra, ayudada de un diccionario porque mi inglés me juega malas pasadas, un llanto manso me inundó, y me sentí vulnerable, como si fuera otra vez adolescente y volviera a sentir esas emociones entrecruzadas, esa especie de nostalgia anticipada que surge no desde el recuerdo del pasado, sino desde el atisbo de un futuro que sabemos sucederá inexorable, cuando ignoramos qué significará crecer y tememos que en el cambio se pierdan los ideales, los afectos, los amores que nos bullen en el pecho, y nos convirtamos en esos seres grises que nos parecen los adultos.

He oído varias veces “La doncella…” en directo, no siempre por la misma cantante porque el grupo cambió de vocalista. La última vez fue ayer, y volvió a sonar este tema, con ecos de balada, entre otros mucho más heavys, en el concierto que dio DAEMENTIA en el Pabellón Multiusos de Salamanca.

Y, como última observación: No es la mejor grabada de la maqueta, cierto… Habrá que contar con eso :)

jueves, 29 de mayo de 2008

El ombligo de Venus



Comprendo que resulto machacona. Pero este mayo ha venido no sólo cargado en lluvias, sino, para mí, repleto de paseos y caminatas en espacios naturales y de compañías de ésas que no tienen precio. Y os tengo que contar otra escapada:

El fin de semana pasado me dejó baldada: Un trayecto lleno de bajadas y subidas, por entre tres pueblos serranos del sur de Salamanca: Garcibuey, Miranda del Castañar y Villanueva del Conde, cada uno situado en su pequeño cerro, rodeado de robles, cerezos, olivos, vides, rosales silvestres, jaras, escobas, cantuesos y otras muchas plantas, entre ellas la temible y bella dedalera, de veneno mortal, como tan bien saben los aficionados a las novelas de misterio...

Enclaves de montaña con calles en pendiente, hermosas casas de vigas de madera, blasones, balconadas cubiertas de flores. En los umbrales, poyos o dinteles, a veces aparece, usada como una piedra más de la mampostería, los restos de una estela vettona, de resonancias druídicas, perfectamente distinguible por su forma circular y por la decoración con medias lunas radiales o en espiral.

No estamos seguros de si fueron quince o dieciocho kilómetros por entre sendas maravillosas (algunas de no más de 60 cms. de ancho y con el matorral de roble casi a la altura de las rodillas), arroyos y puentecillos y fuentes muy antiguos. Fue un camino duro para los que estábamos desentrenados. He estado con agujetas tres días seguidos.

Creo que la naturaleza de estas tierras tienen un antes y un después del Mayo del 2008. Se nos ha “revolucionao” y nos ha explotado en verdes y en flores reventonas...

Os dejo una de las fotografías que hizo Pilar M., organizadora y alma Mater de esta escapada, que nos reunió a un grupo de veinte o treinta personas, de edades comprendidas entre los siete y los setenta años, aunque no todos hicieron la ruta completa, ya que los muy mayores, los muy pequeños y los muy vagos hicieron parte del trayecto en autobús. Fue un éxito.

La planta que florece en el muro es el ombligo de Venus, umbilicus pendulinus, según me informa mi botánico particular.

(El día antes, también lluvioso, estuve en Cáceres. Creo que tengo que escribir una entrada para contaros cuánto está significando para mí este mayo, florido mayo… Ahora me voy al concierto de Daementia, ya os contaré mañana).

martes, 27 de mayo de 2008

consonancias

Golpear la lengua con los dientes, en la “ele”. Mordisquearla, con la “zeta”. Impulsar el aire entre los labios, en la “be”. Retenerlo y enviarlo a la nariz, con la “eme”. Rebotarlo en las fauces, en la “ka”…

La lengua, los dientes, los labios, las fauces, la úvula… (¡La úvula! ).

El juego de con-sonantes. Tejer el ritmo interno, el compás y el tempo del sonido... Silbar, soplar, aspirar, chasquear, sisear, chistar, zumbar…

Dedos, palmas, pies… Todo vale.

De los miles de sonidos existentes, el rozar de las pieles que se encuentran, la ventosa de la boca apresurada, el compás de los cuerpos que se mecen…


free music


... La canción es Fever (John Davenport - Eddie Coole). Aquí la canta Elvis Presley.

No sabes cuánto te amo
No sabes cuánto me importas,
cuando me abrazas,
y siento la fiebre
tan fuerte.

Me das fiebre
Cuando me besas,
Fiebre
cuando me aprietas contra tí.
Fiebre
En la mañana,
Fiebre
toda la noche.

El sol ilumina el día,
la luna ilumina la noche,
Tú me iluminas
cuando me llamas por mi nombre
porque sé que vas a tratarme bien.

Me das fiebre
Cuando me besas,
Fiebre cuando me abrazas,
Fiebre
En la mañana,
Fiebre toda la noche

Todo el mundo
sufre fiebre,
Ya lo sabemos.
La fiebre
no es una cosa nueva.
La fiebre
empezó hace mucho tiempo.

Romeo amaba a Julieta.
Julieta sintió lo mismo
Cuando la rodeo con sus brazos
y le dijo, nena, tú eres mi llama.

Me das fiebre
cuando me besas,
Fiebre
con tu llama,
Fiebre,
soy fuego
Fiebre,
ardo para ti...

sábado, 24 de mayo de 2008

Arribes




"En el ajetreo del día se colaban amarillos", dijo después una de las amigas con las que estuve. Se refería al de las escobas floridas, que salpicaban las veredas, hondonadas y laderas.

También estaba el Duero, encajonado en la falla que divide el espacio y marca la frontera de España y Portugal. Me contaron que ese macizo enorme, poderoso, cuarteado por mil fisuras, existe desde la noche de los tiempos, desde antes aun de que se formaran los Continentes, y que se erguía ya en la primitiva Pangea, cuando todo era uno e indiviso.

Y el paseo en el barco. Y los nidos de cigüeña negra. Y la anécdota del “dos”, que si me lo pedís os contaré.

Y largos paseos por un campo tapizado de flores, como nunca encontraremos por el norte, y cuyos nombres me dijeron y olvidé, excepto el de unas muy diminutas, llamadas silenes. Y comida bajo la copa de una encina. Y paseo entre “chivitiras”, construcciones pastoriles para proteger las crías del los lobos y las rapaces.

Y sabrosas cenas con productos de “las tierras” (oloroso jamón de Guijuelo, torta del Casar, anchoas de Santoña, sabrosa ternera de Ávila), y una casa acogedora, con habitaciones de nombres greco-romanos (Hera, Medea, Silene... a mí me tocó “Atenea”, pero hubiera preferido “Afrodita”, ya comprenderéis por qué; el salón se llamaba Zeus).

Dos días y dos noches bien repletos: Un paseo por Ledesma, ilustrado por las explicaciones de uno de los hombres, pozo de sabiduría ambulante, que sabe los detalles de cada piedra, de cada casona, de cada blasón… En uno de los pueblos estaban de fiestas, danzando al son de los tamboriles y las dulzainas las mayestáticas danzas charras (el cuerpo casi inmóvil, los pies trenzando complicados movimientos)... La mayoría de las mujeres iban con el traje tradicional de la comarca, o, si no, llevaban sobre la ropa de calle mantones de seda bordados con hilos de colores.

Y escapada a Miranda del Duoro, ya en Portugal, que tienen un idioma propio, “el mirandés”, y donde compramos manteles de cuadros a muy buen precio.

Y charla ininterrumpida a muchas bandas. Y risas, abrazos, noticias, confidencias… Y conversaciones más serias sobre lo divino y lo humano, donde casi siempre se coincide en lo fundamental pero también se discrepa, a veces apasionadamente…

La foto la hizo el sábado pasado uno de mis amigos (S.T): La titula “Atardecer en Los Arribes, con luna y piedra caballera”. A los pies de esa atalaya iluminada por el sol poniente, detrás del fotografo cuya presencia queda patente por la larga sombra, se abre el tajo profundo del Duero.

martes, 20 de mayo de 2008

Un Cuento Feliz (3)





No debo flaquear”, díjose la princesa, “no debo flaquear, debo encontrar al duque”, pero en ese momento, se hicieron oír los bajos instintos de la princesa: “Olvida al duque. Recuerda los abrazos de aquel fornido palafrenero de palacio”. “Pero debo cumplir con mi deber”. “¿Y si algo falla y el hechizo se rompe sólo a medias? El duque podría quedar medio animal...” “Bueno, en eso es igual el palafrenero...”

Mientras esto sucedía en el bosque, veamos que pasaba en una pacífica granja cercana.

El granjero, silbando distraídamente, ordeñaba a la vaca Resaca. La vaca rumiaba sus pensamientos... y otras flores que había comido esa mañana. “¡Que extraño!”, pensaba la vaca Resaca, “es la primera vez que me ordeña de tarde...” y miró al granjero. Cuando lo vio, Resaca lanzó un mugido y salió corriendo. El granjero no era otro que... ¡el oso Libidinoso disfrazado!, quien comenzó a perseguirla ofreciéndole una margarita al grito de “¡Sublime éxtasis de amor, vaquita, vayamos, vayamos pronto!”.

En el bosque, la princesa, ayudada por los gansos Mansos, ya había interrogado a casi todos los animales, pero no había logrado averiguar cual de ellos era el duque. Una triste desazón invadió a la princesa.

(Teresa y el Oso. Les Luthiers. Fragmento. Continuará)

Un Cuento Feliz (1)

Un cuento feliz (2)

jueves, 15 de mayo de 2008

Relictos

Hacía mucho tiempo que no veía las sabinas, tanto que casi había olvidado la silueta perfectamente perfilada, como surgida de la topiaria de un virtuoso jardinero. Conos casi geométricamente perfectos, diseminados en la ladera de la montaña, de un verde oscuro, casi negro a pesar de la luz reflejada de un cielo encapotado, arriba del cual, muy arriba, seguía luciendo el sol.

Me gustó volver a verlas. Sonreí, excitada, aun antes de que el nombre, sabina, me viniera a la punta de la lengua. “Pero son, esto son…”, decía. “Sabinas”, contestó una voz situada tras de mí. Entonces busqué a mi alrededor el enebro, el quejigo, el carballo, el serval, porque sabía que tenían que estar por allí. Reconocí algunos a simple vista, y me encantó. En otros, necesité que un apuntador más experto me “soplara” la respuesta. Por allí asomaban también rosados brezos, genistas, el espectacular espino alvar, ahora en plena floración... Los citisus amarillos los habíamos encontrado durante todo el camino y los encontraríamos aún mucho más al norte, igual que las encinas. Y sauces, muchos sauces.

Estábamos en la zona de Los Barrios de Luna, dentro de una comarca maravillosa, la de Babia, que os recomiendo conocer. Lo de “estar en Babia”, estar en el cielo, se decía de los antiguos reyes leoneses, los Ramiros, los Ordoños o los Bermudos, que dejaban sus tareas de gobierno para perderse en este paraíso, en busca de la caza, del buen yantar, del buen yacer y del mejor joder.

Yo conocí esa tierra de la mano (es un decir) de un gran especialista en geografía, que habla como los ángeles y conoce el terreno como la palma de su mano y se orienta por el olfato. Me enseñó a vislumbrar los secretos que alberga la toponimia, a reconocer la mano del hombre en el paisaje. Hablaba de lejanas intervenciones que cambiaron la faz de las tierras y los montes. Describía cómo las rutas que los hombres han transitado durante milenios (por ejemplo, la Ruta de la Plata) las abrieron las manadas salvajes, que atravesaban los pasos de montañas y los vados de los ríos, transhumando de norte a sur en busca de pastos. Me enseñó, en suma, a articular mi percepción de lo exterior, a interpretar lo que desde tan niña ya me impresionaba, y que sin embargo no me interesó estudiar desde una perspectiva fragmentaria (léase “botánica”, por ejemplo).

Ahora, no. Ahora íbamos un grupo de amigos, diecisiete, que habíamos alquilado un autobús inmenso para hacernos una jartá de kilómetros, el fin de semana pasado. El objetivo era ir a comer marisco a Ribadesella y luego subir hasta Picos a tomar un cocido montañés. Pero, en el medio, puesto que todos los hombres del grupo son biólogos (unos de bata, otros de bota, y otros de lo que cae), nos dimos un paseo naturalista de los que marcan hito.

El primer día del viaje (el que os cuento), llovió como si en el mundo no hubiera otra cosa que un cielo que tiene que descargar. No nos importó demasiado, porque la luz era maravillosa, la temperatura buena, y nosotros llevábamos botas para la lluvia y caminábamos guarnecidos por chubasqueros y paraguas.

El río Luna circulaba cargado, rápido, tumultuoso, a veces, a punto de inundar las pequeñas vegas que se han ido formando a su alrededor.

Un poco antes de comer, pasamos por un pueblo que se llama “Villa Feliz”. Después subimos por un puerto espectacular, el Puerto Ventana. Y ahí se extiende un hayedo enorme, inmenso, un hayedo verde, juvenil por las hojas casi adolescentes que formaban las estilizadas copas, extrañamente antiguo por las barbas de líquenes que poblaban los troncos… Un hayedo de leyenda, en el que te parece que va a salir en cualquier momento un gnomo, un elfo, y te va a conceder el deseo que llevas más oculto en el corazón.

La zona es atravesada por un desfiladero, el del río Páramo. Entre ambas laderas, las hayas formaban una especie de dosel resplandeciente, y el autobús pasaba por debajo, rozándolo a veces con el techo. La lluvia caía incesante. Cada pocos metros, descendían torrenteras cargadas de un agua poderosa, que a veces se despeñaba formando auténticas cascadas y se arremolinaba en arroyos que vertían hacía el río.

Caminamos largo trecho bajo esa arcada extraordinaria: “Ahí está, recién estrenado para todos nosotros. Como si nadie lo hubiera visto, hasta que lo vimos con nuestros ojos”, dijo una mujer a mi lado.

De nuevo en el autobús. Al subir nos internamos en una nube, y seguimos trepando dentro de ella hasta alcanzar la cima. Fue inútil parar en el mirador: las masas de vapor de agua lo cubrían todo, como cuando se mira desde un avión.

En la tarde cruzamos muchos ríos, a punto de desbordarse, no se cuántos. Y luego el Sella, que arrastraba troncos, maderos, arbustos, y bajaba irresistible con aguas color de chocolate.

Ya era casi de noche, al llegar a Ribadesella. No pudimos acabar con la mariscada pantagruélica, regada con buen alvariño. Comí por primera vez “ericios”, que no me gustaron porque me supieron a medicina. Las otras cosas, llenas de patas y de pinzas y de valvas y de conchas y de tentáculos, pues estaban ricas.

Más allá de las dos, cuando pasábamos por el puerto, la lluvia había cesado. Todo se puso en calma. Por un instante, todo fue como un silencio que respirara: “La noche se puso íntima, como una pequeña plaza”, me dije. Pero no se lo dije a nadie, o tal vez sí, pero sólo a uno, y muy bajito.

El día amaneció apoteósico. El balcón se abría a la primera línea de playa. El sol calentaba las arenas y secaba los restos oscuros que la resaca había dejado en las orillas. Aprovechamos para dar un paseo largo, por si luego, en la montaña, el tiempo se complicaba.

Otro desfiladero importante, el de la Hermida, que recorro con cierta frecuencia. Nuevas torrenteras que se precipitan desde las alturas, y el Deva cargado hasta reventar. Como siempre, el paisaje santanderino te deja sin aliento. Vinos y cañas en Potes. Comida en el Oso de Cosgaya (recuerdo de otras comidas en ese mismo lugar, con otras pandillas, con otros amigos, una vez con mi hermana, tan poco aficionada como ella es al Norte), aunque yo no me atreví ni con el cocido lebaniego ni con el cocido montañés. Cerezos cargados de guindas, higueras cargadas de higos que pronto madurarán, árboles y plantas por todas partes…

Y subida por el telesférico. Y paseo por los Picos, las cumbres cargadas de nieve a nuestro alrededor… Y vuelta por el puerto de San Glorio, por el que yo no había bajado nunca… Y llegada a casa a las tantas de la madrugada. Y curro a las 8 al día siguiente…

Como decía el grito desgarrado que vimos pintado en una tapia cercana a Villa Feliz:

“¡Euribor, hijo de puta!”

lunes, 12 de mayo de 2008

Un Cuento Feliz (2)






Hacía ya tres lunas que la bruja había hechizado al duque. La hermosa Princesa Teresa deambulaba en su búsqueda, lamentándose de su suerte. La acompañaban en silencio sus fieles Gansos Mansos. El pajarillo anunció: "¡Ya llega la Princesa! ¡Qué triste está!", y apareció la Princesa.

Entonces, apareció la Bruja Granuja. (Suena el glisófono). La bruja se burlaba: "¡Nunca sabrás en qué animal he convertido al duque! ¡Ni siquiera él recuerda nada, ja ja ja!". La Princesa clamaba: "¿Dónde estás, Sigfrido, Sigfrido? ¿Qué clase de animal eres?". Los gansos consolaban a la Princesa: (Suenan kazoos) "¡Tranquilízate!", dijo el gansito pequeño. "Ten calma", agregó la gansa robusta. "Todo irá bien", dijo el ganso viejo. "¿No vió mi caparazón?". (Ésta última frase con voz del molusco)

De pronto, la gansa robusta lanzó un grito de indignación, le dio una tremenda bofetada a un cuarto ganso enorme que estaba a su lado y salió corriendo. El ganso enorme no era otro que... ¡el Oso Libidinoso disfrazado!, que corría a la gansa ofreciéndole una margarita al grito de: "¡Sublime éxtasis de amor, gansita, vayamos, vayamos pronto!". Los gansos fueron en ayuda de la gansa robusta, y la Princesa se quedó sola.


(Teresa y el Oso. Les Luthiers. Fragmento. Continuará)




Un Cuento Feliz (1)

domingo, 4 de mayo de 2008

Un cuento feliz (1)



Pues para que veáis que también hay cuentos felices, que no todo va ser sufrir :)


Teresa y el oso (cuento sinfónico).

(Versión discográfica, Noviembre de 1976 – Volúmen 4. MM: Marcos Mundstock).
(Texto de la contratapa del disco).

Para la grabación del cuento sinfónico Teresa y el Oso de Johann Sebastian Mastropiero, Les Luthiers contrataron a 61 personas: 60 profesores de orquesta y uno de zoología. La limitada capacidad del estudio de grabación condicionó interesantes soluciones de espacio: un flautista delgado dentro de una tuba, el platillista como abrazado a un fagot, una oboísta a babuchas del timbalista, siete violines en el vestíbulo, los cuatro cornos desde sus casas por teléfono y la arpista en el bar de enfrente, lo que obligó a llevar su micrófono hasta allí y a pagarle un café con leche.

Salvo la princesa Teresa, que se identifica con el quinteto de cuerdas de la sinfónica, los otros personajes de Teresa y el oso están representados por instrumentos informales ejecutados por Les Luthiers.

En orden de aparición:

Pajarillo Amarillo: Tubófono Silicónico Cromático
Jabalí Alí: Alt-pipe a vara
Molusco Pardusco: Gom-horn da testa
Mariposa Golosa: Dactilófono
Oso Libidinoso: Glamocot
Bruja Granuja: Glisófono Pneumático
Tres Gansos Mansos: Kazoos
Bajos Instintos: Bass-pipe a vara
Vaca Resaca: Yerbomatofono d'amore

Narrador: Marcos Mundstock:

Aquella, habría sido una tranquila mañana de otoño en el bosque, una mañana de otoño común y corriente, si no fuera que ya eran las cuatro de la tarde y estaban en verano.

Todos los animales habían sido citados por la princesa Teresa en un claro del bosque para averiguar cual de ellos era su prometido, el duque Sigfrido el Erguido.

El duque, había sido hechizado por la bruja Granuja, que no sólo lo había transformado en algún animal del bosque, sino que además, le había quitado la memoria.

El pajarillo Amarillo, cantaba alegremente. El pajarillo decía: “Solo el amor de la princesa puede devolver la forma humana al duque”.

En ese momento, se presentó el jabalí Alí. El jabalí preguntó: “¿Por lo de la princesa es aquí?”

“Si”, dijo el pajarillo” Nos han citado a todos. A propósito, ahí viene, arrastrándose, el molusco Pardusco”.

El molusco preguntó: “He perdido mi caparazón. ¿No lo vieron?”

En ese momento, apareció volando la mariposa Golosa. “¡Socorro!”, se quejaba la mariposa, “¡Me persigue el oso Libidinoso!”, y apareció corriendo tras ella, el oso Libidinoso.

El oso, perseguía a la mariposa ofreciéndole una margarita y recitándole un poema que decía: “¡Sublime éxtasis de amor, mariposa, que acelera mis latidos, vayamos, vayamos, vayamos, vayamos, vayamos pronto!”.

El molusco se interpuso. El oso bramó: “¿Y tú que quieres, despreciable molusco?”
“¿No vio mi caparazón?”

El instante fue aprovechado por la mariposa Golosa, que se escondió ayudada por el pajarillo Amarillo.


(Continuará)

jueves, 1 de mayo de 2008

la niña perseguida



Pues, señor, esto era una vez un padre, una madre y una hija. La madre tenía un anillo y, al morirse, le dijo al marido:
- Toma este anillo, y te casas con la que le esté bien.
La niña se fue haciendo mayor. Y un día se encontró el anillo en un cajón de la cómoda y le dijo al padre:
- Padre, me he encontrado este anillo, y mira qué bien me está. Seguramente sería de mi
madre. Yo me quedó con él… "

(Cuento Popular español).



Esa es una manera muy suave de insinuar el peligro del incesto. En otros, se nos avisa del riesgo de abusos, de rapto, de violación… Los cuentos y leyendas, que se han transmitido por tradición oral , están llenos de avisos y advertencias de este tipo.

Estamos todos conmocionados (yo lo estoy) por el caso
Fritzl, como hace pocos días lo estuvimos por el de Mari Luz, como antes lo estuvimos por el de Natascha Kampusch y tantos otros que ya ni podemos recordar.

Historias dolorosas, truculentas, que enjuician no sólo a los verdugos de esas niñas, sino a toda la sociedad que crea a esas personas abominables, que puede convivir con ellas sin detectarlas, que tiene el horror y la barbarie a menos, mucho menos, de dos metros bajo tierra, en el mismísimo corazón de la civilización que tanto decimos defender.

Vuelven a nuestra imaginación los ogros, los brujos malos de los cuentos, los sacamantecas, los chupasangre, los hombres del zurrón, los seres ominosos y malignos que atacan y secuestran la inocencia, lo indefenso, lo más frágil. El peligro sigue aquí, nunca se ha ido.

Los cuentos y leyendas populares, además de entretener, tenían la función de transmitir conocimientos, habilidades y consejos a las nuevas generaciones. Había cuentos mágicos, cuentos maravillosos, cuentos divertidos, cuentos de costumbres, cuentos con moraleja… Pero también había cuentos de advertencias, de cuidados y de avisos.

Una de las “series” de cuentos más conocidas es la que podría denominarse, genéricamente, los “cuentos de la niña perseguida”, que intentaban avisar sobre tres de los peligros que acechan a las jóvenes de aquella época: el rapto, la violación y el incesto.

En ellos, hay una niña o una joven que es perseguida (y, muchas veces, alcanzada) por diversos enemigos. Cuanto más bella y deseable sea la niña, más peligro.
Citaré tres cuentos, aunque hay muchísimos, quizá, aún más populares, que se basan en los mismos arquetipos y símbolos que éstos: Caperucita Roja, la Bella y la Bestia y Piel de Asno.

En “Caperucita Roja”, el asaltante es un lobo. El cuento es ambivalente, con múltiples lecturas. En principio, se trata de un animal feroz que puede atacar cuando cruzas un bosque, y se puede comer a Caperucita. Pero la simbología sexual del mito siempre está subyacente. Muchos chistes de los llamados “verdes” aluden a ese cuento. El diálogo de la niña, cuando encuentra al lobo en la cama y se va a asombrando de lo grande que tiene todo, y las respuestas del lobo, contestando que son para verla mejor, son para acariciarla mejor, son para… comerla mejor, tiene mucha miga. La publicidad de un conocido
perfume asume directamente el contenido erótico del mismo, aunque invirtiendo los papeles, y nos muestra a caperucita saliendo a la noche en busca de aventuras, mientras deja en casa a un lobo bastante domesticado. Ese proceso de “afeitado” del mito, despojándole de las partes más punzantes (como se dice que se hace con los toros, para restarles peligro), es algo que se ha venido haciendo con el cuento tradicional, parece ser, desde las recopilaciones de Perrault y los Hermanos Grimm. Con Disney, se les ha hecho un lifting completo, de manera que es difícil observar la más mínima arruga.

En La Bella y la Bestia un ser monstruoso consigue mediante amenazas que una joven consienta encerrarse en su castillo, para proteger de la muerte a su propio padre. El trato es que ella muera para salvar al padre. Pero, por supuesto, el monstruo le perdona la vida, aunque la mantiene prisionera, y la va enamorando poco a poco, a pesar de su aspecto desagradable, por su “bondad” (¿?) y atenciones. Claro está, al final son felices y comen perdices. El cuento tiene su aquel, y es curioso que la autora sea una mujer, Madame Leprince de Beaumont, que lo publicó hacia la mitad del siglo XVIII. Una -me refiero a mí- no puede por menos de imaginar un trasunto del matrimonio convenido, donde la mujer se casa con un hombre que le parece repulsivo (la bestia), bien por su fealdad, por su edad o por lo que sea, pero que al final se va acomodando al mismo, hasta aceptarle como esposo. A mí siempre me ha parecido un cuento donde se alecciona a las mujeres para que se conformen con las parejas que les buscan sus padres, normalmente por transacciones de tipo económico. Debo decir que es un cuento que me repatea y siempre me ha repateado. La versión de Disney, de las que más me repatea. Hay una película de 1947, de Jean Cocteau, que es de lo más curiosa. Es en blanco y negro, pero es absolutamente desbordante, en cuanto a efectos tipo principescos y de fantasia. Cocteau, un homosexual confeso y practicante, dio el papel de Bestia a su novio, Jean Marais, un joven muy apuesto. En realidad, el Bello, realmente, era él. Para hacer de Bestia, se ponía una máscara muy sofisticada. Si por algo podía ser bestia aquel ser noble y cultivado era, no os quepa duda, por haber tenido el mal gusto de encapricharse de una mujer. Si queréis leer el cuento, os lo dejo aquí:
La Bella y la Bestia


Piel de Asno” aborda directamente el tema del incesto. Empezamos como siempre, de una manera muy parecida al cuento popular español que os ponía en la entradilla, y que se llama “Los Tres Trajes”. En el de Piel de Asno, el padre está muy enamorado de la madre, y tienen una pequeña hijita. La madre muere, pero antes de morir pide una promesa a su esposo: que no se case con nadie que sea menos bella o inteligente que ella. El tiempo pasa. El rey viudo no encuentra a nadie que le llegue ni a la suela del zapato a la extinta, y la niña va creciendo, convirtiéndose en una bella mujer. El padre comienza a verle tal parecido con la madre, que la ve con otros ojitos, le hace proposiciones deshonestas y se empeña en casarse con ella. La chica, horrorizada, decide huir y ocultarse bajo la piel maloliente de un asno muerto, para que la belleza de su cuerpo no vuelva a atraer a ningún otro hombre. Hay una película, con Catherine Deneuve de protagonista, que recuerdo vagamente haber visto alguna vez, supongo que en la tele o en uno de esos ciclos que dan de cuando en cuando en la Filmoteca Regional. Apenas la recuerdo, aunque creo que el bello Jean Marais, que hizo la Bella y la Bestia, hacia en esta película, más envejecido por el tiempo transcurrido entre una y otra, de padre de Piel de Asno. También os dejo aquí el enlace del cuento:
Piel de Asno


¿Tendremos que dejar de lado los cuentos descafeinados que contamos a nuestros hijos, y debemos volver al descarnado cuento tradicional, sin animalitos que muevan los ojitos y hablen con voz de pito, para que nos prevengan contra los padres pervertidos, las madres y madrastras envidiosas y usurpadoras (Blancanieves, Cenicientas), el tráfico de órganos (cuantas veces se exige en los cuentos eso de “tráeme su corazón en esta copa”), el abandono familiar y posterior secuestro(Hansel y Gretel), etc..


free music



Como decían los Celtas Cortos:
Cuéntame un cuento / y verás que contento / me voy a la cama / y tengo lindos sueños
Pues resulta que era un rey / que tenia tres hijas/ las metió en tres botijas / y las tapo con pez / y las pobres princesitas / lloraban desconsoladas..”