miércoles, 21 de octubre de 2009

Pata quebrada y en casa

No tanto como quebrada, que sólo está magullada. Un esguince traicionero al bajar un bordillo y aquí estoy, con la pata en alto hasta que baje la hinchazón.

La semana pasada me tomé los últimos días de vacaciones que me quedaban. Estuve pateando por el Lago de Sanabria, que estaba acogedor y solitario y con los robles aún de color verde cómo si el otoño estuviera muy lejano. Fui a Madrid a darme un garbeo por la capital a ver si se me quita un poco la pátina provinciana de Cordura. Y luego a Cáceres, siempre acabo yendo a Cáceres. Y allí fue, al ir a subir al coche para volver a Castilla, en un bordillo-trampa de la Avenida de la Montaña (bordillos de juzgado de guardia, todo hay que decirlo: enormes y prácticamente pegados a unos alcorques muy aparatosos que parecen cepos para peatones despistados, como es mi caso). La cosa no fue a mayores porque pasé por la casa de mi hermana y me aplicaron los primeros auxilios (hielo, antinflamatorios, venda elástica). Así y todo, como se trata de un esguince recalcitrante que ya me ha dado más problemas, la baja es por quince días. No sé si aguantaré.

Esto de los esguinces empieza a preocuparme. Aparecen cuando más descuidada estoy, claro, porque cuando voy campo a través suelo ir bien preparada, con buen calzado, bastón de marcha y, si la cosa es de mucho subir y bajar entre peñascos, incluso llevo tobillera. No es sólo por la lesión en sí misma, es que me dan miedo otras consecuencias. El otro día, por ejemplo, por poco me rompo un brazo o una costilla en las hileras de granito del cepo-trampa de la avenida de la Montaña.

El retiro forzoso me viene fatal. La semana próxima tenía algunas cosas de cierta importancia en el curro (valoro si acercarme una o dos horas diarias, aún estando de baja, ya veré cuando llegue el momento). Luego está el inglés, que este año me he apuntado a la EOI y no me apetece perder clases. Y la música, que los ensayos están ya en marcha y la tertulia de después, con vinos y pinchos incluidos, siempre es de lo más gratificante.

Pero lo que más me fastidia, la verdad, es que durante una temporada no podré hacer esas marchas que tanto me gustan. Justo el próximo sábado tenía previsto ir con la gente del coro a las sierras de Ávila y de paso visitar un castro romano con un guía de lujo. Por otra parte, y en plan más íntimo, el Cautivo y yo teníamos pensado volver otra vez a la zona de Sanabria, esta vez más hacia la zona portuguesa, y aprovechar lo que queda de otoño para ir a las zonas fronterizas entre Extremadura y Castilla…

Pero, en fin, aquí estoy, la pata quebrada y en casa.

domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes



Me gusta todo lo que canta ella. Desde el gracias a la vida de Violeta Parra a "un vestido y un amor" de Fito Páez. Me gusta su voz poderosa, con ese registro tan amplio, esa manera de frasear, hasta esa manera de hacer las las uves y las vocales. Pero las que siento más mías son dos: el duerme negrito y ésta, Alfonsina y el Mar. Las dos las aprendí de memoria hace ya mucho tiempo y las dos forman parte de mi educación sentimental. Qué digo de mi educación, de mi acervo sentimental. Estarán siempre dentro de mí, mientras me quede una brizna de entendimiento. Adios, Mercedes.