domingo, 27 de septiembre de 2009

ECHARSE AL MONTE




Eso es lo que hice ayer, irme p’al monte. A pesar del calor que se esperaba, a pesar de que tenía -tengo- la garganta hecha unos zorros, me fui p’al monte. No hay mejor remedio para el mal rollete que había acumulado durante la semana.

Unos ocho o diez kilómetros por la ruta amarilla de Monfragüe, algunas fotos rápidas, dos o tres lugares de umbría (la fuente del Alisal o la de los Tres Caños, por ejemplo), casi todo llano con alguna pendiente suavecita, el Tiétar… La única dificultad, el sol de plano en la mayor parte del camino…

El esfuerzo tuvo su recompensa porque me encontré un cervatillo entre los matorrales de una ladera. Se escondió enseguida, asustado del ruido de mis pasos. Después vimos a una hembra con su cría, que se alejaron en cuanto nos oyeron llegar.

Y luego estuvo mi portesgeist particular. Mientras caminábamos por un espacio descubierto y hacía un sol radiante, durante un buen trecho me cayeron gotas fresquitas desde el cielo. Gotas gruesas, como de lluvia de verano. Pocas y espaciadas, eso sí. No tendría misterio, de no ser porque al Cautivo, que caminaba delante o detrás, no le caía nada. Ni me creía cuando se lo decía, hasta que vio por sí mismo las pequeñas marcas de humedad en mi camiseta, y cómo se me estampaba una gota enorme en el antebrazo y otra en la mano. Je je je. Igual fue por la electronegatividad que había estado acumulando durante toda la semana, que descargó de pronto, atrayendo hacia mí esas gotitas, como un regalo.

Foto propia: Fuente del Alisar. Monfragüe. Coolpix. P6000. F/4.7, 1/29 seg. ISO 64.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

TOLEDO



¡Qué fresquita estaba el agua de esta piscina, con el calor que hacía el domingo pasado en tierras toledanas! Y qué aires tan claros al día siguiente, cuando desayunábamos en la terraza renacentista, con Gredos al fondo y los inmensos campos amarillos rodeándolo todo.

Y Toledo, tan distinta a como la recordaba, pero tan bella. El increíble juego de líneas: curvas en el Tajo y en los portones, oblicuas en las murallas y en las calles que se suceden desde la base hasta la cumbre de la colina, horizontales en las amplias fachadas, quebradas en las torres, verticales en los callejones estrechos, tan estrechos que a veces los balcones parecen fundirse con los de la casa de enfrente y se diría que entre ambos no cabe un alfiler. La viva sucesión de planos de una ciudad laberíntica de topografía imposible.




Hay una cosa en la que al menos coinciden recuerdo y realidad : La Puerta de la Bisagra. Ni siquiera el Zocodover es igual en mi memoria, porque yo lo recordaba cuadrangular y resulta que es un rombo algo desquiciado, con dos lados tan chiquitos que, más que dos, parecen ser uno solo, y el rombo tira a triángulo descaradamente.. La plaza es como una cometa tendida al sol en lo más alto de la ciudad.


Dice mi cautivo que la memoria es así , falsa como la falsa monéa. Pero yo creo que es que siempre se hacen dos viajes, el de dentro y el de fuera, y que aquel otro viaje, el que hicimos una amiga y yo cuando estábamos en segundo de carrera un frío y lluvioso invierno, pocas pelas y poco más que varios libros como equipaje, fue un viaje hacia dentro, aunque yo siempre haya creído que fue hacia fuera. Ya le preguntaré a ella la próxima vez que la vea.

Fotografías: Piscina del Parador de Oropesa.
Puerta de la Bisagra.

Autora: Yo misma, con la Coolpix "to terreno".